miércoles, 28 de septiembre de 2016

OCEANO, ÚLTIMA PROPUESTA DE DANZA TEATRO DE ADRIANA BARENSTEIN.

Océano se estrenó recientemente en el Centro Cultural Borges, situado en las Galerías Pacífico, referencia significativa como contexto de la representación.

Antes de la función, el espectador al recibir el programa accede a una especie de manifiesto de Adriana Barenstein sobre la obra.

¿Puede un cuerpo con las fuerzas caóticas y las turbulencias del océano? ¿Hay un lugar tranquilo y estable en el centro del caos? El océano es ese cuerpo a cuerpo, donde las fuerzas se estrechan y abrazan en combate y siempre hay un lugar en el que las energías se reúnen. Siempre existe un centro en el que todo se decide, en el cuerpo, entre los cuerpos, en las preguntas reiteradas, en el aire alrededor de los personajes, en el paisaje, en la música, en la luz, en el silencio. Un centro que tiene la capacidad de crear relaciones que forman contrapuntos. El océano desencadena algo que lo rebalsa, siempre. En las migraciones es el lugar de paso que mantiene unidos a los distintos elementos que tal vez en él adquieren consistencia. La ciudad es océano, con sus fuerzas caóticas y sus corrientes que arrasan, siempre. No tiene que ver con el orden. Es otra cosa. Siempre en transformación y abierto para resonar, conjugar los imposibles o las impotencias. Esa es la potencia del océano para construir un mundo escénico consistente, con cortocircuitos incluidos, poblado de melodías y voces en desarrollo continuo, muy acuático todo: salpican las palabras, materiales que inundan, chorrean las imágenes, se filtran los sonidos. Estas capas (oceánicas) se refuerzan y organizan, fragmento a fragmento, golpe a golpe, nada definitivo, nunca. Cómo deslizarse en este océano sin imponer una testaruda geometría, sin medirlo y acotarlo sino permitiendo una variación continua, un amorfo que rebalsa siempre cualquier intento de organización. El espacio del océano escapa a los límites de su medición y en ese sentido desborda. Fluye y escapa por donde puede, por la tangente, en un torbellino, en una tormenta o por cualquier fuerza que logre esquivar la forma establecida. Siempre hay un excedente. Cambios constantes de dirección, nada delimita nada, todo se escapa, huye. No hay forma permanente. No hay contorno. Están los vientos, la luz, los ruidos, los colores y los sonidos. 

Estas declaraciones pueden ser leídas tanto en sentido literal como metafórico.

- ¿Puede un cuerpo con las fuerzas caóticas y las turbulencias del océano? ¿Hay un lugar tranquilo y estable en el centro del caos?

Qué mejor manera que responder a estos interrogantes que con la propia obra. Frente a las categorías conceptuales que circulan en el campo artístico “danza contemporánea”, “contextualidad”, aparece la pregunta sobre lo real, sobre lo verdadero, que resulta ser lo identitario conformado por la lengua y la nación[1] (“yo soy italiana”, es la definición que la protagonista enarbola); son los elemento que proporcionan un centro. 

- Un centro que tiene la capacidad de crear relaciones que forman contrapuntos.

Sergio Pletikosic y Florencia Cima trabajan precisamente a partir de los contrapuntos en el modo de relacionarse con los objetos, en el juego del bilingüismo (español/italiano), en las connotaciones y modalidades de la emoción de la voz (diferencia de intensidades entre el personaje masculino y el femenino), en el modo de diseñar el espacio, respectivamente, a través de diagonales y en línea recta, y por momentos, en el modo de atravesar la cuarta pared: de espaldas y girando la cabeza, él; mirando de frente, ella.

- El océano desencadena algo que lo rebalsa, siempre. En las migraciones es el lugar de paso que mantiene unidos a los distintos elementos que tal vez en él adquieren consistencia. La ciudad es océano, con sus fuerzas caóticas y sus corrientes que arrasan, siempre.

El video combina secuencias en las que la naturaleza y lo urbano aparecen más que como contraposición como dos caras de una misma moneda: velocidad, imprevisibilidad, repetitividad, límites traspasados, inasibilidad. El ámbito mostrado, Bogliasco (lugar en el que Barenstein realizó su investigación), ofrece claramente cómo lo urbano - una comuna genovesa de algo más de 4.500 habitantes- participa de las características tumultuosas, aleatorias y vertiginosas del mar que la baña.

- Esa es la potencia del océano para construir un mundo escénico consistente, con cortocircuitos incluidos, poblado de melodías y voces en desarrollo continuo, muy acuático todo: salpican las palabras, materiales que inundan, chorrean las imágenes, se filtran los sonidos. 

