María Elena Sardi estrenó en la
primera mitad del 2017 (su escritura data del 2013) La controversia de Valladolid, obra destacable por la forma en que
esta escritora imbrica distintos
discursos (autorreferencial, religioso,
teológico, histórico, político y jurídico), sin que esa interdiscursividad
resulte artificiosa o conspire en contra de la teatralidad. El espacio
es el ensayo de una sala teatral
pero que se convertirá a lo largo del transcurso de la acción en el
salón de la controversia y el claustro del
Colegio San Gregorio en Valladolid; el tiempo, tres momentos
significativos: 1550, 1961 y el actual. Tres personajes masculinos,
representados por las tres actrices que ensayan la pieza condensan el
conflicto: Fray Bartolomé de las Casas, su oponente, Juan
Ginés de Sepúlveda, y el teólogo Domingo de Soto, el mediador. La autora también decide situar
al tribunal en el público.
El tema central, el debate sobre
“los justos títulos de dominación de España en el Nuevo Mundo”, se abre hacia otros que se
encuentran interconectados: la legitimidad del accionar de los conquistadores, civilización
y barbarie, los silencios de la historia oficial, el imperialismo las
verdaderas conductas, las ficciones de la política, la ambigüedad y los límites
de la argumentación.
El juego dialéctico entre Sepúlveda, quien apoya jurídicamente la
legitimidad de la conquista, y Las Casas
quien la cuestiona revela cómo ambos
pueden apoyarse en las mismas
fuentes jurídicas, bíblicas y filosóficas: Aristóteles, Séneca, el Libro
de los Proverbios, el Eclesiastés, el profeta Isaías, San Mateo, San Agustín,
San Isidoro de Sevilla. Sólo divergen en dos puntos: Francisco de Vitoria quien
en sus escritos había expresado serias dudas sobre la conquista como una
causa justa y por lo tanto es fuente sólo para el que fuera
obispo de Chiapas; para el capellán de Carlos V y preceptor del príncipe
Felipe, lo importante es basarse en textos jurídicos (el derecho de tutela, la
idolatría, el canibalismo y las conductas antinaturales que predican los
bárbaros y la necesidad de la evangelización.
Las distintas secuencias del
debate son interrumpidas por la distancia crítica que generan las actrices, al
comentar desde el presente el material escénico, mientras beben y comen algo. La crítica apunta a la
historia que calla el accionar de Carlos quien mandara secuestrar al
citado Vitoria y sus escritos (había
propuesto la creación de una
confederación bajo la corona pero con indios propietarios que se gobernaran), su ambivalencia frente a los
encomenderos y los indios, los intereses económicos y políticos como motor de
la convocatoria a las Juntas.
Las actrices, asimismo subrayan
las coincidencias con el presente: el siglo XVI con los imperios que en la actualidad buscan expandirse
destruyendo a los que se les oponen; los
indios exterminados, los daños
colaterales de Bush; los conquistadores, empresarios privados; la convocatoria
a las juntas, una farsa que se actualiza, y después de 467 todavía se sigue debatiendo sobre lo que
significó la Conquista. La frase de Leonor, “vivimos en el mundo de Sepúlveda”,
sintetiza en el campo ficcional lo que Huizinga afirmaba en el campo de las
ciencias sociales: “nuestra cultura
mundial actual más que nunca está impregnada
del pasado”. A la mirada crítica del trasplante del feudalismo europeo medieval
al mundo hispanoamericano se corresponde el hecho de que los personajes se
transformen a la vista del público -tal como lo señalan las acotaciones-como si
fuera una ceremonia: capa azul y una mitra para Beatriz/de Soto; capa negra con
detalles bordó y sombrero para Leonor
Sepúlveda y capa marrón corta para
María Elena/Las Casas (los colores adquieren un claro color
simbólico).
La teatralidad se intensifica en
el segundo acto con la confrontación espacial (Sepúlveda en su celda, B. de las
Casas en la galería) e ideológica (monólogos paralelos confrontantes) de los
oponentes. El primero, apoyándose en Maquiavelo, con la necesidad de
salvaguardar el imperio, de deshacerse de del fraile[1],
y la defensa de la guerra justa. El segundo, apoyándose en Santo Tomás De
Aquino, opuesto a la codicia. También la teatralidad se pone al servicio
de conectar el pasado con el presente: las campanadas, Bach y el
Magnificat que enmarcan el drama
histórico) son reemplazadas por la música de toros que ilustra la parodia de Leonor sobre la
llegada de Colón y por sobre todo se
impone en el desenlace el sonido de la
sirena de una ambulancia en la que será sacado de escena Bartolomé de las Casas.
Como en el caso de Las obreras, obra que Sardi estrenara en
1985, La
Controversia de Valladolid es
el resultado de un examen profundo y exhaustivo de documentos, y la
reconstrucción de la época es realizada con una distancia crítica desde la
perspectiva de “acontecimiento”[2].
Y nuevamente como sucediera en otras de sus obras (Duse…la Divina; Locas por el biógrafo, Con olor a agua florida, ¿Vos te creés que es fácil ser Sofía Bozán?),
dicha perspectiva es abordada desde la mirada de la mujer. Se instala en este
punto el interrogante ¿Las mujeres recuerdan
de modo diferente?
María Elena
Sardi se consolida en La Controversia…
como una dramaturga capaz de conciliar ciencia, arte y ficción,
evidencias e intuiciones, datos e interpretación de esos datos,
investigación y memoria para redefinir conceptos como “derechos humanos”, “civilización”, “barbarie”, “violencia”,
“política”, “globalización”. “genocidios”, “teatro histórico” y “responsabilidad
social”.
Año II, n°79.
pzayaslima@gmail.com
[1] Esto
lo logrará efectivamente Felipe. Tal como
se señala en el texto, ante la quiebra financiera del reino les regalará todo a
los encomenderos y destruirá su lucha y
sus escritos.
[2]
“Generalmente parto de investigaciones
sobre un tema lo que me lleva de seis
meses a un año, y luego armo la estructura dramática. Escribo desde el
escenario, como una actriz que desde el escenario debe decir su texto” ( en: Perla
Zayas de Lima, Diccionario de Autores
teatrales Argentino (1950-1990),
Bs. As., Galerna, 1991, pp. 251-2).
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