domingo, 21 de agosto de 2016

NI VIVOS NI MUERTOS, UN NUEVO REGRESO A LOS ´70.

Con el objetivo de mantener viva la memoria sobre la desaparición de personas bajo la dictadura militar, Sergio Perla presenta este espectáculo del cual es responsable del libro, la música original, la puesta en escena y la dirección general. Su propuesta se conecta con dos líneas que convivieron en los 70 y se prolongan en tiempo: el teatro político que sucesivamente encuentra sus principales temas en la dictadura militar, la guerra de Malvinas y la crisis del 2001; y el musical, este último en dos vertientes, la comedia musical y la cantata.

Más allá de la polémica que entraña el término político (basta con revisar los clásicos trabajos de Beatriz Trastoy y las nuevas investigaciones de Jazmín Sequeiras sobre el tema), tomo como punto de partida el Comunicado de Piscator (1920) en el que establecía claramente sobre su finalidad: “propagar e inculcar conscientemente el espíritu de clase y la lucha por el poder”; es decir, un teatro entendido como lugar de educación política a modificar las actitudes del público y que, según Michel Kirby, “intencionalmente se preocupa o conscientemente toma partido en política”. Entre sus principales materiales primarios se encuentran hechos históricos, acontecimientos políticos recientes, artículos periodísticos, comunicaciones oficiales, fuentes orales; y el autor emplea todos los medios discursivos a su alcance para persuadir al auditorio, tal como la polarización de las categorías amigo/enemigo, y un nosotros inclusivo (portadores de un mensaje de verdad y justicia) que se enfrenta a un ellos encarnado en el oponente (portador de un mensaje autoritario e injusto). Todo esto puede reconocerse en Ni vivos ni muertos, que homenajea a los sacerdotes católicos asesinados, a los militantes capaces de emitir un último grito “Perón o Muerte”, y propone desde su inicio la consigna “El pueblo unido jamás será vencido”.

Como en el musical, la partitura apunta a exaltar los núcleos textuales, que en este caso son el poder del pueblo, los desaparecidos, el “Nunca Más”; también a funcionar como estímulo de emociones y sentimientos contrapuestos como el amor y el odio, el deseo de la paz y la necesidad de la violencia, sobre todo cuando apela al canto grupal de los jóvenes estudiantes/militantes. José Monleón desde una perspectiva sociológica percibe la relación directa de lo coral con la sensibilidad y las opiniones políticas del pueblo, la relación entre la fuerza del coro y la existencia de un estado de libertad; y un público identificado con el coro. Como en la cantata, este último narra, comenta, y la alternacia entre música y texto dicho aparece en función de una estructura teatral.

Creo necesario destacar la actuación de la protagonista femenina, la madre, encarnada por Valeria Mitidieri que puede ser definida tanto como actriz/cantante, como cantante/actriz. Vence ampliamente dos de las dificultades físicas inherentes al género que le toca interpretar: mantener una continua atención rítmica y al mismo tiempo proyectar su voz sobre el volumen sonoro, resolver la relación dialéctica que existe entre la música y la acción dramática, entre el sonido y el personaje -problema que ya hace varias décadas planteaba Giorgio Strehler-; y sortear con oficio la dificultad que Juanjo Granda señalaba en “Tempo di música, tempo di parole”: el cambio de lenguaje escénico que se produce al pasar del canto(música) a lo hablado(palabra). De hecho, Mitidieri nunca aparece descolocada cuando debe retomar la línea de canto.

Todo en ella está logrado a la perfección: la modulación de tonos y la prolongación de la voz que complementa la posesión de un timbre que dota de “dimensión corpórea” a las palabras, pero también al manejo de los silencios que al decir de Abadi, pueden ser recuerdo, actualidad o proyecto. Y su manejo corporal contribuye a generar la teatralidad en su triple orientación: la palabra, el gesto y el espacio; anima (da vida) al personaje, pero al mismo tiempo libera un caudal de energía que concentra miradas y obliga a la escucha.

No es mi tarea otorgar premios de actuación, pero sí reconocer en Valeria Mitidieri una “revelación” en ese campo.



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