jueves, 1 de septiembre de 2016

HERMINIA JENSEZIAN, UNA DIRECTORA QUE SABE CÓMO DAR RESPUESTAS A SUS INTERROGANTES.

En el espacio Tadrón, Herminia  Jensezian pone en escena  “ …el viaje de una Lady, versión libre del Macbeth y la obra breve de Griselda Gambaro, “El viaje a Bahía Blanca”. Dos viajes que conllevan la revelación de la capacidad de los seres humanos de ejercer la crueldad hasta unos límites que rozan el absurdo y la inhumanidad. La directora, en colaboración con Susana Di  Gerónimo, la actriz que protagoniza ambos viajes, condensa la tragedia shakespereana en un monólogo, en el que Lady Macbeth propone como respuesta a la ambición el crimen y pone de manifiesto el proceso de cambio que todo itinerario implica: en este caso el paso de la crueldad a la locura, un descenso a los infiernos. 
La obra de Gambaro ofrece la posibilidad de reunir lo narrativo del cuento y la teatralidad de la representación, la aparente simplicidad de un relato (pasajeros de un tren que torturan a otro por no responder a sus preguntas) y la complejidad esencial que transmite (la violencia generada por dificultad de comunicarnos adecuadamente con el otro, y cerrar los ojos ante aquello que no queremos ver).
 
No son inusuales los espectáculos conformados por textos de diferente procedencia, pero lo que no es usual es que las partes funcionen auténticamente integradas. En este caso Jensezian  aprovecha no sólo la riqueza intertextual que nutre a  Shakespeare, sino también la que alimenta a Gambaro (Boris Vian[1] a su vez potenciado por Alfred Jarry); se sumerge en los autores elegidos en busca de líneas que los atraviesen…y las encuentra: la crueldad de quienes tienen o asumen el poder, la cobardía de quienes callan ante el abuso, lo absurdo y efímero de la vida, la existencia de sujetos en los que conviven, aparentemente sin conflicto, el amor y el odio.
 
El espectáculo, juega a “rizar su propio rizo”(Genette) ejemplificado en el  “mutis” que separa las dos partes y en el ramo de flores que una espectadora “real” le entrega a la actriz “real” al final, y la obra como “palimpsesto” (Genette) opera en un nivel metafórico para que el ser humano pueda ser leído  también como un palimpsesto.
 
Apoyada en dos hombros potentes: Shakespeare y Gambaro, Jensezian logra su propio lenguaje escénico y abre ambos textos a más de una lectura. En el primer caso, básicamente por el criterio seguido a la hora de seleccionar los parlamentos de una obra que es bien conocida por los espectadores, tanto por sus versiones teatrales como cinematográficas; en el segundo, por una cuidada elección de los signos no verbales (el rojo y negro para el vestuario, el rojo del cortinado, el rojo del cabello, la luz). Es consciente de aquello que sostenía Declan Donnellan

“La  historia cambia porque los narradores y los oyentes cambian, el tiempo cambia. Una cosa es contar una historia y otra definir lo que la historia quiere decir. Cuando intentamos controlar todos los significados de una historia, fracasamos sin remedio”[2].

 Es que en el fondo, el ser humano siempre revela su confusa ambivalencia, se trate de una reina en el renacimiento inglés o una actriz en la Argentina actual.



[1] La propia  Griselda Gambaro había señalado que el cuento del tren estaba tomado, muy libremente, del cuento “El viaje a Khonostrov”.
[2] “Estás tú, estoy yo y está el espacio”, en Directores, Barcelona, Océano, 2003, p. 44.

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