Probablemente
muy pronto se reestrene en nuestro país una pieza que por años ocupó diversos escenarios,
y generó ricas polémicas no sólo sobre estos controvertidos personajes sino sobre
las recreaciones libres de la historia en el teatro. Precisamente sobre este
tema me interesé en el artículo “Memoria, Historia y Teatro”, publicado en el Boletín de la Academia
Argentina de Letras, LXXII, 2007, y del cual reproduzco algunas ideas.
La figura de
Evita transitó caminos diversos que fueron del elogio al del agravio. En
el campo del teatro, hay que esperar hasta 1983 para que los dramaturgos
argentinos la lleven a escena y a partir de entonces más de una decena de
piezas (biografías escénicas, parodias, comedias musicales, dramas) la eligen
como protagonista (Zayas de Lima, "Quién le teme a Eva perón", Teatro XXI, año III, n°4, 1997). Mónica Ottino elige en 1992 para Eva y Victoria un camino que
claramente otorga prioridad a lo ficcional, lo que le permite desarmar y
recomponer la realidad: no lee los
documentos fuentes como un objeto de comprensión en sí mismo, sino un medio
para entender otra cosa, como punto de partida para recrear estados de ánimo,
sus diálogos, sus vacilaciones y sus proyectos incumplidos. Lo privado da luz
sobre lo público, explica (en el sentido también de desplegar) completa,
revela, se abre a otra visión. Trabaja lo histórico, a partir de una biografía
que ofrece puntos coincidentes con los
datos verificables, pero incorpora sucesos nunca acaecidos y palabras jamás
pronunciadas al proponer un diálogo de dos mujeres publicas, Eva Perón,
figura emblemática del peronismo, y
Victoria Ocampo, paradigmática representante de la oligarquía, quienes nunca tuvieron la
oportunidad de comunicarse, de conocerse.
En
este encuentro imaginario, Eva convoca a Victoria para que la ayude a defender
los derechos femeninos. Representantes de dos mundos opuestos, las discusiones
y agresiones verbales que el encuentro suscita simbolizan las oposiciones que en
el campo social existieron y aún hoy
lesionan a nuestro país (si se hubiese efectivamente realizado ese encuentro – pareciera
decirnos la autora- tendríamos otra habría
historia). Asimismo, la obra nos diseña el itinerario individual de dos mujeres
que buscaron tener voz y ambicionaron poder, en una sociedad masculina que las
prefería calladas y sumisas. Más allá de las diferencias de orígenes y de
objetivos a lograr, Victoria Ocampo y Eva
Perón, en el campo de la cultura, respectivamente, tuvieron que luchar
para no ser silenciadas: “Este es un mundo de hombres y las dos vinimos a
romper las reglas de los hombres” (Libreto) por eso sus acciones fueron vistas
como transgresoras del orden social. Victoria, divorciada y al frente de una
revista de prestigio internacional como Sur,
“pudo vivir a lo hombre libre y rico” (Libreto), y Evita tuvo que
enfrentarse violentamente con aquellos
que consideraba enemigos para imponer el voto femenino y alcanzar un poder
político casi total (aunque no pudo acceder
a la Vicepresidencia de la Nación, y no sólo por su enfermedad).
A través de su trabajo con los datos
históricos, la autora logra reabrir el
debate sobre la marginación efectiva de la mujer y sobre la percepción de su marginalidad, productos, respectivamente
de acciones reales y gestos simbólicos generados desde el universo masculino. Eva y Victoria pone en crisis las versiones cristalizadas del pasado y deconstruye el discurso de aquellos que detentaron el
poder político y el de la palabra. Su texto traspasa los límites del llamado teatro histórico, pero, al mismo
tiempo, no queda adscripto a un puro
mundo de ficción, en el sentido de
inventado. Con la elección estas figuras que actuaron efectivamente en el mundo “real” y su anclaje
en un universo “ ficcional” como sujetos discursivos, Mónica Ottino –como una
década después sucede con Madame Mao - genera una obra que registra la modulación
particular de la historia a partir de experiencias individuales y detecta las
mediaciones existentes entre estas y la identidad colectiva, completando,
cuestionado y potenciando el grado de conocimiento que nuestra sociedad tiene
sobre sí misma (Zayas de Lima, "Madame Mao", de Mónica Ottino. Una nueva mirada sobre China desde Argentina, Cuadernos del Catay, 2004).
Más
allá de una discusión sobre la
pertinencia de la distinción entre fábula ficticia e historia introducida por
Aristóteles o de la negativa de
Hayden White a considerar a la
historia una ciencia, me ha interesado mostrar
cómo la relación de la ficción
con la historia constituye un hecho
insoslayable a la hora de entender el
itinerario de nuestro teatro. Como Bella Jozef advertía al referirse a los
novelistas y cuentistas hispanoamericanos del llamado postboom, nuestra dramaturga también propone
una nueva lectura de los hechos históricos,
utilizándolos como fuente y, al mismo tiempo subvirtiendo su significación
unívoca por la ambigüedad del discurso literario. En un diálogo intertextual
con las fuentes, cambia la perspectiva de la verdad oficial instituida por la
historia. Con esto contribuyen a la renovación y revitalización del género
instituyendo nuevos patrones de lectura (2000, 309).
Jozef, Bella (2000) « La metaficción historiográfica : Tiempo
y Memoria ». En Cánovas, Rodrigo y
Roberto Crisis Hozven eds. Crisis
Apocalipsis y Utopías.Chile, Instituto de Letras/Pontificia Universidad Católica, 2000.
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