lunes, 2 de marzo de 2020

VEKEMANS - DI PAOLO UNIDOS EN TÓXICO.

En el teatro El Extranjero se estrenó TÓXICO, obra de Lot Vekemans y dirección de Pablo Di Paolo.


Todo en este espectáculo son aciertos. 


La elección de la sala que permite un contacto adecuado entre actores y público (intimidad pero cierta distancia que permite la mirada crítica) y perfecta visión y audición desde todos los lugares. La obra -Premio Van der Vies a Mejor Obra publicada 2009-2010 y Premio Taalunie de la Unión de la Lengua, -inspiró a la directora de cine Isabel Coixet para su película “Ayer no termina nunca (2013). Originalmente se titulaba GIF y desde el 1012 se montó con diferentes títulos en varios países europeos y latinoamericanos; en nuestro país, en 2019, Raul Notta la dirigió en Pergamino. Mientras que en España se estrenaba bajo el título ANTES TE GUSTABA LA LLUVIA, dirigida por Miguel Ángel Solá, inspirado en las palabras que en el texto Él le dirige a Ella , la preferencia de Di Paolo por TÓXICO cuenta con la ventaja de apuntar al mismo tiempo a lo denotativo (el reencuentro se concreta en una sala del cementerio donde los restos del hijo de ambos deber ser trasladados a causa de un vertido tóxico) y a lo metafórico (el vertido tóxico que durante una década se ha instalado en la vida de la pareja, lo que aporta claves para entender el conflicto. 

El diseño de espacio de Félix Padrón propone una tarima sobre remite a un ring en el que los integrantes de una pareja confrontan actitudes y decisiones, e incluye un banco que permite la reflexión por parte de quienes contienden, y una mesa en la que el agua que apacigua y marca descanso (el vino que desinhibe y destraba será traído después por el personaje masculino). Todos los críticos coinciden en que el texto de Vekemans plantea posibles modos de gestionar nuestros dolores y administrar nuestras pérdidas: quedarse anclado en el pasado o poder avanzar por nuevos caminos. De allí, que el director, aprovechando ese diseño espacial, subraye la decisión de la mujer de no salir de ese perímetro durante la espera, permanecer encerrada en su propio mundo, recluida en su dolor, a diferencia del hombre que libremente se desplaza del interior o a lo exterior, tal como lo ha hecho con su vida.

También es fundamental la labor del iluminador Aquiles Gotelli quien apunta a subrayar los cambios de los estados de ánimo de los personajes, en especial con el oscurecimiento que afecta al personaje femenino, tinieblas que simbolizan su imposibilidad de superar tanto la muerte del hijo como el abandono del hogar por parte de su marido.

La actuación es notable por varios motivos. A partir de un minucioso trabajo con el timbre y el ritmo, tanto Mara Bestelli como Javier Pedersoli transforman las palabras propuestas por Vekemans en “cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades corpóreas” y revelan cómo suelen ser “errores de nuestro oír, naufragios de nuestro entender”[1]. Ambos actores recorren las posibles facetas de la emoción en todas sus direcciones: amor, rencor, comprensión, la mesura y la desmesura. Pedersoli y Bestelli revelan corporalmente (desde lo vocal y lo gestual) las posibilidades del silencio y el grito, la convivencia de recuerdos y olvidos, la aparición de un pasado del que fluyen interpretaciones diversas, abdicaciones, gestos abandonados. La manera en que esta última resuelve la dificultad de componer un personaje como el de la esposa, me llevó a pensar que de haberla visto actuar, Ingmar Bergman la hubiera elegido como actriz para sus producciones: víctima del desasosiego, de una perturbación existencial, su inmovilidad en la penumbra transmite, empero, fuertes movimientos internos.

El espectáculo rezuma precisión, equilibrio entre razón y emoción, y genera al mismo tiempo empatía y mirada reflexiva, la autenticidad de lo individual y privado que se proyecta sobre lo colectivo.

Este comentario sobre la recepción de una obra me replantea la posición del “crítico”, la dificultad de su oficio: cómo traducir en palabras lo que se presenta como ritmo, texturas, sonidos, imágenes visuales, cómo hacer sentir a otros lo que nosotros sentimos (esto preocupaba también a Pessoa) traduciendo mis emociones a un lenguaje que pueda ser compartido por esos otros. Tal vez como proponía el poeta portugués sólo se trata de “pensar con las emociones y sentir con el pensamiento”.


Ph. Campe

AÑO IV, n° 209
pzayaslima@gmail.com.


[1] Las citas corresponden a LIBRO DEL DESASOSIEGO, de Pessoa, Bs.As, EMECE, 2000, pp. 255 y 306 respectivamente.


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