domingo, 17 de septiembre de 2023

LAS CAUTIVAS Y LA VIDA EXTRAORDINARIA: UN AUTOR, DOS OBRAS, TRES ACTRICES.

Mariano Tenconi Blanco, en un su doble papel de autor y director, está presentando LAS CAUTIVAS y LA VIDA EXTRAORDINARIA, en dos teatros: El Picadero y Metropolitan, respectivamente. En la primera, las protagonistas son Laura Paredes Lorena Vega; en la segunda, Lorena Vega comparte la centralidad con Valeria Lois. En ambos espectáculos participan los principales miembros del equipo técnico: Magda Banach (vestuarista), Matías Sendón (iluminador), JazmínTitiunik (coreógrafa) y Ian Shifres (compositor y director musical). Estos datos trascienden lo meramente informativo; de allí su incorporación en este  breve comentario.

Las dos obras presentan diferencias, tanto en lo que se refiere a su dramaturgia como a su puesta en escena. 

 La escenografía de LAS CAUTIVAS impone una forma visual potente que guía al espectador en un camino sin ambigüedades y refuerza un discurso verbal que, más allá de la duplicidad que aportan las secuencias cargadas de humor, no deja dudas sobre el sentido de esta “saga europea”. En el vestuario, como puede apreciarse en las fotos del programa de mano, confluyen la estética y el semantismo al tiempo que remite a la época y a los dos espacios culturales, pero en ambos casos  sin ceñirse a la reproducción histórica: es a la vez “materia sensual para el actor y signo perceptible  para el espectador” . Esta concepción del vestuario se aplica a los músicos en escena,  Agustín Cañas y  Fabio Pérez, cuya interacción con las actrices resulta central para reforzar el teatralismo que la escenografía con el corrimiento de diferentes telones propone. El maquillaje de Lorena Vega, casi máscara conforma en sí mismo un verdadero lenguaje simbólico que define física y espiritualmente al personaje. Los monólogos de las dos protagonistas exponen una mirada crítica sobre los conceptos de civilización y barbarie y ponen en evidencia la visión sesgada que condicionaban la visión de los europeos sobre los indígenas y una recreación ficcional de como una nativa podía concebir al extranjero, Lo histórico resulta traspasado por dos elementos dominantes: el humor y el problema de género

 La escenografía, el vestuario, y la iluminación de LA VIDA EXTRAORDINARIA, con su pura funcionalidad, no apuntan exclusivamente a explicar, describir, o sugerir, y los videos (autoría Agustina San Martín) proyectados en distintos momentos de la acción, no obturan sino que potencian, por su carga simbólica, la narrativa en off (Cecilia Roth), los diálogos y los monólogos. Tenconi Blanco, director, opta por soslayar un protagonismo de la “imagen ilustrativa” que pueden generar las tres aspectos antes citados en favor de la transmisión sin opacidades del texto de Tenconi Blanco autor.  Para ello cuenta con dos magníficas actrices que desde su corporalidad (gestos, movimientos, desplazamientos, proxemia) y la utilización de la voz en todos sus matices (voz entendida como prolongación del cuerpo) transmiten al espectador reflexiones sobre temas fundamentales como la vida y la muerte (“vivir y morir porque sí”), el problema de género, la soledad, el amor y el desamor, el amor y el sexo, el lugar y la identidad (la imagen del programa de mano ilustra varios de estos temas. Como sucedía en la puesta de LAS CAUTIVAS, los músicos en vivo, Teo López Puccio y Elena Buchbinder, interactúan con las acciones de las protagonistas, pero en este caso, dicha interacción se intensifica en los momentos en que se incorporan como “utileros”.

Más allá de las diferencias anotadas, entre ambos espectáculos se descubren puntos en común: uno el que se refiere a las tres actrices mencionadas quien, proponen un juego enfático para  exponer la radicalidad del deseo y un dominio del oficio que les permite  combinar la racionalidad del lenguaje con una actuación avasallante que dinamita  las construcciones identitarias cristalizadas; el otro se  relaciona  con Tenconi Blanco director: la importancia que le otorga a un teatralismo que incluye en determinados momentos la ruptura de la cuarta  pared, y la confluencia de “eros y  tanatos” con el humor. Todo ello muestra su personalísimo estilo, su creatividad y su oficio.



