domingo, 25 de septiembre de 2016

NESTOR SABATINI Y SALVADOR OTTOBRE, DOS MIRADAS SOBRE EL TEATRO Y LA DOCENCIA.


Acaban de llegar a mis manos dos libros publicados con una separación de dos años y generados por dos autores de distinta formación, pero con una preocupación común: la docencia y el teatro.
Néstor  Sabatini, actor, autor  director y docente, concibió especialmente su Manual Didáctico.  Sobre el arte del teatro. El oficio y el arte del actor (Buenos  Aires,  Editorial  Dunken, 2014) para los alumnos de actuación de cursos y talleres y escuelas de teatro en  general.
A lo largo de  197 páginas, 13 capítulos y siete apéndices, se interroga sobre una variada gama de temas  que considera fundamentales en la formación de sus destinatarios: que es el arte, el teatro, qué papel cumple la dramaturgia y frente a ella el actor, el director, los espectadores y la crítica. Sus respuestas y propuestas, generadas a partir tanto de sus numerosas lecturas como de su larga experiencia  como docente, son ejemplificadas con textos de autores argentinos y del repertorio universal y puestas en escena tomadas de “la realidad de la actividad teatral de la  Ciudad de Buenos Aires” (Nota del autor). No sólo asume el desafío de abordar temas que exceden el ámbito de la teatralidad, sino  que también incursiona en el filosófico (la estética) y el sicológico (comportamientos del actor).
Aprovecha asimismo sus referencias a la dramaturgia para organizar sintéticamente la historia del teatro nacional y su relación con los clásicos e introducirse en el complejo campo de la teoría literaria cuando en el Capítulo 9 describe y define los géneros literarios, dramáticos y teatrales; o “poner el dedo en la llaga” cuando en el  Capítulo 7 se refiere a los espectadores.
El capítulo 5, El oficio y el arte del actor” reviste una especial importancia, por su extensión, y por que condensa gran parte de sus ideas sobre el tema: el talento como capacidad  de crear, la importancia del trabajo, el rechazo de las recetas, la importancia de las “leyes de la naturaleza”, la actuación artística como arte y como oficio (lo que también rige para el director, tal como lo señala al comienzo del Capítulo 6), la relación entre el arte y la sociedad, entre talento y técnica.
Si bien abunda la reflexión teórica, no faltan los capítulos que orientan sobre la praxis. En esta línea señalo el Capítulo 11 dedicado a la producción teatral que incluye un organigrama de producción diseñado por el propio  Sabatini;  y el Capítulo 13, titulado  “Algunas recomendaciones útiles”, en el que a los siete consejos impartidos incluye un listado de autores y obras que deberían ser tenidos en cuenta en un proceso de formación permanente.
Su posición frente al hecho teatral es clara,  y no deja resquicios para la ambigüedad: el cimiento del teatro es el texto dramático, el director es el dramaturgo del espectáculo, la utilización de la propia realidad para actuar no es lo mismo que actuar la propia realidad, hay dos clases básicas de actores: los que componen el personaje y  los  que adecuan las características de éste a sus propias personalidades, los aplausos no mienten….
Precisamente, esa claridad enunciativa y esas certezas que guían al autor son las que permiten a partir de la lectura de este libro se puedan generar enriquecedoras polémicas.
Salvador  Ottobre, profesor en Letras y Licenciado en Enseñanza de la Lengua y la  Comunicación, guionista y ensayista, publica ¡Hagan lío, docentes! (Buenos Aires,  Editorial Stella, 2016, 160 p.).  Su título y el epígrafe que precede al texto remiten expresamente al Papa  Francisco; su subtítulo orienta positivamente la lectura: “Recetario incompleto sobre los beneficios educativos de la rebeldía”.
Se trata de un libro atípico, tanto por su contenido, como por su estructura y estilo. A lo largo de once tramos, presentados en su “Hoja de  ruta” que  organiza la lectura, plantea los interrogantes que serán respondidos polifónicamente por los diferentes entrevistados y el propio Ottobre. Cada uno de los tramos presenta una similar organización: un eje temático, un personaje evocado que lo simboliza y un entrevistado cuya trayectoria lo ejemplifica. Los temas elegidos tienen que ver con la docencia pero también con el teatro: la creatividad, la actuación, la estrategia, las nuevas tecnologías, la solidaridad, el humor, la investigación, la inteligencia emocional, y también conceptos como diálogo, coactuación, juego, participación, planificación, que aparecen lúcidamente  desarrollados a lo largo del libro. A esto contribuye que los entrevistados, si bien están unidos por llevar a cabo una actividad docente provienen de variados campos: el humor (Carlos  Garaycochea), la investigación histórica (María Sáenz Quesada), el teatro (Roberto  Perinelli,  Roberto  Cossa, y  Cristina  Escofet), el cine (Manuel Antín), la televisión (Jorge  Maestro), la ciencia de la información y la comunicación Audiovisual (Joan Ferrés Prats), las letras (Pedro Barcia), el derecho (Carlos María Negri), la educación  (Javier  F. Firpo), y la acción social  (Teresita  Herrera). Estos “doce apóstoles” -me permito así denominarlos por la labor realizada por cada uno de ellos- acompañan a los personajes evocados; de heterogénea procedencia, pero que el talento, el conocimiento y la intuición del autor permite homologarlos al menos en dos puntos centrales, la libertad y la creatividad: Leonardo Da Vinci, Margarita  Xirgu, Julio César, Bill Gates, Gandhi,  Mafalda, Luis  Pasteur,  Sigmund  Freud,  Claude  Monet y Platón. Precisamente, libertad y creatividad son los valores que, en un mundo entendido como  “un texto que te descoloca” (p. 11), enarbola Salvador Ottobre, en esta y en obras anteriores.[1]
El prólogo de  Roberto Igarza introduce al lector en el pensamiento del autor de modo preciso y acierta al señalar que se pueden poner en perspectiva las prácticas cotidianas y redescubrir “el orden social, cultural y hasta político de la docencia” (p. 9.) e identifica a los virtuales receptores:
“Los textos de este libro interpelan, en primer lugar, a los interesados en evitar la encerrona de la rutina, la mecanización de la planificación, la planificación de la planificación, el orden por el orden mismo, la libertad misma. A los que están dispuestos a dinamizar la lista de las buenas preguntas” (p.8).
Dos de los aportes de Pedro Barcia se destacan. Las ideas desarrolladas en “Marginalia”, que si bien se  nutren  de lo expuesto en  los capítulos del libro y los conceptos enunciados por los entrevistados en modo alguno “son notas parasitarias” como las denomina su autor (p.131); y el orientador Apéndice 4, “La Kinecefalia Pedagógica”, que cierra el volumen.
Para definir “educación”, Ottobre  se inspira en la  fórmula de  Eisntein y la plagia (“los genios dicen todo antes que nadie y no queda más remedio que copiarlos”):  E=mc2 “Educación es igual a motivación por creatividad al cuadrado” (p. 10). Creo que del campo de la educación puede ser pertinente trasladarla al campo del teatro, lo mismo que numerosos conceptos que desarrolla aplicados a la ecuación educando-educador, y pienso concretamente en la ecuación actor/director-público.
 Muchos son los valores que pueden señalarse a esta publicación; elijo uno: enseña el cómo y el por qué generar interrogantes.
 

 

 

 



[1] Elogio del autor (2005); ¿Dónde quedó mi  Tamagoshi? (2005)- coautoría Walter Temporelli; ¡Profe, no tengamos recreo! (2010). escrito  con la participación del citado Temporelli, quien también colabora en las entrevistas del  libro que hoy  comento. 

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