El Teatro Nacional Cervantes entre el 17 y el 27 de junio emitió la versión grabada de LOCOS RECUERDOS de Hugo Midon y Carlos Gianni que fuera reestrenada en dicho teatro en el 2012 y en el resto del país, a lo largo del 2013.
La trasmisión de esta obra, que fuera descripta como un “popurrí de escenas antológicas” (Diario Río Negro, 18/07/2013) fue seguida en esos diez días por más de 11.000 espectadores. Es un claro ejemplo de la coincidente postura de Midón y Gianni en la necesidad de trabajar con los mejores actores profesionales (no con principiantes) en el teatro para niños, por la complejidad que este género supone[1].
Y resulta doblemente simbólica, pues se produce a veinticinco años de su primera presentación en 1995, y a cincuenta años del estreno de su primera pieza LA VUELTA MANZANA en julio de 1970. Este homenaje a Hugo Midón (1944-2011), además de permitió acceder a una obra clásica del teatro nacional a quienes la desconocían y volver a disfrutarla a quienes tuvieron la oportunidad de verla. Los comentarios y las críticas generados ponen evidencia la función clave que dicho autor, director y maestro cumplió dentro del panorama escénico nacional. Mauricio Dayub fundamenta el porqué es un clásico (generar nuevos públicos, integrar una dupla perfecta con el músico Carlos Gianni, inaugurar un nuevo género con la comedia musical para todo público -no sólo infantil-, potenciar en los niños el desarrollo de la sensibilidad y la inteligencia que les son propias, formar actores y directores de jerarquía en su escuela “Río Plateado”) en la entrevista que en el Canal Encuentro realizara, entre otros, a dos de los artistas que trabajaron en LOCOS RECUERDOS : Karina K. y Osqui Guzmán y de quienes rescato algunas ideas. Karina K. destaca la importancia de la música, capaz de generar una total “empatía” con los actores, a quienes les fue permitido explorar todos los matices; Oski Guzmán reconoce una dirección que apunta al “actor lúdico”; ambos, una creatividad que siempre da cabida a la libertad del otro.
Algunos de quienes participaron del espectáculo sintentizan así el recuerdo de esa experiencia: “magia, amor y poesía” (Osqui Guzmán), “una fiesta mágica” (Denise Cotton), “la escenografía, un cuadro mágico” (Karina K.), “engranaje perfecto” (Mariela Kantor), rescate de “lo emotivo, del actor” (Gustavo Monje), el poder de la emoción (Omar Calicchio) “cada función una celebración” (la directora Lala Mendía). Precisamente, entre los aciertos de esta última Méritos de la directora y a la vez adaptadora, fue equilibrar los estrictos códigos que impone el género con espacios de libertad creadora para los artistas y dada su experiencia de trabajo con Hugo Midón y Carlos Gianni combinar al detalle el estilo personal de ambos creadores. Su trabajo es calificado minucioso y explica la especial recepción generada y la energía que desde la sala emanaba (Jorge Maselli), y el que cada función fuera especial y distinta (Pilar Menéndez), al tiempo que permitió que cada actor generara “su propia impronta” (Alejandra Perlusky) y pudiera disfrutar de su trabajo (Marcelo Albamonte y Sebastián Holz)
El escenógrafo René Diviú trabajó sobre todos los aspectos esenciales. En las diferentes secuencias que caracterizan la estructura de la obra reconoció el punto de referencia clave al subrayar lo mágico, lo lúdico, lo narrativo, lo simbólico sin alejarse de elementos cotidianos fácilmente identificables. Incorpora en su exacta medida aquellos elementos que ayudan a la constitución del juego y el teatralismo que sugieren el texto y la música. Roperos enmarcados en follajes y flores que disuelven la diferencia entre el adentro y el afuera, y cuyos espejos remiten al mundo de Lewis Carroll; valijas que se asocian a un viaje al pasado y que actualizan un viaje a un mundo maravilloso; apuesta a la sorprendente movilidad de un elementos que se suponía inamovible. Resulta ejemplar la secuencia en la que Osqui Guzmán aparece como cita de Aladino, y su juego escénico permite que su “ligereza lúdica” opere como un “elemento subversivo de la imagen”, como sucede en algunas de las propuesta de Gildas Bourdet quien juega entre lo falso y lo verdadero.
Mónica Toschi realizó una tarea artesanal con cada una de las piezas del vestuario, orientado a una función, a la vez, utilitaria, productora de sentido y connotativa, a partir del trabajo con volúmenes, formas, colores y materiales, de tal modo que naturalmente se articuló con la propuesta de Midón-Gianni. Fue este arduo y creativo camino lo que le permitió presentar “cirujas lujosos”. Sus hermosos, atrayentes y sugestivos diseños se concretaron también gracias a la brillante participación de la iluminadora Leandra Rodríguez quien aportó una “partitura lumínica” (términos empleados por el investigador Mauricio Rinaldi en su trabajos) rítmicamente acorde con la partitura musical. Vestuario y luces formaron un todo perfecto en las coreografías de Diego Bros cuya amplitud de criterio permitió también incorporar elementos creativos por parte de los actores/bailarines.
Carlos Gianni[2] en los ciclos Conversaciones y Detrás de escena, ambos producidos por el Teatro Nacional Cervantes, se suma a las opiniones de todos los antes citados y aporta esclarecedoras observaciones sobre su rol como músico. Señala como referentes las comedias musicales de Broadway, su formación académica pero el lugar central que otorga a lo popular. Su propuesta sonora es cambiante, se conecta con la emoción y al mismo tiempo con el nivel de juego, narrando lo que está pasando en cada uno de los momentos.
Es decir, que en Gianni hay que destacar la música como sistema unificador en su función lírica (medio de transmisión de los textos poéticos de Midón, lúdica (pautas rítmicas destinadas a diseñar y/o subrayar desplazamientos y movimientos, y un “acoplamiento y subrayado de las acciones”. La intertextualidad empleada por el autor tiene su correspondencia en la compleja red de ritmos y melodías entretejidos desde la música capaz de generar lo que Daniel Deshays denomina un “espacio reverberante”. Su música, asimismo, trasciende a otro nivel y trasmite valores compartidos por nuestra sociedad por lo que su trabajo puede ser enfocado desde la etnomusicología “que permite el estudio de la práctica musical, entendiéndola como expresión comunicativa.
La importancia de esta obra no sólo está señalada por los premios que recibiera como mejor espectáculo infantil, mejor libro, mejor música y mejor música original, sino que su reposición revela cómo “los locos recuerdos” continúan estando “vivito y coleando”.
AÑO V, n° 226.
pzayaslima@gmail.com
[1] Recordemos que para la primera versión los actores elegidos eran Fabio Posca, Divina Gloria, Carlos March y Ana María Cores, caracterizados por su talento, su oficio y su ductilidad.
[2] Los arreglos musicales estuvieron a cargo de Sergio Blostein.
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