lunes, 29 de octubre de 2018

NORBERTO VÁZQUEZ FREIJO JERARQUIZA EL VARIETÉ Y EL CONCEPTO DE LO POPULAR CON DE AMORES Y CANTARES.


Tres son las fuentes que alimentan este nuevo espectáculo de Vázquez Freijo: una fuerte presencia de los recuerdos familiares, su formación musical y la lectura de autores españoles.

 La presencia de un tío y una abuela españoles que conservan y le transmiten su lengua, tradiciones y la pasión por la música se traducen en De amores y cantares no sólo temática sino estructuralmente: autobiográficos y autorrefenciales los cuadros inicial y final que enmarcan el espectáculo.

Responsable de la idea y la dramaturgia, Vázquez Freijo señala a los autores que lo inspiraron: el romancero español, los Álvarez Quintero, Arniches y García Lorca. Ese punto de partida le permitió dotar brindar como aquella poesía anónima y popular, un juego de ritmos y melodías que remiten a fuentes universales al tiempo que regionales; como los segundos, generar desde el costumbrismo, una recepción inmediata a partir de acciones sencillas y risueñas, y diálogos agudos; el prolífico Arniches, diseñar agudas y pintorescas estampas de los distintos tipos regionales -aragoneses, madrileños, catalanes, gitanos andaluces…-; y, finalmente, como Federico -quien declaraba en 1936, “El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana”-, conjugar poesía, música y belleza plástica.

Dedicado a su maestra Lida Porto el protagonismo musical se manifiesta en cada uno de los cuadros que lo integran. Laura Liss, responsable de los arreglos y la dirección musical y vocal cumple una rol fundamental ya que en cada uno de los pequeños cuadros, la música ofrece ya un valor significativo en si mimo en los intermedios protagonizados por el virtuoso guitarrista Matías Gómez Campo (“Lágrima” de F. Tarrega, y fragmento de “Guajiras por Lucía” de Paco de Lucía) , ya en aquellos momentos en que funciona con un valor claramente referencial amalgamada con la acción (populares castellanos, pasodoble, schotis, copla, rumba flamenca).

 También a cargo de la dirección estas instantáneas escénicas que alternan diálogos, recitados, canciones, baile y solos de guitarra, Vázquez Freijo convocó a calificados intérpretes como Julieta Cancelli, Pepa Luna y Diego Sassi Alcalá. Julieta Cancelli vuelve a confirmar sus dotes de bailarina y coreógrafa al tiempo que se revela como intérprete en los cuadros dialogados. Pepa Luna, a quien aquella dirigiera en Yerma o la cuadratura del círculo, concreta en la escena lo que propone en teoría: usar la voz como instrumento en movimiento, entenderla como aire y vibración. Ambas con talento y oficio proponen un encuentro: encuentro con el cuerpo y con la voz. Sassi Alcalá genera una matriz dinámica de comicidad en sus diálogos con las actrices, en especial en las dos instancias en que representa a un pretendiente amoroso y logra una fuerte comunicación con el público; respeta siempre el tipo de humor benevolente que propone el autor y evita inteligentemente no caer en una caricatura grotesca, sino proponer una criatura querible.

 Conocedor de las reglas del varieté y de las características que este género adquiere en nuestro país, crea la figura de un agudo presentador (José Luis Larrauri) quien desde el primer momento sitúa al público sucesivamente en el campo de la intimidad, la ruptura de la cuarta pared, la instantaneidad y la ficcionalidad.

A pesar de la presencia de los elementos costumbristas que constituyen aspectos centrales de “este homenaje a una forma de vivir en familia en aquellos años cincuenta en Buenos Aires” y paralelamente concretar escénicamente recuerdos personales de su juventud en el barrio de Monserrat, el autor/director logra un encomiable equilibrio entre lo imaginado por otros y lo vivido por él y la comunidad española, no sólo en el los textos sino en un lenguaje no verbal como el vestuario: Sabrina Herbas acierta al recrear el propio de la época de medidos del S. XX sin caer en el pintoresquismo: le bastan un mantón y un abanico.

La pequeña Sala de la Botica del Ángel se convierte en el espacio ideal para este varieté que rememora no sólo lo hispánico y su recepción en el pasado, sino que apuesta a una activa y gozosa recepción en el presente.

 
www.goenescena.blogspot.com.ar

Año III, n° 150

 pzayaslima@gmail.com

 

lunes, 22 de octubre de 2018

ALFONSINA STORNI NAVEGA EN UN MAR OCULTO.


Agustín León Pruzzo propone un viaje a través de la vida y la obra de Alfonsina Storni en Un mar oculto, espectáculo que integra textos de la autora y textos propios inspirados algunos de ellos en documentos y declaraciones de los contemporáneos de la poetisa y dramaturga homenajeada.

