En el espacio Tadrón,
Herminia Jensezian pone en escena “ …el viaje de una Lady”, versión libre del Macbeth
y la obra breve de Griselda Gambaro, “El
viaje a Bahía Blanca”. Dos viajes que conllevan la revelación de la
capacidad de los seres humanos de ejercer la crueldad hasta unos límites que
rozan el absurdo y la inhumanidad. La directora, en colaboración con Susana
Di Gerónimo, la actriz que protagoniza
ambos viajes, condensa la tragedia shakespereana en un monólogo, en el que Lady
Macbeth propone como respuesta a la ambición el crimen y pone de manifiesto el
proceso de cambio que todo itinerario implica: en este caso el paso de la
crueldad a la locura, un descenso a los infiernos.
La obra de Gambaro ofrece la
posibilidad de reunir lo narrativo del cuento y la teatralidad de la
representación, la aparente simplicidad de un relato (pasajeros de un tren que
torturan a otro por no responder a sus preguntas) y la complejidad esencial que
transmite (la violencia generada por dificultad de comunicarnos adecuadamente
con el otro, y cerrar los ojos ante aquello que no queremos ver).
No son inusuales los espectáculos
conformados por textos de diferente procedencia, pero lo que no es usual es que
las partes funcionen auténticamente integradas. En este caso Jensezian aprovecha no sólo la riqueza intertextual que
nutre a Shakespeare, sino también la que
alimenta a Gambaro (Boris Vian[1]
a su vez potenciado por Alfred Jarry); se sumerge en los autores elegidos en
busca de líneas que los atraviesen…y las encuentra: la crueldad de quienes
tienen o asumen el poder, la cobardía de quienes callan ante el abuso, lo
absurdo y efímero de la vida, la existencia de sujetos en los que conviven, aparentemente
sin conflicto, el amor y el odio.
El espectáculo, juega a “rizar su
propio rizo”(Genette) ejemplificado en el
“mutis” que separa las dos partes y en el ramo de flores que una
espectadora “real” le entrega a la actriz “real” al final, y la obra como
“palimpsesto” (Genette) opera en un nivel metafórico para que el ser humano
pueda ser leído también como un palimpsesto.
Apoyada en dos hombros potentes:
Shakespeare y Gambaro, Jensezian logra su propio lenguaje escénico y abre ambos
textos a más de una lectura. En el primer caso, básicamente por el criterio
seguido a la hora de seleccionar los parlamentos de una obra que es bien
conocida por los espectadores, tanto por sus versiones teatrales como
cinematográficas; en el segundo, por una cuidada elección de los signos no
verbales (el rojo y negro para el vestuario, el rojo del cortinado, el rojo del
cabello, la luz). Es consciente de aquello que sostenía Declan Donnellan
“La historia cambia porque los narradores y los
oyentes cambian, el tiempo cambia. Una cosa es contar una historia y otra
definir lo que la historia quiere decir. Cuando intentamos controlar todos los
significados de una historia, fracasamos sin remedio”[2].
Es que en el fondo, el ser humano siempre
revela su confusa ambivalencia, se trate de una reina en el renacimiento inglés
o una actriz en la Argentina actual.
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