miércoles, 4 de enero de 2017

EL TEATRO CHINO EN LA ARGENTINA,UNA MIRADA "ENTRE CULTURAS" (PARTE II)

 2. El teatro chino en la  Argentina.
 Para analizar de qué manera el mundo cultural chino es incorporado en la producción escénica nacional, cuáles son sus parámetros de lectura, si se puede hablar de” influencia”, de aporte, o de coincidencia tomaremos en cuenta diversos campos: el de la enseñanza de la historia del teatro chino, la incorporación de técnicas en el entrenamiento de actores y producción de espectáculos, la dramaturgia que incorpora personajes chinos. Para la mayoría de nuestros espectadores el teatro clásico chino continúa siendo un enigma y no sólo por la barrera lingüística[1]. El pacto de lectura que permite el funcionamiento de toda actividad teatral se ve limitado por un numeroso conjunto de convenciones altamente codificadas. Resulta significativo que en ocasión de la presentación  de la  Compañía  Nacional de la Ópera de Pekín en el  Teatro  Nacional  Cervantes, la oficina de prensa distribuyera a los críticos de los medios, los cuatro hojas con información “básica” para “entender” el espectáculo (el parlamento y canto, la simbología en la interpretación, el vestuario, los personajes, el maquillaje,  y la música). El repertorio del teatro clásico chino difundido en nuestro país se reduce a  La historia de los tres reinos y Peregrinación hacia el oeste,  fragmento de  romances  que recrean momentos históricos que exaltan valores como la lealtad y el heroísmo y la importancia de las ideas budistas. El pasaje  de la ópera Desbarajuste en el  Reino de los cielos en el que se muestra el duelo acrobático del  Rey de los Monos, símbolo  del hombre que  debe luchar contra la arbitrariedad divina y la indiferencia de las fuerzas naturales, frente a los cuales triunfa por la habilidad y la gracia. Y el episodio que pertenece a  El salón de jade, en el que la cortesana virtuosa sale airosa frente a la injusticia, premio a una fidelidad  que, empero, no es retribuida.  El  por qué  de esta selección puede explicarse  fácilmente.  En toda Latinoamérica   teatro histórico ha estado vigente  con significativa intensidad desde el surgimiento mismo de las identidades nacionales y ha exaltado la presencia de héroes y actos heroicos: la clase media ilustrada- la misma que concurre a este tipo de espectáculos conoce y admira los principios budistas de amplia difusión en nuestro país;  la espectacularidad de la puesta en escena, el brillo del vestuario, la perfección y destreza de los actores, el ritmo vertiginoso musicalmente pautado, atrapan y subyugan al espectador; finalmente, a pesar de las diferencias culturales, dentro de los mitos generados por el tango, aparece el relacionado con la exaltación de la “mina fiel”, la mujer (novia o madre) que perdona siempre  por amor. Todo ello contribuye a anular (o, al menos, neutralizar) en el espectador,  una incomprensión fundamental respecto del mundo chino, que no es sólo ni fundamentalmente lingüístico, tal como lo señala de modo esclarecedor  el investigador español José  Ramón Álvarez, y que se refiere a una diferente concepción de la relaciones entre el hombre y el mundo, la felicidad en el presente y en el más allá,  la palabra  y el concepto, el  ser y el no-ser, el pensamiento racional y las emociones.[2]