En el Programa de mano, dos mensajes complementarios, ambos de 1938, señalan el rumbo elegido por el director:

“El mejor homenaje que puede hacérsele a un fuerte no es enterrar su tragedia con un ramo de bellas palabras, sino tratar de penetrarla, sin miedo a verdad alguna. Y de lo negativo alzarse a lo positivo: creando una mayor conciencia de lo excepcional de su naturaleza, y del alcance de sus ideas” (A. Storni)


“…no hemos conseguido, con toda nuestra riqueza, crear una atmósfera propicia donde pueda prosperar esa planta delicada que es un poeta. En estos dos años han desertado de la existencia tres de nuestros más grandes espíritus, cada uno de los cuales bastaría para dar gloria a un país: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni. Algo mal anda en la vida de una nación cuando, en vez de cantarla, sus poetas parten voluntariamente, con un gesto de amargura y de desdén” (Senador A. Palacios).


 Pruzzo trabaja en estos dos sentidos: mostrar aquellos valores que revelan la esencia y el porqué de la trascendencia de la protagonista e indagar sobre el papel negativo que cumplía (y parecería seguir cumpliendo) un amplio sector de la sociedad argentina.

 En los últimos años dos unipersonales buscaron reivindicar la figura de la escritora Yo, Alfonsina, de Alejandro Veroutis y Vicente Battista (2014) y Yo, Alfonsina (una mujer libre), de María Esther Fernández (2017)
[1]. Ambos espectáculos se focalizaron en la lucha de una mujer dispuesta a todo con tal de alcanzar la igualdad y la libertad. Y ambos se estructuraron sobre el entramado de textos heterogéneos de y sobre ella.

 Pruzzo se inserta en esta línea: según sus propias declaraciones no desea reducirla a “una romántica, perdedora, y suicida”, sino subrayar sus “aristas más potentes”, y para ello recurre a un ensamblado de textos. Pero su espectáculo ofrece varios aspectos para destacar y que lo convierten en excepcionalmente bello y clarificador. Para lograr el doble movimiento de desmontar un mito y refundarlo, el director, puestista y dramaturgo, organiza el material creativamente.

  El espacio que ofrece Estudios Caracol en una de las Cúpulas del Edificio Bencich se convierte en un lugar propicio para que la protagonista traspase la cuarta pared y genere un especial contacto con el público desde el primer momento (en los pasillos frente a los ascensores, en la terraza, en la sala). Los ventanales cubiertos por espesos cortinados y que contribuyen a generar un espacio íntimo y confesional, al abrirse sobre el casco histórico subrayan un discurso apelativo en pos de conseguir igualdad y justicia. Todos los elementos escenográficos se integran y completan el discurso verbal (tanto el poético como el narrativo): el espejo ante el cual el personaje de Alfonsina narra especiales momentos de su vida opera como símbolo de la imaginación, de la conciencia, del pensamiento que genera la autocontemplación; los libros que elige y sobre los cuales se trepa y reposa subrayan el poder que ellos tienen de develar el secreto de los secretos; la puerta central, que muestra lo que era la oficina de Maximiliano Bencich inundada con hojas de poemas que cuelgan del techo y cubren el piso, implica la decisión de “cruce del umbral”.

 Los textos elegidos permiten al espectador reconocer las ideas vectoras que rigieron a Alfonsina: la angustia como forjadora de utopías, sus miedos y su amargura pero el rescate por la belleza, su desprecio por el “hombre pequeñito” y su necesidad de separarse del rebaño, la coherencia entre sus declaraciones y sus elecciones personales. Por ello resulta adecuada la elección del vestuario. A diferencia de las otras obras, no hay túnicas blancas- propias de las declamadoras de la época- sino el austero vestido oscuro que se corresponde con las dificultades por las que una luchadora como ella atraviesa (abandono, despidos, rechazos, prejuicios) y que la conecta iconográficamente con otras luchadoras por los derechos femeninos, las bostonianas.

 Encuentro que esta perspectiva que revisita a Alfonsina carga de nuevos sentidos a sus textos tiene muchos puntos de coincidencia con la profunda  y lúcida lectura que Delfina Muschietti realizara en su prólogo a las Obras Completas, en el que también desmonta sistemáticamente toda las visiones edulcoradas y sentimentales sobre Alfonsina, así como la peyorativa crítica que realizara en su momento Jorge Luis Borges.

También resulta original y potente el modo en que integra la actuación del guitarrista Alef Dálet, quien no sólo reproduce la música original de Santiago Orquera sino que participa del juego escénico, generando un diálogo profundo en este unipersonal único; diálogo que también existen entre la protagonista y quien tiene a cargo la recepción y asistencia general, Luciano Sebastianelli.

