El estreno de la obra de Adriana Tursi y Mariana Trajtenberg, Objeto de tu amor, pone de manifiesto por qué Julio Ordano se encuentra entre los mejores directores teatrales argentinos. Como en sus realizaciones anteriores, el director ha diseñado este espectáculo de tal forma que los responsables de la escenografía (Sabrina López Hovhanessian), la música original (Jorge Constantino) y la iluminación (Roberto Traferri) responden a una organización colectiva que redunda en favor de una decisión artística homogénea y significativa.
Como director, Ordano recorre el trayecto entre la idea que propone el texto y su realización en el espacio, potenciando las posibilidades implícitas en esa idea, al tiempo que saca partido de la pequeña sala El método Kairós, y la vuelve funcional para su proyecto. Resiste la tentación de seguir subtextos implícitos en el texto, que podrían ser atractivos, y opta por seleccionar aquellas vías centrales que le permiten generar una experiencia escénica breve e intensa que revela cómo la pesadilla y lo perverso pueden ocultarse agazapados en lo naif. Y a ello apuntan la utilización de todos los recursos técnicos.
El espacio cerrado que representa una tienda de antigüedades, cercado por negros cortinados, se expande a través de lo sonoro: una cortina metálica que se baja, fragmentos de un teleteatro que se conecta con lo que está sucediendo en el adentro. Los objetos contribuyen a diseñar un espacio por momentos opresivo y que se corresponde con el deseo de quienes protagonizan en el off, el radioteatro: “que el instante se congelara para siempre”. Es precisamente ese congelamiento del tiempo el que permite acceder a un mundo que no puede escapar de los mitos y estereotipos.
A la energía contenida en el personaje masculino que por momentos explota y se expande sobre los objetos y su partenaire, se contrapone el juego entre ingenuidad y manipulación que propone el personaje femenino. Ambos, carentes de nombres que los identifiquen y de historias que los definan, cumplen sus respectivos roles (mujer romántica reprimida, hombre lleno de misterios), pero la personalidad de los actores, Josefina Vitón y Guillermo Tassara logran que no queden reducidos a tipos planos. Los objetos usados que pueblan esa tienda y la presencia de la muñeca que media entre el encuentro de los cuerpos de los protagonista, generan una experiencia inquietante en los espectadores, por la ambigüedad que aquellos encierran. El discurso verbal propuesto por las autoras se resignifica en el paradigma escénico propuesto por Ordano quien lo traduce en una experiencia corporal: cuerpo frente a cuerpo, cuerpos frente a objetos, in-corporación de los objetos al cuerpo (muñeca/mujer), el cuerpo como doble del objeto (mujer/muñeca). Es precisamente la bivalencia de la muñeca lo que permite desenmascarar las facetas oscuras de las conductas humanas que muchas veces aparecen disimuladas por las palabras
El director concibe este espectáculo como el lugar donde se ve y se oye una historia, pero no define lo que la historia quiere decir, y a lo largo de su desarrollo coloca marcas, sugiere marcos de referencia; es consciente de que todo debe apuntar al público, y ese público tiene la tarea de descubrir bajo la aparente simpleza del relato los otros estratos que conducen a conflictos ocultos y soledades infranqueables. La escena final, en la que el personaje femenino se viste y maquilla como la muñeca para quedar como ella inmovilizada, conforma la imagen perfecta de las “sórdidas actitudes que conducen a un aislamiento mayor”.
Como dice la advertencia inscripta en el comienzo del drama litúrgico de Adán del siglo XII, el director es responsable “que lo que haya que decir, se diga convenientemente”, y mucho más cerca en el tiempo Charles Vildrac le atribuye la responsabilidad de la estética del escenario, de la composición de las escenas y del valor plástico de las actitudes. En este espectáculo, Julio Ordano cumple con todo esto y convierte a Objeto de su amor en una lección viviente de cómo lograr un espectáculo de calidad.
Año II, N° 86
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