2.1 La enseñanza de la historia del teatro chino y la práctica escénica.
La enseñanza del teatro clásico chino tradicional, junto con el teatro japonés y el hindú, forman  parte de la curricula de Historia del Teatro Universal en las carreras de Escenografía  y de  Actuación del Instituto Nacional del Arte. Especialmente en el caso de China, esto implica una tarea ciclópea por varias razones: en pocas semanas,  los alumnos tienen que superar el obstáculo de una lengua fatalmente “mal traducida”, un contexto  lleno de contradicciones y misterios y, sobre todo, deben incorporar  un concepto de teatro que le es ajeno. Se deben abandonar  los criterios valorativos occidentales como el de originalidad y privilegiar el de perfección y entender el porqué se privilegia el entrenamiento por sobre el ensayo.
 ¿Si nunca (o difícilmente)  voy a montar una ópera china, cuál es el sentido de internarme en una “tierra desconocida” que desde el principio se me revela como ajena e inabarcable? – es el interrogante que se plantean los aspirantes a escenógrafos, a actores y directores.
Frente a esta situación, los profesores no podemos limitarnos a ubicar al teatro chino como un hito más del itinerario diacrónico del género dramático que corresponde al denominado “oriente”, o evitar caer en el dato enciclopédico (repertorio de nombres) de escasa aplicación en la práctica escénica  de nuestro país – y nos atrevemos a decir, de toda América-. Con el objeto de generar una “recepción productiva” (en el sentido que lo utiliza Erika  Fischer- Lichte) es necesario apuntar a las realizaciones de aquellos creadores que seleccionaron algunos de los hallazgos del teatro chino a la hora de crear “lo propio”: la narratividad y el distanciamiento (Bertolt Brecht), la manipulación del muñeco (Jean-Luc Pensol); el empleo del vestuario como una “escenografía en movimiento”- en términos de Barba-Savarese –(Löie Fuller);  la relación actor- personaje y actor –público (Richard Schechner), la utilización de las manos para definir una pose especial o subrayar las palabras sin reemplazarlas, el entrenamiento en kung-fu y t’ai chi (teatro antropológico de Barba).
Precisamente, el actor y director argentino Guillermo Angelelli, superando el campo de las  investigaciones teóricas sobre  el teatro chino, japonés e hindú, realizó entrenamientos con diversos y calificados maestros del teatro antropológico, quienes, a su vez, ponían en práctica las enseñanzas de actrices chinas (la presencia  de Lin Chun-Hui, en 1980, en la escuela del ISTA, en  Bohn, Alemania, es sólo un ejemplo) en busca de modelos o patrones que le permitiera generar  representaciones innovadoras a partir de una nueva valoración  del cuerpo y sus potencialidades al tiempo que un abandono del ilusionismo en aras de la estilización y lo ritual. Hacia 1986, Iben Nigel  Rasmussen, actriz del Odín, es quien le transmite las técnicas de entrenamiento físico empleadas por  Eugenio Barba para potenciar gesto y silencio, ritmo y movimiento[3]. Angelelli profundizó en la técnica de la utilización de las manos  para definir una pose especial y/o subrayar las palabras,  reconocer y emplear  las tensiones no habituales latentes en el cuerpo, al tiempo que  aprendizaje del Kung-fu y del  Tai-chi le ofrecían los elementos necesarios para lograr “estar vivo en la inmovilidad”[4] .
Pero no sólo debemos destacar el aporte del teatro chino en lo que  respecta  a su entrenamiento, sino también en lo que concierne a la producción de sus espectáculos. El más significativo en este  punto es  Xibalbá (2001) en el que se vale del cruce de relatos míticos y actos rituales de la mitología, maya con su texto sagrado, el Popol  Vuh, y el  Tao Te Ching, para escenificar la iluminación en la búsqueda de un camino a los infiernos, un desafío para traspasar las fronteras del miedo a lo desconocido. A los personajes divinos  Xbalanqué y Junajpu del  texto maya, que refiere la creación del mundo, del hombre y  de su alimento primigenio, el maíz, Angelelli le  sobreimprime otros  dos personajes, el mago y su ayudante que proceden de  El tigre mundano, de Jean Ferry, pero los concibe como los opuestos de un ser único, apoyándose en el  Tao de  Ching[5].  Del taoísmo le interesa precisamente el rescate de una acción que no rompa la armonía interna de los seres,  el complemento de los opuestos y las normas generales de conducta y acción para la vida ordinaria. En el espectáculo resuenan fragmentos como: “Vencer a los demás es tener fuerza,/vencerse a sí mismo es la fuerza” (Capítulo  33): “Todos los seres llevan en sí, el  Yin y el  Yang,/ que mezclándose en una energía vital/ dan como resultado la armonía” (Capítulo 42); o  “Realizar lo grande/ desde sus aspectos pequeños” (Capítulo 63)[6]. Para el creador, llegar a Xibalbá es arribar a un  “lugar acuático y oscuro como un vientre contenedor y maternal, donde el que ingresa pierde la identidad para profundizar en sí mismo”; esa  “madre del mundo” que menciona el texto chino se entrecruza aquí –natural y enriquecedoramente- con nuestro mito de la madre tierra. Este diálogo entre  lo latinoamericano y lo chino  no  es único. Un ejemplo anterior lo encontramos en las producciones de Alfredo  y Luis portillos, al frente de su  Teatro  Experimental de Máscaras y Objetos en los que desde 1973 mostraban la incorporación de los principios del Ying y el Yang con  elementos rituales del noroeste argentino y del  Brasil.

