lunes, 1 de agosto de 2016

DACAL, MAYORGA, ORDANO: UNA COMBINACIÓN DE EXCELENCIA.


Para  quienes tuvimos la oportunidad de  ver  Cartas de  amor a  Stalin y  El chico de la última fila, el estreno de Los yugoslavos no hace sino confirmarlo.
El director diseña dos  espacios que a por momento se cruzan, que mayormente corren paralelos y que se corresponden a dos  mundos: el femenino y  lo masculino. El primero cargado de silencios y de ricos códigos gestuales; el segundo, plagado de palabras, vehículos de confesiones, pero también medio de dominación. Mientras las mujeres dirigen su mirada hacia más allá del espacio escénico, el lugar del potencial espectador o el de su propia fantasía o deseo; los hombres dan la impresión de estar siempre mirando hacia sí mismos, aún en aquellos momentos en que dirigen sus ojos al frente.
Dacal cuenta con un actor como Julio Ordano capaz de recorrer con precisión y sensibilidad la gama de tonos que corresponde a cada frase y transformarse sólo con una mirada o una postura corporal, del hombre agobiado del comienzo al hombre seductor del final, pero dotando siempre de sentido al discurso. Juan  Carrasco desarrolla alguna de las facetas que lo definen como cínico y  especulador sin  caer en el estereotipo. Economía de gestos.

En esta puesta nada es superfluo, no hay sobrecarga de elementos simbólicos ni de recursos que aparten la atención que requieren cada una de las intervenciones de los personajes. Por eso, la música original de Pablo Dacal, sólo opera como un subrayado de las acciones en momentos muy puntuales.

Dacal opta con maestría diseñar el mundo femenino -encarnado por María Laura Calí y Sharon Luscher- con recursos mínimos pero altamente significativos: la elección de un vestuario que las actrices van eligiendo de dos percheros que marcan precisamente el límite del  espacio del juego escénico, el protagonismo que adquiere  el silencio (su discurso verbal es mínimo) al que el autor las somete, el empleo de todo lo que tiene que ver con lo corporal: miradas, gestos, movimientos, acercamientos y alejamientos de los otros cuerpos , y como el caso del personaje de la hija, la danza. Es el personaje de la esposa quien concentra  una de las claves para  acercarnos a esta obra, que por momentos  desconcierta y en otros perturba. Ella es la que lleva el mapa, objeto que designa posibles metas, itinerarios que responden  a una búsqueda de lo desconocido,  a un lugar “otro” en el que sea posible esperar el encuentro con lo verdadero (objetivo que ella manifiesta hacia el final de la obra). Al modo de  Julio Cortázar, Mayorga/Dacal  conciben un personaje que como La Maga deambula por lugares que trascienden  lo geográfico.

Precisamente en el diseño del espacio radica una de las  virtudes de Dacal como responsable de la puesta en escena: el lugar central es una mesa que funciona sucesiva, pero también simultáneamente como  mesa de café y mesa familiar, símbolo de una integración de lo público y lo privado, como  lugar en que se realizan confidencias o se cristalizan silencios, y -como se desprende del texto- objeto /mueble cuya ubicación elegimos al tiempo que optamos por  qué silla ocupar.
Espera y esperanza, espera y fracaso, mundos privados inasibles, recuerdos del pasado y deseos de un futuro diferente, acontecimientos sorprendentes que conducen a cambios y cruces de destinos inesperado. Hasta aquí mi lectura.

Dado que el autor habla sobre su obra, creo necesario incluir su propia posición ante la misma:

Si hay un alma de la obra, yo creo que habla del amor y la soledad, y habla de la desesperación y la esperanza"(…). Ese misterioso lugar de Los yugoslavos tiene una analogía, una correspondencia con el lugar que el teatro puede tener en nuestras vidas, en nuestras ciudades, como lugar otro, como lugar de pasión y de peligro, lugar donde si entramos podríamos salir transformados. En un sentido o en otro", (…) En el texto no se trata de ningunos yugoslavos reales. Son una metáfora de algo que se ha desmaterializado, o de lo que nos preguntamos dónde está ahora y que está escondido para nosotros, dónde está esa vida que supone la belleza de vivir, la plenitud en que cada momento está vívido".
Estas palabras citadas en el informe de prensa fueron las que sin duda, inspiraron la elección de la fotografía que aparece  allí mismo, en la que vemos a los cuatro personajes , finalmente dirigiendo su mirada hacia un mundo sólo por ellos conocido, añorado o deseado.



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