viernes, 25 de agosto de 2017

EDUARDO PAVLOVSKY, DE CONTRADICCIONES, ESCISIONES Y COHERENCIAS. (Final)

Estas reflexiones sobre Pavlovsky (véase núms. 88 y 89) quedarían truncas  si no incluyo una de sus obras más polémicas y más reveladoras de su honestidad intelectual, Variaciones Meyerhold.

A raíz de la publicación de La voz del cuerpo - Notas sobre teatro, política y subjetividad (una selección de ensayos, minificciones y diálogos que pueden ser leídos como una continuación de su anterior Micropolítica de la resistencia), Olga Cosentino publicaba una entrevista en la que señalaba 
También Hollywood reconoce y premia a Eduardo Pavlovsky. El autor, actor, director y psicoanalista argentino recibirá el 14 de noviembre, en el III Festival de Teatro Latino de Los Angeles, el Premio Dionisio de Honor, en reconocimiento a toda su trayectoria y a su aporte al teatro latinoamericano. En ese marco, Pavlovsky ofrecerá una función de La muerte de Marguerite Duras en el Teatro Ford, de Hollywood, a la vez que, en el que los alumnos trabajarán con otros dos textos suyos: Potestad y Variaciones Meyerhold, este último, inspirado en la vida del director teatral ruso Vsevolod Meyerhold.  (“La teatralidad, sin fronteras”, Clarín, 25 de octubre de 2004)

El reporteado, por su parte, señala  cómo  ya en 1987 en Los Angeles  se había realizado el primer "Festival Pavlovsky", con montajes de Camaralenta y Pablo, en inglés, y de Potestad, en castellano; y cómo tres años después en una nueva edición del  mismo festival  se presentaban Paso de dos y Potestad en castellano, y Cerca, en inglés. Asimismo, destaca al director Paul Verdier, director del Stage Theatre,  como uno de los más entusiastas promotores de sus obras, con quien participó en 1988 en el Festival de las Artes de Nueva York a raíz de la representación en teatro Cherrylane de Camaralenta, en inglés, y Pablo, en castellano e inglés.

También en el 2004, Potestad  y La muerte de Marguerite Duras se representan en Francia, al tiempo en que es invitado para presentar esta obra junto con Variaciones Meyerhold, en La  Habana. 

Si este reportaje es importante al informarnos el alcance internacional del dramaturgo y actor, el que realiza Miguel Frías (“No hay que esperar sentidos sino producirlos”, Clarín, 2 de mayo de 2005), interesa especialmente porque revela de qué modo la ideología del receptor puede contaminar la recepción de una obra y condicionar una mirada crítica.
Allí entrevistador y entrevistado se refieren  a lo que significó Variaciones Meyerhold para Pavlovsky.
"Fue un genio. Ingenuo. Uno de los más grandes directores y teóricos del teatro ruso. Un discípulo de Stanislavski en el Teatro de Arte de Moscú, que luego abandonó la vía naturalista para indagar su propia concepción dramática. Adhirió al comunismo. Pero el stalinismo lo encarceló, torturó y asesinó, en 1940, por diferencias estéticas. No hice un estudio específico sobre su trabajo; simplemente sentí que había algo de su destino que me afectaba". 

"Meyerhold, que nació en 1874, fue un defensor de la imaginación como arma revolucionaria. Consideraba que su teatro debía ser libre y expansivo: justamente porque era comunista. Rompía con todas las convenciones: era anárquico, pasional, creativo. En 1939 fue a un congreso de directores creyendo que iba a un debate estético. Recibió una crítica política feroz, por no seguir la línea del realismo socialista. Lo acusaron de anticomunista, de antiestalinista, agente alemán. Respondió: Ustedes eliminan la intensidad, la expansividad, la inteligencia creadora. Los considero responsables del asesinato del teatro soviético". Sellaba, sin saberlo, su condena a muerte". 

Y, respondiendo a qué fue es lo que más le afectó de su historia, afirma:

Algunas fueron cuestiones colectivas. La dictadura argentina también sembró el terror entre los defensores de la crítica y la imaginación. Así, Meyerhold deviene argentino y nosotros, Meyerhold. Y, en el plano personal, me afectó que se jugó la vida, tal vez sin saberlo, a los 66 años. A contramano de todas las corrientes, con una enorme pasión. Yo siento, a los 71, que también soy un apasionado. En Variaciones... se entrelazan, por momentos, nuestros destinos: a veces no sé bien quién es el que está arriba del escenario. 

Frías reconoce que desde la izquierda le cuestionaron el haber  presentado el costado humano de represores. Creo que habría que agregar que las críticas y en mayor grado el silencio afectó a esta obra; las alabanzas se centraron en la apasionada actuación de Pavlovsky como protagonista de este monólogo. Esto dice, mucho del autor: su libertad creativa, su independencia intelectual, su vitalidad  que le permite apuntar en muchas direcciones y no temer a posibles contradicciones.  Pero también dice mucho de un sector de la sociedad (auto)denominado de izquierda que se maneja permanentemente con consignas, y que tan bien  fuera definido por el narrador  cubano  Leonardo  Padura en El hombre que amaba los perros (Maxi Tusquets, 2016). La cacería de opositores o potenciales enemigos llevada a cabo por Stalin (represiones y genocidios, “persecuciones mortales de inconformes y religiosos”, “furia homicida de los campos de trabajo”, “invasiones  y mutilaciones geográficas, humanas y culturales de los territorios adquiridos”, pp. 650- 651) había sido ignorada o soslayada. Es decir, un sector con diferentes “ismos” que escudándose en el cumplimiento de esas consignas ortodoxas, prostituye ideas, margina artistas, reescribe y falsifica la historia, y buscan imponer los  Grandes Propósitos en pos de la uniformidad nacional, “en contra o al margen de la voluntad mayoritaria” (id., p. 88). Pavlovsky tuvo la energía suficiente para expresar su posición crítica,  nadar contra la corriente en su defensa de las libertades individuales, y el coraje de defender, por encima de “la falsa conciencia”, el valor de la imaginación, tanto a través de la palabra y, en especial en esta obra, de su “capacidad para transmitir las angustias con el cuerpo” -cualidad que tanto admirara en Vittorio  Gassman.

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año II, n° 91
pzayaslima@gmail.com

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