2.2. El universo chino en la dramaturgia femenina argentina contemporánea.
Como sucede en España[7] - así lo afirma Manuel  Bayo-, los temas sobre China y los chinos no abundan en la dramaturgia argentina (tampoco en la narrativa); otra coincidencia en la mayoría de los casos: la figura de Bertolt Brecht como intermediario. Sin embargo dos diferencias  nos caracterizan:  la presencia de personajes chinos en el teatro argentino supera  el nivel de comicidad  burda  que provoca la risa fácil a partir de la parodias lingüísticas o la espectacularidad basada en el exotismo y el misterio.  Dejaremos de lado antecedentes  como  la pieza  Salón de té chino (1957) de Felisa Kuyumdjan, dramaturga,  narradora, investigadora y traductora de dramas clásicos chinos (dicha obra, estrenada y publicada en  Buenos  Aires, fue traducida al idioma chino, y publicada en  revista Cosmorama de Hong  Kong, 1962).  y,  El emperador de la  China, de  Marco  Denevi en 1960, pieza en un acto a través de la que cuestiona las injusticias  de un poder burocrático, ya que ambas también fueron analizadas por el citado investigador. Asimismo, Dejaremos de lado la obra de José María  Muscari, Shangay[8] (2004) cuyo objetivo  expreso manifestado en declaraciones de prensa es apuntar a los sentidos y lograr “quebrarlos, divertirlos, emocionarlos y shockearlos en medio de una instalación plástica creada a partir del nuevo arte milenario y la estética kitch de China”
Nos centraremos en la producción de dos dramaturgas argentinas, Griselda  Gambaro y Mónica Ottino, quienes  buscaron  en el mundo chino elementos y personajes que   acercaran esos mundos tan distantes y descubrieron lo familiar en lo ajeno, lo maravilloso en lo misterioso (“lo más misterioso de lo misterioso,/ es la puerta de toda maravilla”, nos  dice el  Tao Te Ching en su capítulo 1).
En sus obras,  Es necesario entender un poco y Madame  Mao, respectivamente,  fueron capaces  de “traducir” con claridad los modos de percibir la realidad, de pensar, de expresar las ideas, de decidir,  actuar e interactuar personajes y momentos históricos  registrados por la historia y el teatro chinos a la escena nacional, un espacio que desde su conformación  se convirtió en un “lugar privilegiado”[9] de interculturalidad (lo indígena, lo afro, lo hispánico y lo europeo, y actualmente lo asiático).
Ambas obras incorporan personajes que pertenecen a la historia de China y la lectura que de ellos  realizan -respetando los  criterios de  asimetría  y respeto que preconizaba Raimon Pannikar, y reconociendo las claves para delimitar y combinar las culturas: la simbolicidad, la iconicidad y la analogía-, les permiten desentrañar personajes y situaciones  propias de la realidad argentina.
 En 1995, Griselda Gambaro[10] estrena Es necesario entender un poco, pieza  basada en un relato de origen  chino. El texto fuente se compone  de informaciones históricas sobre  John Hu, un letrado chino  llevado desde  Catón a  Francia por un jesuita  francés en 1722,  fragmentos   de textos de  Li Po y del  Tao  Te  Ching.
¿Qué encuentra la autora de análogo con lo argentino (y lo latinoamericano)?
Hue, periférico en su país de origen por su doble condición de letrado y  de cristiano, es invitado por una jesuita a conocer Francia, un mundo que se considera civilizado. Testigo y víctima de la barbarie, regresa a  su  país natal después de seis años  de reclusión  en un manicomio donde, abandonado por quienes lo habían llevado, y dónde había quedado reducido a  una condición infrahumana. A medias del demente y el animal,  come del piso, es incontinente y se niega a que le quiten el chaleco de fuerza.  “Ha perdido no sólo los  sueños  y el recuerdo de los sabores de la infancia, sino también los ideales de solidaridad, justicia y amor que lo dignificaban como individuo”[11].

