viernes, 1 de julio de 2016

IVO KRAVIC, UN DRAMATURGO CROATA/ARGENTINO EN BUENOS AIRES.

La producción dramática de los inmigrantes españoles e italianos y sus descendientes directos, ha sido ampliamente estudiada, y testimonio de ellos son los numerosos y calificados libros de historia  y ensayos sobre  nuestro.  Lo contrario ocurre con los miembros de la colectividad croata.
Por ello  elijo hoy  escribir sobre Ivo  Kravic, cuyos padres croatas  (Split/Dubronik) le transmitieron fielmente su lengua y tradiciones.  Dos mundos coexisten armoniosamente y se retroalimentan en las obras de este autor. Como director de la revista de artes, letras y estudios sobre la inmigración, El croata errante, recopila y difunde en castellano y en croata, textos poéticos, narrativos y teatrales y sus corresponsales en nuestra provincia de Córdoba y en  Zagreb ofrecen noticias de quienes optaron por la inmigración y de los decidieron quedarse. En el 2002 con la versión bilingüe de Háblame de  Augusta (Govori mi o Augusti) de Luko Paljetak, Kravic abre las puertas al diálogo cultural con Croacia con su magnífica traducción[1], y mantiene el equilibrio entre el acercamiento de una cultura extranjera (para los argentinos) y la preservación de su identidad (para los croatas). Y así completa el proceso iniciado dos años antes cuando en esa misma revista ofrece la versión bilingüe esta vez de una obra de su  autoría, Hamlet Recidivo.
 
El trabajo con la historia  y la memoria son los principales puntos de partida en sus obras, Simón y la  república Imaginaria[2], escrita en el  2003, a través de la vida y obra de  Simón Rodríguez, propone una nueva reflexión  sobre las relaciones entre ficción (o fábula ficticia) e historia –distinción introducida por  Aristóteles, cuestionada por el positivismo, reformulada en la posmodernidad- la tiempo que explora en la dramaticidad de este último concepto. Revisita el pasado y diseña desde el hoy la figura silenciada del maestro de Bolívar; no propone una reconstrucción  ni un discurso de homenaje, sino el ejercicio de la memoria, enriquecido tanto por la imaginación como por la investigación documental.
 
En esta misma línea  se puede ubicar a Exodium[3], que investiga el éxodo  jujeño ordenado por Manuel  Belgrano a través de un bando sellado el  29 de julio de  1812.  En la construcción de este drama histórico apela a elementos propios de la tragedia (prólogo, peripecias, éxodo). Un coro que funciona como suplicante,  como  relator y como mediador poético en un mundo prosaico y bárbaro; un héroe que lucha contra un destino hostil, no por designio de los dioses, sino –en este caso por la operatoria de ciegas  fuerzas sociales y es capaz de elegir.
En ambas  piezas, Kravic, coloca en primer plano figuras históricas no para recrear sus facetas públicas o enfocar aspectos personales, sino para  construir textos en los que un discurso lee, afirma, contesta o refuta al otro.
 
Totalmente diferente en su factura  es Apuntes de Konavle,  cuyo estreno contó con el apoyo de la  Oficina Nacional para los croatas fuera de la República de Croacia. Originalmente fue un texto narrativo, que más podría relacionarse con sus cuentos, Casas de la memoria. En el 2015 dio  conocer su versión teatral, y se encuentra  en proceso final una versión fílmica.  El autor sintetiza así su argumento: un hombre va en busca de una herencia a la patria de sus padres en las postrimerías de la guerra independentista, y afronta nuevas experiencias, entre ellas un crimen.
De fuerte carga autobiográfica, esta -su hasta ahora última creación- integra la ficción, el  relato de viaje y lo testimonial, y apela por momentos, al suspenso. La memoria de lo pasado se tensiona con los hechos presentes y la expectativa de lo futuro durante la espera de develar lo oculto. El autor, sin duda, coincide con  Marc  Augé en que “Recordar u olvidar es hacer una labor de jardinero, seleccionar, podar”, por eso esa especie de crónica fragmentada  es  titulada “apuntes”. Y allí encontramos destellos de lo afectivo y emocional, que enriquecen un discurso que remite a lo histórico y lo social. Lo histórico y lo personal se imbrican de tal modo que es posible aplicar a esta obra aquello que  Ivo Kravic sostenía en el prólogo de  Exodium, la necesidad de asumir  “la tarea de retener y restaurar lo nuestro, persistir sobre lo ausente y cubrir con la ficción aquello que se desprende de la documentación sin alterar su esencia”.


[1] “Una magnífica traducción contiene ya su puesta en escena”, sostenía Antoine  Vitez.
[2] Buenos  Aires,  Fundarte 2000, 2004. Prólogo de  Perla  Zayas de Lima, pp.5-11.
[3] Buenos  Aires,  Fundarte 2000, 2005. Otros datos  aparecen en  Perla  Zayas de Lima  “Memoria,  historia y teatro”, Boletín de la  Academia  Argentina de Letras, n° 291-292, 2008, pp. 177- 190.

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