 Deborah Truza, en el rol de Alfonsina se revela como actriz y cantante, capaz de pasar naturalmente de un registro a otro (palabra hablada, canto), de un discurso a otro (poético, narrativo, apelativo), de un movimiento intimista hacia sus pliegues secretos a un movimiento expansivo en busca de la comunicación con el otro, logrando siempre soslayar todos los estereotipos que tradicionalmente marcaron a la escritora evocada. 

Inspirado en la vida y la obra de Alfonsina Storni, Pruzzo logra a través de las distintas secuencias sabiamente alternadas (canto, recitado, narración) que Un mar oculto revele no sólo otras facetas de la protagonista, sino que reconstruya un contexto sociopolítico y cultural pasado, cuyos efectos todavía hoy nos afectan.

 
www.goenescena.blogspot.com.ar

Año III, n°149
pzayaslima@gmail.com

 
[1] La obra se había estrenado por primera vez en 1989.

lunes, 15 de octubre de 2018

LABIOS NEGROS: CINE, TEATRO E HISTORIA



En el 2002 Francisco Pesqueira, Claudio Pazos y Carlo Argento se reunieron para generar un espectáculo surgido de su primer planteo “Hagas lo que hicieres…serás criticado, pues entonces haz lo que quieras. Todos somos ´Carne de crítica´. Así se llamó nuestra primera obra, que luego le daría nombre al grupo”
[1]. A este le siguieron Dignos de lástima (2003), Correte que chorrea (2005), Lo frío y lo caliente (2006), Subió la carne (2008), Carne sola o Doña Rosita, el soltero (Premio ACE mejor espectáculo de humor, 2010) y Mamarracho (2012).

El programa de mano informa sin ambigüedades sobre el tema.


"Delita, Herminda y Adalberto son extras de cine con pretensiones de “Estrella”. Deambulan de película en película. Se conocieron en una de ellas, “La Cabalgata del Circo -1945-, y a partir de allí se entrecruzan las historias. Un rumor, un despecho, una ideología, generan entre ellos un rencor por traiciones, verdaderas o ficticias, mientras exponen en medio de esas tormentas, sus deseos de ser alguien”



La permanente cita de la película “La cabalgata del Circo” es fundamental para entender y disfrutar de estos contemporáneos  Labios negros (2018). Mientras la película dirigida por Mario Soffici y Eduardo Boneo se califica como drama musical, el espectáculo dirigido por Carlo Argento se presenta como Melodrama Cómico en cuatro fragancias.

Los cuatro momentos elegidos (1950, Olor a hombre; 1952,Olor a crisantemo; 1954, Olor a viento y sal; 1956,Todavía hay olor a quemado) son titulados acertádamente como “olores” (estos se propaga en el tiempo y en el espacio) y tanto la historia (Perón, Evita, la Revolución) como el arte (el cine) impregnan aún el presente.

La confrontación entre las que fueran, respectivamente, en la película protagonista (Libertad Lamarque) y miembro del elenco (María Eva Duarte), y la que narra la película (rivalidad que desarrollan dos familias circenses) encuentra su réplica en la ficción escénica Delita (defensora de Libertad Lamarque) y Herminda (admiradora de Evita). Como en todo melodrama son los personajes los que originan las situaciones y rigen su desarrollo, y como en toda comedia la acción impregnada por el humor es causada por el choque entre personajes. Los actores y el director crean un universo atrevido, de utopías satirizadas y un descontento irónico sobre la política y el arte a partir del texto aportado por tres escritoras: Laura Coton, María Rosa Pfeiffer y Patricia Suarez. El travestismo (los personajes femeninos encarnados por Claudio Pazos y Francisco Pesqueira, y el masculino, por Claudia Pisanu) refuerza el aspecto paródico y contribuyen a generar la risa. Pero se trata de una risa inteligente y la respuesta cómica se desliza tangencialmente a lo dramático, y allí aparecen las grietas ideológicas, la soledad de artistas que nunca alcanzan el éxito. Los tres artistas magistralmente logran instalar un humor reflexivo y piadoso que se cuela en la carcajada que provocan. Pero ese travestismo[2], en el contexto del espectáculo, implica no solamente desestructurar la categoría de lo masculino y lo femenino, sino que revela “la crisis de la categoría en sí” (Marjorie Garber), al tiempo que con el travestismo de la mujer vestida como varón remite al único campo en el que este aparecía con frecuencia: el cine argentino (Luisito, de Luis César Amadori o La niña de fuego, de Carlos Torres Ríos, por ejemplo[3].