Para  Gambaro, la barbarie  que  anida  en la civilización  francesa (europea) del  siglo XVIII es análoga a la barbarie de la última dictadura militar con exilios forzosos, cuerpos encerrados, asediados y mutilados.   Hue,  el  “chinito bobo”-palabras del personaje de Carlota- no es sino el símbolo del actual  “argentino bobo” que vive sumergido en una colonización cultural que le impide reconocer  la estrategia de los países centrales,  que entienden lo intercultural  de modo unidireccional reduciendo lenguas y cosmovisiones a las que son propias de la sociedad dominante. De una vez por todas -  nos conmina esta dramaturga-  “es necesario entender un poco”,  en qué radica la identidad, la necesidad de superar el abordaje binario Self/Other,  rescatar la noción de  “Tercer  Espacio” en el cual las condiciones de enunciación  aseguran  “la movilidad y mixtura de los símbolos y los significados culturales, los que  pueden ser  re-adquiridos, y reinsertados en otros contextos históricos y culturales[12].  Y a esa comprensión apunta esta obra gambariana. 
Mónica  Ottino publica Madame  Mao en el 2000 poco después es representada siguiendo la estética  de la Ópera de Pekín[13].
La obra se sitúa en 1981 en momentos en que se está desarrollando el juicio político contra la viuda de Mao, encarcelada desde octubre de 1976, condenada a prisión perpetua, y concluye con la visión  de su silueta que pende de su soga de ahorcada. La pieza no  trata de justificar sus acciones sino que pone en evidencia el odio hacia los maestros, los pequeños propietarios, los profesionales y los artistas, como motor de sus acciones, las deportaciones y venganzas al frente de la Secretaría de Cultura del Departamento de Propaganda, su necesidad  de adulación, su falta de escrúpulos. E incita indirectamente a una lectura crítica de los documentos  y proclamas emitidos por los líderes comunistas a partir de 1964 inspirados en la doctrina de Mao, profundizados y puestos en práctica por su esposa, y que tanto afectaran el desarrollo del teatro en China. Pero la dramaturga eligió como  protagonista a  la mujer de Mao Tse Tung,  no tanto para responsabilizarla de las atrocidades cometidas, sino para situar en el centro del conflicto el rol de la mujer,  sus condicionamientos ancestrales, sus posibilidades de supervivencia, la inmovilidad de nuestra sociedad (en la  que fácilmente se  puede reconocer que no sólo es la china). Nuestra dramaturga retoma y recontextualiza el conocimiento producido  desde los márgenes: la crítica a los fundamentos normativos de la sexualidad y el cuerpo, la marginalidad estructural, remarca el uso de la palabra y de los silencios como herramientas para tomar el control de la propia existencia. Y destaca los diferentes nombres que tuvo que adoptar la protagonista que finalmente queda cristalizada como “la mujer de Mao” y desarrolla cómo ella plantea su  participación en una sociedad, que al margen de las transformaciones políticas, continúa siendo dominada por varones, es decir, plantear su intervención “desde la conciencia de su diferencia”[14]
 Madame Mao puede leerse como una obra biográfica sobre la mujer del líder que sembró  el terror a lo largo  de una  década, pero creemos que fundamentalmente es una pieza que propone una movilizadora lectura sobre  los límites: los límites del poder y de un sistema, los límites que una (¿la?) sociedad impone a la mujer, los límites del discurso histórico y sus posibles interpretaciones y correcciones. Una mujer que se vio obligada a cruzar varios umbrales pero sin posibilidad de retorno, una vez que optó por  la resistencia frente al poder masculino.
Mónica Ottino produce un texto transgresor que  registra aquella modulación particular de la historia a partir de  experiencias individuales y detecta las mediaciones existentes entre estas  y la identidad colectiva, completando, cuestionando y potenciando el grado de conocimiento que nuestra sociedad tiene sobre sí misma, y el (re)conocimiento de los efectos negativos que aún siguen  generando ideologías y fanatismo; rectificando las imágenes  generadas por la mirada mutilada de quienes nos situamos en la periferia  y  guardamos silencio frente a lo que ocurre del otro lado del mar[15].

 La presencia del teatro chino en la  Argentina (giras, lecturas, apropiaciones dramatúrgicas -situaciones, personajes-, técnicas de actuación) ha contribuido a generar un proceso intercultural que permitió desde mediados del siglo XX  superar  desconocimiento y asombro frente a la  vía de comprensión porque exhibe las compatibilidades que el pensamiento y los mitos del mundo chino posee respecto de las ideas y creencias  del mundo latinoamericano, al cual, nuestro país, naturalmente pertenece.

 

 




