lunes, 31 de agosto de 2020

LOS GANSOS GRAZNAN UN RATO Y SE CALLAN: DE RUSIA A LA PATAGONIA.

Es sabido que una buena traducción depende fundamentalmente del conocimiento que el que el traductor tenga de la lengua a la que está trasladando el texto fuente.  Esto también puede aplicarse al campo de la representación. En el caso del espectáculo al que me refiero, LOS GANSOS GRAZNAN UN RATO Y SE CALLAN, la versión de TIO VANIA, alcanza un grado de perfección poco habitual debido en gran medida en el modo en que la atmósfera y los personajes chejovianos se encarnan en nuestra Patagonia. Esta adaptación completa la trilogía que Darío Levin y Adrien Vanneuville (directores e intérpretes) realizaran previamente con ENSAYO RUSO, subtitulada “Compendio de Inquietudes” (PEDIDO DE MANO) y AMOROSO (EL OSO).

 Sus creadores la califican como un “trabajo coral”, pero cabe señalar, que está caracterizado por una ajustada y creativa polifonía (distintas procedencias de los intérpretes) y concretado en un “teatro casero”, “artesanal” (una carpintería habilitada como vivienda/sala teatral, que puede albergar como máximo 35 personas). Y, sobre todo, un teatro no convencional. Este espectáculo, integra de modo originalísimo el adentro y el afuera: a la estrecha distancia que separa a los actores del público dentro de la casa, lo que determina un alto grado de intimidad, se le suman las acciones realizadas que fuera de la casa y que se contemplan a través de las ventanas (tender ropa, cortar leña). Se comprueba así la convicción  de Levin acerca de cómo todo cambio en la producción incide en el cambio de las poéticas.

Un acierto es la elección del título. Es precisamente lo que dirige la lectura a los social; no es sólo la problemática de Vania y su familia, sino conflictos que marcan las diferencias profundas entre los habitantes la capital y aquellos de los pueblos del interior (en este caso, la Comarca –Lago  Puelo, El Bolsón) Al margen de una adaptación textual acertada que incorpora la autorreferencialidad del teatro y particularmente referida a Chejov y TIO VANIA, la ecología y los enfrentamientos generacionales,  en mi opinión es la puesta en escena lo que hace de esta propuesta algo realmente notable

Los Intérpretes (Guido Arena, Darío Levin, Kevin Orellano Silvina Orlando, Marta Roger, Cecilia  Ventuala y Adrien Vanneuville) logran transmitir el peso de la insatisfacción constante propia de la obra de Chejov; la oposición entre lo rural y lo urbano (la indiferencia y el cinismo de quienes provienen de este ámbito o se consideran ilustrados. El personaje encarnado por el co-director Adrien Vanneuville aporta dos notas: un humor que desplaza momentáneamente el peso de un mundo marcado por la tristeza, el fracaso y el desengaño; y la música que ejecuta en un piano a la luz de una vela, y que aporta melódicamente elementos que hacen a la atmósfera y desde el ritmo aquellos que hacen a la acción y la organización de las secuencias, esto último en estrecha combinación con el diseño lumínico.  Si bien Darío Levin, en su doble función (intérprete y co-director) imprime al espectáculo un claro encuadre naturalista (los personajes comen y beben en esa cocina comedor, al tiempo que los espectadores perciben los olores, un humo o el sonido del agua) lo dota de una impronta poética de gran peso.

Lo que tradicionalmente puede ser considerado una tarea “técnica” se transforma en el caso de Virginia Bernasconi, la asistente de dirección en una participación performática previa al inicio del espectáculo y preanuncia la importancia que tendrá el “afuera”. El dispositivo escénico de Cristian de Campos Morais potencia el valor simbólico del área de juego y paralelamente lo dota de absoluta funcionalidad, al tiempo que señala las coincidencias con la naturaleza y el entorno, tal como sucede en el caso de Chejov. Los diseños del vestuario a cargo de Camila Mery contribuyen decididamente al reconocimiento de los diferentes tipos de personajes; tal como ella misma lo explica opta por los colores más fríos para vestir a quienes vienen de la ciudad y colores cálidos y materiales de artesanos locales para los personales rurales. Creo que esta decisión tiene aporta un plus en el campo de la recepción; tal como se aprecia en el video, si bien en el caso de los actores hay una clara estilización en el diseño, la coincidencia con la vestimenta que lleva el público local es similar, coincidencia en la cual subyace una mayor identificación con dichos personajes.

Las inteligentes elecciones en el campo de la iluminación tomadas por Braian Mustafá y Juliana  Benedicti en el sentido de propiciar  una escena envolvente que trasciende a la caja negra apuntan tanto a la presentación de un espacio que permanece inalterable frente al paso de tiempo: el día y la noche con velas y faroles de querosene (en el adentro) y la utilización de una iluminación tradicional (en afuera) que se combina con el aprovechamiento del horario real (la función empieza al atardecer y termina a la noche cerrada). Chejov resuena la escritura de los adaptadores, la naturaleza helada de Rusia en las nieves patagónicas; a este cruce intercultural se le suma un cruce de lenguajes que alcanza su mayor representación en la cinematográfica secuencia final con los tres planos proyectados.

Los ensayos de un año y medio, a lo que se sumó la supervisión de Pablo Seijo, enviado desde Buenos Aires por el Teatro Nacional Cervantes, contribuyeron a dar solidez a un proyecto teatral que revela cómo la Patagonia puede convertirse en un polo teatral de calidad, en el que actores de diversas procedencias y formaciones desarrollan una auténtica y reveladora creatividad.





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AÑO V, n° 234

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