Esa mirada irreverente sobre la historia política y la historia del cine (una de las artes populares por excelencia) se abre como punto de partida para la comprensión de la actualidad (la pervivencia de la grieta ideológica y el mundo de los artistas). El humor nunca llega a ser ácido y de alguna manera la risa que despiertan esos seres que luchan contra la soledad, la decadencia y el fracaso, en los que conviven indefensión y compromiso, competencia y solidaridad, es piadosa. Las autoras, quienes dominan el arte del diálogo, saben también cómo dosificar el sentimiento en la comedia en la comedia y entretejer sin fisuras las historias individuales y el contexto histórico-socio-cultural. En Labios negros, los tres personajes son antihéroes, tres seres desvalidos, que a pesar de todas las diferencias -esencialmente políticas- y la competencia (lograr el mejor papel) y reunidos por la desesperanza y la adversidad, aparecen fortalecidos por el afecto que los une, y por el amor a un arte que los completa y les permite participar aunque sea de modo efímero en otras vidas más plenas.

Un acierto es el diseño de maquillaje de Norberto Poli (enmascaramiento sin máscara) las pelucas de Miriam Manelli que reproducen la iconografía que exhibían los afiches de la época anunciando el estreno con los rostros de Libertad Lamarque y Hugo del Carril. Otro, la dirección de Argento, quien maneja hábilmente las peripecias y con el concurso de los elementos visuales, musicales y coreográficos conjuga lo estético con lo entretenido. No es posible dejar de señalar la teatralidad que encierra el texto en el que se entrelazan lo narrativo, la evocación poética, la referencia política, un ritmo interno que funciona como partitura para la puesta en escena. Esto es posible, más allá del talento de las autoras, a un ejercicio de escritura compartida
[4], y a un trabajo compartido con el director[5].

Este melodrama cómico, categoría elegida por sus creadores que en sí misma relativiza el concepto de categoría confirma las palabras de Eric Bentley en La vida del drama al definir la comedia: “(…) es indirecta, irónica. Habla en broma cuando se refiere al dolor. Y cuando deja a la vista el sufrimiento es capaz de hacerlo trascender en júbilo (…)”.

Es el júbilo lo que Labios negros despierta en la recepción inmediata, quedando para después, la reflexión.

 
www.goenescena.blogspot.com.ar


 Año III, n° 148

 pzayaslima@gmail.com.
[1]Solapa del CD que incluye 21 canciones (composiciones originales, piano y orquestación de Sergio Vainikoff) de cuatro espectáculos, que fuera creado en ocasión de los primeros diez años de trabajo.
[2] Término acuñado en 1910 por Magnus Hirschfeld en Die Tranvestiten, es la forma más significativa de disfraz que implica cambio de sexo a través del traje, complementado eventualmente por maquillajes y pelucas
[3] Este tema aparece desarrollado en Los lenguajes no verbales en el teatro argentino, de Beatriz Trastoy y Perla Zayas de Lima, Universidad de Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, 1997.
[4]Pfeiffer y Coton (Roter Himmel, 2005; La bámbola, 2007): Coton y Suarez (Divina complacencia, 2017); Coton, Suarez y Pfeiffer (Otros gritos, 2011/12).
[5] Coton (autora) y Argento (director), Primer capítulo del unitario radial “De chambergo y Funyi” (Emisión 2248 de “El sube y baja”)

lunes, 8 de octubre de 2018

ARTES COMBINADAS EN "CONCIERTOS ILUSTRADOS"



 El Museo Isaac Fernández Blanco (Palacio Noel) fue nuevamente sede de conciertos de música, esta vez a cargo del músico español José Luis Pastor. Dos aspectos para destacar: se trató de un concierto ilustrado y de la presentación el primer registro discográfico a nivel mundial sobre los instrumentos de cuerda pulsada de la edad media. Un atractivo especial de este concierto radicó en la confluencia de lo plástico con lo auditivo a partir de las cinco réplicas de instrumentos de época, y la ejecución de una variedad de géneros musicales de los siglos XIII al XV, representativos del amplio espectro cultural de la Europa Medieval. El trabajo llevado a cabo durante largo tiempo por Pastor[1], que implicó una importante recuperación de patrimonio histórico, ofreció a un auditorio colmado una diversidad sonora y visual, de la mano de los diferentes timbres y modelos de los instrumentos empleados él.

La información brindada por Gabriela Levite nos acercó datos interesantes sobre el arte medieval de la Péñola, el plectro o púa con el que se tañían las cuerdas en la Edad Media. Ante la abundante iconografía sobre conjuntos de cuerdas, vientos, percusión y canto en este periodo, surge una pregunta lógica: ¿cómo se comportaba un tañedor de por ejemplo cítola, guitarra medieval o laúd, ante una pieza medieval, cuando se enfrentaba solo con ella, teniendo en cuenta que esta música no está escrita para ningún instrumento en concreto? THE EVIDENCE es el primer registro realizado sobre la Cuerda Medieval solista a nivel mundial. En él ha colaborado la Sociedad Española de la Vihuela y ha sido presentado en numerosos festivales de Música Antigua y Teatros de España y Europa, con gran éxito de público y crítica especializada, obteniendo el galardón Melómano de Oro, por parte de la revista MELÓMANO.