[1] Son casi inexistentes las traducciones de teatro chino en español que circulan en nuestro país. Una excepción: Teatro de Ópera  Chino. Los niños del jardín de los perales,  Buenos  Aires.  Sudamericana, 1963. (Incluye: El salón de jade,  El pabellón del Fénix, La dicha matrimonial y La ciudad del  Dragón  Ciruela).
[2] “Fundamentos filosóficos de la expresión poética: China y España”, en  Encuentros en  Catay, n° 3,  Departamento de Lengua y literatura Españolas, Universidad  Fujen, Taipei,  1989, pp 89-104.
[3] Fue importantísima la publicación en español de  diferentes textos de Nicola  Savarese, en especial  El teatro más allá del mar (México, Grupo  Editorial  Gaceta, 1992, los seminarios dictados por  Eugenio Barba en distintos puntos de nuestro país y la difusión que la revista mexicana Máscara (Publicación editada por  Escenología, bajo la dirección de  Edgar  Ceballos en los ´90) realizara sobre las enseñanzas de Mei lang Fang, considerado como el más ´celebre de los actores de la Ópera de Pekín  por sus pares de occidente
[4] Declaraciones del artista a la autora.  Véase también  Perla  Zayas de Lima, Diccionario de  Autores  teatrales  Argentinos (1950-2000), Buenos  Aires,  Instituto  Nacional del  Teatro, 2006. Tomo 1, p.p. 43-44.
[5] Elena  Sagaseta Analiza exhaustivamente los cruces textuales de este espectáculo en el  Capítulo 8 de sus tesis doctoral  “El teatro en la interrelación de las artes. El teatro performático”. Universidad Nacional de Buenos  Aires. Inédita.
[6] Utilizamos la traducción que  José  Ramón  Álvarez realizó del texto chino de  Wang Pi (Buenos  Aires Almagesto, 1995. Este investigador encuentra que  el texto taoísta contiene  “metafísica, cosmología, ética, misticismo y política” (p. 16). Creemos que esto mismo puede aplicarse a  Xibalbá.
[7] Sobre este tema puede consultarse Manuel  bayo,  Referencias  chinas en la literatura española contemporánea,  Taipei, Central  Book Publishing,  Co., 1991.
[8]. Subtitulada te verde y sushi en 8 escenas marca la visión deformada que sobre China  y en general sobre Oriente domina a gran parte de la sociedad argentina. Durante el espectáculo  se  ofrece al público te verde  y  maní japonés mientras “ las relatoras” ofrecen datos sobre la cultura  “oriental” para que  elijan exclusivamente aquellos aspecto crueles y violentos que a la sociedad occidental le resulta difícil comprender;  y se presentan,  homogeneizados, elementos  propios de  China con los pertenecen al  Japón, a Corea, a la India y/ Nepal,  El objetivo  según  Muscari, responsable de la dramaturgia y la dirección, dicho espectáculo “apunta a los sentidos y logrará quebrarlos, divertirlos, emocionarlos y shockearlos en medio de una instalación plástica creada a partir del nuevo arte milenario y la estética kitch de China.” (Perla Zayas de Lima,  La percepción del mundo chino en la pedagogía y la praxis del teatro argentino contemporáneo.”, en Cuadernos del Catay, Universidad de Fu Jen, Taiwán, Taipei, 2006, pp. 86-94.
[9][9] Véanse sobre este punto los  diferentes artículos reunidos en El discurso intercultural. Prolegómenos a una filosofía intercultural.  Madrid,  Biblioteca  nueva, 2002.
[10] Teatro 6.  Atando  cabos. La casa sin sosiego. Es necesario entender un poco.  Buenos  Aires, Ediciones de la  Flor, 1996.
[11] Beatriz  Trastoy  y Perla  Zayas de Lima, Los lenguajes no verbales en el teatro argentino,  Buenos  Aires, Universidad de  Buenos  Aires, 1997.
[12] Homi  Bhabha “Cultural diversity and cultural differences”, Colonial Discourse and Postcolonial  Theory, New York, University  Press, 1994, pp. 206-209;  y El lugar de la cultura, Buenos  Aires, Manantial, 2002. Estas ideas han sido incorporadas  por distintos investigadores interesados en temas latinoamericanos. Ver especialmente  “Naciones culturales vs. Naciones imaginadas en la poesía del  Caribe  colombiano”, de  Graciela Maglia Vercesi (Cuadernos de literatura. Literatura cubana: entonces y ahora, Bogotá, Colombia, vol. XI, n° 21, Julio-diciembre de 2006, pp. 133-155).
[13] Teatro 2. Madame Mao, Pandora 2000, Soplo al corazón, Buenos Aires., Tiago Biavez.
[14] Quance, Roberta Ann (2000) Mujer o árbol. Mitología y modernidad en el arte y la literatura de nuestro tiempo, Madrid, A. Machado Libros, Colec. La balsa de la Medusa, 112, p. 19
[15] Este último fragmento pertenece a nuestro artículo “Madame Mao de Mónica Ottino. Una nueva mirada sobre China desde  Argentina”, en Encuentros en Catay, Revista Anual, Departamento de Lengua y Literatura  Españolas, Universidad Fujen- Taipei, n° 18, pp. 211-220 en el  que de modo extenso se analiza la producción de Mónica  Ottino y se compara la figura de  la líder  china con la de Eva Perón.

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