Es también la constante presencia del océano una rica metáfora de la esencia del espectáculo, en el que los lenguajes no verbales, sonidos, ruidos, imágenes estáticas y en movimiento, desplazamientos de los cuerpos, objetos, iluminación, música, se entrecruzan entre sí y con las palabras de tal modo que sus efectos se concentran y retroalimentan. Una imagen potente es la que genera el actor/bailarín/performer que envuelve los objetos y el cuerpo de la protagonista, como las olas lo hacen la arena, los nadadores y las rocas.

- El espacio del océano escapa a los límites de su medición y en ese sentido desborda (…) Siempre hay un excedente. Cambios constantes de dirección, nada delimita nada, todo se escapa, huye. No hay forma permanente. No hay contorno. Están los vientos, la luz, los ruidos, los colores y los sonidos. 

La obra de arte es un océano, inasible. Imposible de definir, difícil de describir, apta sí para la contemplación, a través de la cual todos los signos se grabarán en la memoria y enriquecerán la sensibilidad. 

A pesar de esta dificultad, la necesidad de reflexionar sobre lo visto y compartirlo. A lo largo de tres secuencias la obra de Adriana Barenstein modifica el criterio logocéntrico y privilegia un juego escénico en el que lo verbal y lo no verbal modifica el proceso perceptivo del espectador, desestabilizando las bases de la representación. En la primera, en el afuera, Sergio Pletikosic se presenta a sí mismo y a quienes integran el equipo y en inquietante cercanía con los espectadores que esperan la función, se sitúa y nos sitúa en contexto espacial (la galería comercial), al que se le suma un contexto sonoro y visual (voces y circulación de quienes visitan la galería comercial); es el cicerone que nos conduce a la sala y nos invita a cruzar el mítico umbral hacia un espacio mágico, pero también nos introduce con su discurso, en el pensamiento rector de la obra: la convivencia de autorreferencialidad (como en el teatro posdramático, reflexiones sobre el teatro, sobre las relaciones entre realidad y representación), con la filosofía (qué es la verdad, qué es lo real, quién soy, qué soy) y con el humor (ironía distanciadora). En la segunda secuencia, dentro de la sala, es lector del manifiesto, organizador del espectáculo, y colaborador del técnico responsable de la iluminación y los efectos sonoros. La tercera secuencia corresponde al desarrollo del espectáculo. Ya no hay lugar para la desacralización ni la ironía. Allí los códigos cotidianos y los teatrales son re-visitados y re-visados para mostrar la integración y/o confrontación de los espacios subjetivos (lo representado en la escena) y los sociales (lo presentado en la proyección). La excelencia de los dos performers[2] potencia el juego de miradas: de los actores con los objetos que remiten a lo oceánico (velero, sombrilla, salvavidas) y con las imágenes que se proyectan, en la que estos objetos aparecen como dobles o juego de sombras; a lo que se une la mirada del espectador sobre esos mismos objetos y quienes lo manipulan. Esta secuencia, que cierra el espectáculo, condensa, reúne y concreta el diálogo “anunciado” en las dos anteriores entre Wittgenstein (“el límite de mis palabras es el límite de mi mundo”) y Mc Luhan (“el medio es el mensaje”)

La originalidad de la propuesta, el profesionalismo de quienes integran el equipo, y una estructura que combina organicidad y al mismo tiempo apertura, guión pautado e improvisación justifica los auspicios y subsidios recibidos en nuestro país (Prodanza) y en el extranjero (Bogliasco Foundation Fellowship)



Ficha artístico técnica


Intérpretes Florencia Cima, Sergio Pletikosic y Mariana Bellotto (invitada)

Diseño coreográfico: Barenstein /Cima / Pletikosic/ Bellotto

Música original y diseño sonoro: Juan Pablo Amato

Video: Daniel Bernasconi

Diseño de luces: Nico Lisera Vidal

Asistente de dirección: Sol Besoytaorube

Escenografía y vestuario: Barenstein /Cima/Pletikosic / Bellotto

Guión dramatúrgico y Dirección General: Adriana Barenstein

Diseño gráfico: Lía Parsons

Fotografía: Mariano Salomón

Prensa y difusión: Simkin & Franco 



[1] Nación entendida como señala Luis Villoro, una “comunidad de cultura, con conciencia de pertenencia, con un proyecto común y con una relación con un territorio”. 

[2] En la función a la que asistí estaba ausente la artista invitada, Mariana Bellotto.

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