El programa desarrollado combinó iconografía y música con un discurso verbal en el que el músico/disertante demostró la veracidad de las opiniones de los críticos especializados: sus conciertos constituyen “una ocasión única de acercarnos al sonido original de esos. El repertorio seleccionado recoge una amplia variedad de géneros musicales de la Europa Medieval, desde cantigas de Santa María, compiladas por el Rey Alfonso X El Sabio (s. XIII), hasta las polifonías del Códex Faenza (s. XV) o el Llibre Vermell de Monserrat (s. XIV), pasando por las estampidas reales de la Francia del s. XIII, el manuscrito italiano de Danzas de Juglares (s. XIV), con géneros como el Trotto o las primeras danzas contrastantes conservadas, y las monodias del propio Llibre Vermell o del prolífico compositor del Ars nova francesa, Guillaume de Machaut (s. XIV).

Su intérprete combinó iconografía y música con un discurso verbal en el que el demostró la veracidad de las opiniones de los críticos especializados: sus conciertos constituyen “una ocasión única de acercarnos al sonido original de esos testimonios que hoy se exponen en silencio en museos” (Jorge de Persia) y ejemplifican cómo es posible conectarse “magistralmente” con el público (Juan Antonio Hipólito). Pero no sólo lo avalan sus compatriotas hispanos. Para Kayoko Katoh (Sociedad Japonesa del Laúd) Pastor toca con gran virtuosismo desde simples melodías hasta polifonía; y según Martin Shepherd (Lute Society of England) “logra de manera espléndida mantener el interés y la variedad, y su virtuosismo a la hora de tocar estos instrumentos –cada uno con su propio carácter y afinación- es asombroso”.

Este concierto/performance presentado en el Palacio Noel permite al receptor descubrir especificidades pero también interconectividades entre el presente y el mundo medieval europeo, y generar una reinterpretación de ambos. A través de tres instancias (lo visual, lo lingüístico y lo auditivo, el intérprete ofrece un discurso que aúne aúna práctica y representación (en términos de R. Chartier) y potencia la capacidad evocadora del sonido.


PROGRAMA

VIHUELA DE PÉÑOLA, s. XIII

Carlos González, miniaturas de las Cantigas de Sta. María (España)

CANTIGAS DE SANTA MARÍA. España, s. XIII. Biblioteca del monasterio de El Escorial. Códice j.b.2

CÍTOLA, s. XIII

Carlos González, pórtico de la colegiata de Toro (Zamora. España)

LA VII ESTAMPIE ROYAL. Francia, s. XIII. París, Bibliothèque Nat, fonds français 844C. (Le chansonnier du Roy)

TROTTO. Italia, s. XIV. Londres, British Library, Additional 29987

ÇINFONÍA DE TRASTES, s. XIII

Miguel Ángel Ramírez, iglesia S. Esteban, Sos del Rey católico (Aragón. España)

RECREACIÓN SOBRE MONODÍAS MEDIEVALES, España/Francia, s. XIII XIV. (Varios códices)

GUITERNE (guitarra medieval), s. XIV

Carlos González, pintura de Simone Martini (Italia)

DE TOUTES FLOURS. Italia s. XV. Faenza, Bibl Comunale 117 (Faenza Códex)Original de G. de Machaut (s.XIV)

LAÚD ITALIANO, s. XIV-XV

Joaquín Rodríguez, pintura de Francesco dell Cossa (Italia)

INPERAYRITZ DE LA CIUTAT IOYOSA. España s. XIV. Bibl monasterio Monserrat. Códice Ms1 (Llibre Vermell)

LAMENTO DI TRISTANO-LA ROTTA. Italia, s. XIV. Londres, British Library, Additional 29987
Año III, n° 147

[1] Pastor es considerado uno de los mayores especiLalistas y pionero en la Cuerda Pulsada Medieval. Es Profesor Superior de Guitarra Clásica por el Conservatorio Superior de Música “Manuel Castillo”, de Sevilla. Premio fin de grado en la especialidad de laúd y vihuela. Ha impartido cursos, conferencias, master clases y conciertos en festivales de Música Antigua por toda España: Sevilla, Madrid, Barcelona, Valencia, Gijón, Bilbao, Granada, Toledo, San Sebastián, Córdoba, Gijón (FEMAG y III Encuentro Mundial de Sociedades del Laúd… Reino Unido: Londres. Lute Society. Bosnia-Hertzegovina: Sarajevo. Winter Festival. Francia: París. Festival “Kalenda maia”. Marselle. Jornadas Medievales (Istres). Italia: Lombardía, Cremona, Mántova, Crema – “Il canto delle pietre”. Portugal: Islas Açores, Lisboa, Lagos, Portimao, Faro, Tavira, Albufeira… y Marruecos (Tánger y Casablanca). Ha realizado programas y grabaciones para RNE y ha escrito artículos para revistas especializadas (Hispánica Lyra, de la Sociedad de la vihuela). Actualmente es director del Conservatorio “Manuel Rojas”, de Nerva (Huelva- España), en el que ocupa plaza de profesor titular de guitarra. Director del conjunto medieval Axabeba, desde 2012 es director Artístico del Festival de Música Antigua “Castillo de Aracena”.

