martes, 9 de noviembre de 2021

PACHO O ´DONNELL Y SU NUEVA OBRA, UN PAPEL EN EL VIENTO.

El pasado mes de octubre se estrenó en El Tinglado Teatro UN PAPEL EN EL VIENTO, nueva obra de Pacho O ´Donnell bajo la dirección de Daniel Marcove.

En el informe de prensa el dramaturgo hace cita a Camus: “Camus escribió que la vida es un absurdo.  Pero una vez arrojados al mundo estamos obligados a transitarla. ¿Son posibles la dignidad y el sentido, a veces el humor? ¿O solo cabe la resignación y el encierro?”

En mi lectura Pacho O ´Donnell no sólo ha internalizado ciertos aspectos del pensamiento de Camus sino algunas de las principales ideas de Sartre, en especial las que aparecen en A PUERTA CERRADA: su frase más famosa “El infierno son los otros”, el doble estatuto de víctimas y verdugos, un presente eterno sin cambios. La diferencia fundamental radica en que, en la obra del dramaturgo francés, ninguno sale cuando la puerta se abre, mientras que en la de O ´Donnelll   se encuentra una mirada esperanzadora: de los cuatro, dos de los encerrados optan por asumir el riesgo que supone la incertidumbre del afuera. Y estos dos personajes revelan que en realidad no pertenecen al grupo al que parecían pertenecer, no habían sido totalmente domesticados. La violencia y el erotismo que domina a estos seres trasciende el plano de lo privado y se proyecta a un plano colectivo, y el discurso de cada uno de ellos revela tanto la incomunicabilidad como el desenmascaramiento de las conductas sociales.   

En UN PAPEL EN EL VIENTO, el encierro reúne a cuatro seres desvalidos que se mueven por momentos instintivamente, en otros, reflexivamente, en un espacio lúgubre, asfixiante, carcelario en el que sólo algunos recuerdos maquillados “atravesados por la memoria en virulenta contradicción entre lo que realmente fueron y de lo que soñaron ser”, recuerdos que les aportan algo de luz; pero la mayoría se trata de sueños imposibles, de anhelos irrealizables.  Lo erótico convive con lo grotesco, la intriga con el rencor, el fracaso con la inmovilidad y la sumisión, hasta que un acontecimiento los coloca en la situación “de elegir entre una libertad amenazante e imprevisible o un infierno desquiciante pero previsible”. En este punto también encuentro una conexión con otra obra de Sartre, EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO, ensayo en el que  describe como el hombre sueña una libertad sin límites que sean impuestos  por otros, cómo el hombre tiene que generar su propia identidad a través de sus libres decisiones y acciones y como recuperar la libertad para un hombre supone también recuperar su origen (Lourdes Gordillo Álvarez- Valdés) .

Marcove, quien ha trabajado en varias oportunidades con O´Donnell vuelve a revelar su poética teatral respecto al espacio: espacio escénico como marco para la creación de mundos (inmejorable su convocatoria al escenógrafo Héctor Calmet y al iluminador Miguel Morales) focalización en los elementos de significación. De allí, la importancia que da al lenguaje corporal que permite acceder al diseño de los personajes propuestos por el dramaturgo a partir de aquellos gestos, muecas e relaciones entre los intérpretes que permiten especificar sus rasgos típicos.  En su minucioso trabajo como director logra que lo realista aparezca integrado con lo simbólico, y en este punto juega un rol fundamental el vestuario de Paula Molina tanto para los que están en el adentro (Bill, Mónica, Diego y René), como el que crea para el misterioso personaje que en las instancias finales llega del afuera. Los actores permanentemente se focalizan en la resignificación de los objetos: la almohada abrazada, la pelota de futbol casi como prolongación del cuerpo, los libros como lugar de apoyo de la cabeza, viejos trapos que se anudan como guía que faciliten el escape. Lo sonoro ocupa un lugar central tanto en el adentro: la música original de Sergio Vainikoff aporta clima y ritmo, el trabajo con la voz (susurros que pueden funcionar como gritos; gritos que funcionan como amenazas)

Nicolás Amato García, Juan Manuel Correa, Pablo Flores Maini, Julieta Pérez y Emma Serna son quienes concretan físicamente el texto dramático propuesto, en especial esta última, quien encarna a Mónica, y a quien, en mi opinión, el autor le ha dado una cierta centralidad. Ella, con su voz y su cuerpo, concilia, anima, propone, seduce, decide, reflexiona, narra; y encuentro que la secuencia en la que se maquilla en el medio del escenario frente al público reafirma esa centralidad y subraya la vigencia de esos “recuerdos maquillados” mencionados  antes.

O ´Donnell propone un texto en el que lo político, lo social, lo filosófico y lo sicológico se aglutinan, Marcove ofrece una puesta en escena en el que apunta a una comunicación que inicialmente opere en lo sensorial para subrayar que la agresividad y la violencia acechan tanto en el adentro como en el afuera. El receptor debe ser quien saque sus conclusiones sobre qué decisión tomar cuando la libertad está en juego; precisamente esta posición a la vez ética y estética otorga otro valor al espectáculo.




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AÑO VI, n° 246

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