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AÑO VI, n°268

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viernes, 1 de septiembre de 2023

KADO KOSTZER, SOLAMENTE UNA VEZ…QUIZÁS DOS.

Esta obra (Buenos  Aires,  Eudeba, 2023, Biblioteca  Proteatro)  vuelve a reafirmar, ahora con creces, los valores de  Kado  Kostzer como escritor. Esos “encuentros furtivos” que especifica el subtítulo, son suficientes para que el lector penetre en las vidas de más de medio centenar de personalidades, quienes, de manera programada o accidental, se cruzaron en diferentes momentos, situaciones y lugares con el autor. En ningún caso lo efímero de esos encuentros impidió que Kostzer sintetizara acertada y agudamente las principales características que podían definir a sus interlocutores.

En la solapa, una hermosa foto de Sergio García Ramírez muestra a un “furtivo” Kado Kostzer con anteojos negros cuya imagen se sobreimprime parcialmente sobre otra foto tomada por Nicolás Schoenfeld en la que aparece Lida Martinoli, primera bailarina de los años 40 –década por la que el autor siente una fuerte atracción. Un artista (el actor, director, guionista, escritor) sobre una artista (primera bailarina): un tucumano y una rosarina que trascienden lo local y se proyectan a los teatros más famosos. ( Y dos fotografías que se imbrican en un mismo mensaje).

En una entrevista realizada por  Juan  Carlos Fontana1  sostenía que “en el Di  Tella, los artistas tenían el deseo de no parecerse a nadie”, y cómo ellos,  es un ecléctico, no se parece a nadie; pero  dueño de una inusual erudición y de una privilegiada memoria ofrece  una obra que participa de la autobiografía, de las biografías de artistas, de los relatos de viaje, de la narración histórica  (micro y macro), del  breve  sketch, y del estilo periodístico. Transita por todas las gamas del humor: del más corrosivo al piadoso, según sea el destinatario; ataca sin piedad las conductas de quienes revelan “aires de suficiencia” o de los que festejan los fracasos ajenos, como si pudieran borrar con ello borrar los propios, pero también pinta con indulgencia las debilidades de los artistas en su necesidad de ser amados, reconocidos y recordados.

Dota de un auténtico sentido a la frase “atesorar recuerdos”, y en su breve “A manera de prólogo” ofrece dos claves al lector: evita el orden cronológico y la agrupación por las ciudades en que tuvieron lugar los encuentros y “Como hombre de teatro privilegió los decorados y el momento social, en los que se desarrollaron las acciones de las obras, en estos casos ¡de los sketches! dados su brevedad y levedad” (pp.11-12). 

Me permito opinar que su “levedad” es sólo aparente. No se ocultan ni las represiones a los artistas, ni las persecuciones llevadas a cabo en nuestra América, ni el terrorismo de Estado (la triple AAA, la dictadura militar); y en un plano más individual y focalizado en la profesión instala implícitamente un interrogante sobre lo que un artista está dispuesto a hacer para vivir lo que ha elegido.

Los nombres de las figuras y los títulos que abren y cierran el libro son signos codificadores potentes: Tita Merello (“Destino: ¿jodido!”) y Jeane Dixon (“Pitonisa al paso”). La primera, con un “jodete” discepoliano, le auguraba proféticamente a un joven  Kado, que ser “un muchacho brillante, instruido e inteligente” (p. 17) no sería fácil de sobrellevar en este  país: lo haría fácil; la segunda, le vaticina su destino  de escritor. Ambas “profecías” se cumplieron. Sus mayores éxitos y reconocimientos los recibió en el extranjero; y a pesar de su pertenencia al universo de la escena, desde la época dorada del Di Tella hasta hace pocos años, su labor como narrador se ha consolidado. Este libro da fe de su talento como escritor.


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AÑO VI, n°268.

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[1] PICADDERO, 36, AÑO XVI, enero-abril, 2917, pp. 24-25