miércoles, 3 de octubre de 2018

ALBERTO FELIX ALBERTO, UN DIRECTOR DEL SIGLO XX INSPIRADOR PARA DIRECTORES DEL SIGLO XXI. (SEGUNDA PARTE)

Una de las citas preferidas de  Tulio  Stella quien tan estrechamente unido estuvo a Alberto Félix Alberto en el campo artístico era  “Los términos no valen por si mismos; las relaciones son lo único que importa” (Michel Paul Guy  Chabanon). Creo que sin duda podría haber sido suscripta por  Alberto.  Su puesta de En los zaguanes, ángeles muertos parecen confirmarlo. Sobre esta declaraba: “Se trata  de una metáfora de la conciencia tal como la entendía  Freud. Y es, además el conflicto de un creador debatiéndose consigo mismo. El lenguaje es inventado, puro sonido. El espectador encontrará en el escenario las distintas instancias del aparato  psíquicos.  El final es operístico” . Las alteraciones que afectaron a El marinero de Amsterdam de  G. Apollinaire en la que Alberto ubica al comienzo  fragmentos del monólogo final de  Ana, no son gratuitas como tampoco lo es su interpretación de una obra de Nathalie  Sarraute en su personalísima versión de  Por un sí  o por un no, en la que el texto se conecta estrechamente asimismo una escenografía libremente inspirada en una fotografía  (cuenta con la colaboración del artista  plástico  Raúl  Bongiorno ), para mostrar de qué manera el receptor puede recoger las palabras del otro y hasta qué punto eso  puede generar terribles e impensadas respuestas.

Su preferencia por las versiones libres se confirma en Cabaret negro (1994, año en que también pone en escena, La Pasajera), basada en textos breves de Jean Cocteau en los que aparecen personajes funcionales a los intereses de Alberto: el marinero, el ángel  negro, el travesti, la mujer desesperada. allí predominan la ambigüedad (presencia andrógina), la inversión de un proceso (strip tease), contraposiciones entre lo que plantea la acción (crimen y ocultamientos) y la intriga de las tres historias paralelas,  y el  tono recitativo y monocorde en la expresión del discurso verbal, o  el vestuario brillante y colorido  y  el humor oscuro implicado en título, la confluencia de artes (teatralidad sustentada en el montaje a la manera del cine), la cita a un género como el cabaret francés y especialmente el alemán, pero del que el director toma sólo algunos elementos espaciales y los adapta a su estética: mesas y humo de cigarrillos pero inmovilidad y silencio por parte del público, y la música, que convoca heterogéneos  artistas: el personalísimo intérprete de jazz, el trompetista Miles Davis; un compositor interesado en los ritmos de la Grecia antigua, Oliver Messiaen; Gian Carlo Menotti, compositor de ópera musicólogo, libretista y director de escena; un músico clásico del s. XVIII quien otorgara protagonismo a lo verbal en el campo operístico Christopher Gluck; e Igor Stravinsky capaz de integrar diferentes corrientes musicales y conocedor del arte y la literatura. A esto hay que sumar la incorporación de elementos propios de la sátira greco- latina. “Yo quería hacer un cabaret, aprovechando la existencia del bar. En París fui a un lugar conde había literatura erótica. Encontré varios libros de teatro del  siglo XVIII y me traje  todo ese material. Entre esos libros había literatura gay, algunos de Cocteau que yo desconocía porque no estaban en circulación. Entre ellos aparece una recopilación donde descubrí cosas fantásticas: monólogos escritos para Edith Piaf, uno de los “El bello diferente”. También escribió algo para  Jean  Marais.  Apareció una ópera corta que se llama “El pobre marinero”. Todo esto me fue acercando a esa especie de cabaret que yo quería hacer. Agarré esos textos, los traduje e hice una versión  libre. Cocteau hace una aclaración donde dice que no son textos de gran importancia, Están hechos para el lucimiento de  grandes actores y que se podían tomar como base para improvisar.  Fueron un motivo de inspiración para hacer  Cabaret  negro.” 

La incansable búsqueda de la perfección en la integración de todos los lenguajes se verifica en Lulú ha desaparecido (1997), obra que tuvo tres distintas versiones y se estrenó en dos espacios absolutamente diferentes como El  Teatro del  Sur y en la Sala  Martín Coronado del  TMGSM ; en los dos casos  y como en la mayoría de sus puestas se ocupó del diseño de escenografía, la iluminación  y la banda de sonido. Considerada por su creador como “un ejercicio de estilo” . Cine y teatro, cine y cabaret, lo efímero y lo permanente, la realidad y la ficción, la historia universal (la guerra mundial y el nazismo/la dictadura militar en nuestro país), mundo clásico, barroquismo, expresionismo y posmodernidad. La desaparición de Lulú es símbolo de otras muchas  desapariciones: la crítica Susana Freire señala como ejemplos, la del  cadáver de  Eva Perón, oculto temporalmente detrás de la pantalla de un cine, la de los generados por la dictadura, la perdida de ídolos, la desaparición de las historias  contadas por los magos cinematográficos. Esto último explica la  incorporación de fragmentos o las citas de diferentes films: “La caja de Pandora”, “Rosaura a las diez”, “Ocaso de una vida”, “Vivir su vida”, “Querelle de  Brest”, “Casablanca”. El ciego en su función de  acomodador del cine opera con el valor simbólico de nexo entre distintas épocas culturas y elecciones estéticas; similar nexo es el que cumple Alberto como responsable del libro, la dirección, la escenografía, la iluminación y el sonido: como en el cine mudo, la imagen (las imágenes) es (son) protagonistas. El empleo de personajes que salen de la pantalla para participar  de las fantasías del espectador coinciden  con lo que acontece en el film “La rosa púrpura de El Cairo” (hecho señalado en su momento por Carlos Llorens “Cuando el teatro se hace la película”,  La  Razón, 09/01/97).

En 1999 se produce un punto de inflexión  con la inauguración del  Teatro del  Sur en un  edificio propio. La arquitectura teatral prevista revela los intereses del director: tres espacios: una sala dedicada a la música  de cámara y a la danza, otra al café concert y la tercera, abajo, para teatro y microcine. Un  espacio que albergara las nuevas tendencias, las propuestas alternativas y recibir visitas teatrales del exterior. Allí estrena Un Hamlet de suburbio (1999) obra que  en el año anterior se daba en los Estados Unidos, mientras la citada Lulú se ofrecía en  Buenos Aires.

Alberto calificó de “conflictivo” el proceso de recreación del texto shakespereano y reconoció  que en él  hay “una especie de esquizofrenia, por un lado, soy un creador que realiza sus espectáculos, y, por otro, soy un director de teatro que puede dirigir textos de otros”.

“Yo creía en ese espectáculo. Después. A medida que lo iba viendo, descubrí que tenía fallas y me pareció que era un trabajo que hacía agua en varios lugares en los que hubiera  querido ser extremadamente respetuoso. (…) En mis trabajos, si algo no me interesa, lo borro. En Hamlet siento que no puedo hacer lo mismo, no puedo, por ejemplo, sacar el monólogo de “ser o no ser”.

Numerosísimas han sido las versiones realizadas en nuestro país de distintos textos shakespereanos, inclusive transposiciones de sus sonetos y transposiciones de su teatro a la danza. En el campo de las versiones, esta de Hamlet, en la que se ubica  al joven protagonista  en  un barrio porteños en los años ´40 es especialmente lograda. El mundo del suburbio de estirpe borgiana de estirpe borgiana, con sus compadritos y sus duelos, renace aquí, desde la perspectiva de Rubén  Stella, quien aporta su propio texto a la adaptación de  Alberto,  como “un pobre príncipe  con su  cerebro y corazón a cuestas”. Pero esta duda vuelve a trascender un conflicto individual y se proyecta hacia lo colectivo (la sociedad argentina frente a las dictaduras militares). No está el palacio, sino un bar cerca del río, un lugar en el que la niebla favorece la aparición de la “sombra”, un espacio propicio para un juego escénico en el que el erotismo convive con  la violencia, la traición y la muerte. Los anacronismos y el empleo de un lenguaje y modismos  propios del porteño, vestuario, escenografía  y música que remiten a lo local conviven en un maridaje perfecto con la historia shakespereana, a pesar de las dificultades que reconoce  Stella:
“Por un lado, parecería que el tema es adaptable a cualquier circunstancia. Hubo que reescribirla. Se mantuvieron algunos nombres originales; otros se modificaron. El rey Claudio es Claudio Reyes, Polonio es una mujer; el enfrentamiento no es entre monarcas sino entre caudillos.  Fue una parte trabajosa encontrar las equivalencias porteñas que fueran verosímiles.  (…)

El punto  de partida de esta versión es la visión del  Hamlet actual.  Como él está tratado de cortar el círculo de la violencia. Los mandatos sociales, morales, familiares, le están imponiendo que continúe con esa violencia. La venganza es el punto donde continúa la violencia” (Declaraciones a La  Nación,  6 de junio, 1999)
Cualquier puesta de cualquier obra siempre es una versión, sostiene  Stella. La excelencia de este espectáculo radica en varios puntos: la  coherencia entre la propuesta del autor inglés, la escritura de quien lo reescribe y las opciones tomadas por el director; estos dos últimos no sólo  se han compenetrado en el universo shakespereano, sino en el  borgiano al tiempo que  tienen en cuenta el receptor actual y las reglas que impone  el género. Dotan de universalidad al arrabal porteño del pasado porque ambos dominan el difícil arte de versionar y traducir para la escena.

Camas en el  desierto (2000) ofrece la revisión de  tres personajes de la Odisea: Ulises,  Penélope y Telémaco, donde lo mítico opera como detonante para  mostrar una tragedia que afecta  los vínculos familiares en la que está presente lo  freudiano. Luis Mazas reconoce en esta  puesta la influencia de la técnica  del cine y en especial la sordidez de Jack Kerouk, pero al margen de esta “deuda”, lo más valioso de este espectáculo, en mi opinión, es el perfecto manejo de los lenguajes verbales y no verbales en los que la luz, el sonido y lo visual se integran para  mostrar el mundo onírico, el papel de la memoria, los deseos ocultos y la frustración del ser humano. “Los seres humanos (…) somos abismos llenos de sombras”, decía Mario  Vargas Llosa. Camas en el desierto teatraliza ese mundo onírico y subconsciente que revelan las carencias que mueven los deseos y las búsquedas, los fragmentos sobre los cuales construir una identidad, un viaje iniciático compartido por personajes y público en el que la búsqueda del padre no afecta sólo a un individuo (en este caso el personaje de  Telémaco), sino que puede remitir a la sociedad argentina en busca de un Líder. El elemento mítico no sólo se hace presente  en la historia representada sino estructuralmente en esas secuencias se repiten  de modo parcial y cuyas variaciones, como en los mitos completan y enriquecen el sentido. Por otra parte la dosis  de erotismo y violencia hallan su anclaje en las relaciones de  Ulises  con Polifemo, Calipso, Circe y Penélope.

“Hay mucho de  onírico, como en todos mis espectáculos, y también hay referencias al desarrollo de la personalidad. Aparece la famosa identificación del hijo con el padre, los momentos familiares, lo que ha ocurrido en estos  dos mil años de civilización con la ausencia de los valores judeo-cristianos y greco latinos.  De todos estos elementos hice una especie de mezcla y lo que quedó es una pieza desesperanzada, oscura, pero que está llevada con humor” (Entrevista  de  Carlos  Pacheco a raíz del estreno  en el  teatro  del Sur).

En los años siguientes a este estreno, Alberto siguió propiciando la renovación en  circuitos alternativos, pero también en el oficial, en el campo del teatro y en el de la ópera, en nuestro país  y en el extrajero.

Su habilidad para conectar su mundo interior y el del arte,  el mundo oriental y el occidental (la literatura de Kawabata y  Mishima), lo profano y lo religioso (escritura de Santa Teresa), esa “mezcla” a la que se refería antes, se reconfirma en  E xtasis (2010) espectáculo en el que sobreviven algunas de sus opciones estéticas anteriores: el cruce entre  cine y teatro, y el empleo de símbolos ambiguos que derivan en la multiplicidad de lecturas por parte de los espectadores.

No buscaba desconcertar ni quedarse sólo en lo formal; rechazó siempre lo obvio, aquello que se limita a decirle a los espectadores lo que ya saben; propició una mirada que trascendiera los límites nacionales capaz de apreciar los productos de otras culturas mantuvo permanentemente una posición autocrítica sobre sus propios trabajos y reconoció el tipo de receptores que convocaba, y vivió con naturalidad  momentos de marginación y momentos de reconocimiento.

En entrevista con Osvaldo  Quiroga definía al teatro como “un concierto con sonidos propios” y que “tiene la extraña belleza de lo fugaz y la solidez de lo eterno”. Por ello rechaza lo convencional y  valoriza la imagen. Fue capaz de generar espectáculos para  salas grandes  (Teatro Colón, TMGSM, teatro del  exterior) y salas pequeñas; formar elencos con actores de su propia compañía y otros invitados especialmente, con actores y con personas ajenas a la profesión, pero  siempre dueños de una gran sensibilidad.  Y desde mediados de los ´90 hasta el presente se destaca en el campo  de la dirección artística de  Festivales nacionales e internacionales y distintos aspectos de la gestión cultural, actividades por  las que  recibió el  premio a la  Trayectoria  2017 otorgado por el  Instituto Nacional de  Teatro.


www.goenescena.blogspot.com.ar
Año III, n° 146
pzayaslima@gmail.com