lunes, 6 de abril de 2020

TRADICIÓN, RUPTURA Y CAMBIO. A PROPÓSITO DE DESIERTO Y AGUA.

Después de una gira por Perú el dúo “Desierto y Agua” integrado por Dany Riaño (voz, ronroco, toyo, quena, teclados y programación) y Andrea Feiguin (voz, sikus, erke, sintetizador y sampler) se presentó en agosto de 2019 en el Circuito Cultural JJ. En estos días, con su estreno suspendido por la pandemia, ofrecen una presentación virtual que incluye el tema SUELTO (editado en 2018), que habla del encierro, ORIGINARIO DUB y RÍOS. También difunden la canción TOCALAFE, cuyos creadores definen como “Sonido puro electro Andino donde los aires ancestrales del Erke, instrumento sagrado de la quebrada de Humahuaca se entremezclan con las texturas del sintetizador Minilogue y los ritmos fabricados con el Electribe 2. 


La integración de elementos opuestos y aparentemente contradictorios y una homogeneidad generada a partir de la confluencia de materiales y soportes heterogéneos me lleva, ante todo, a reflexionar sobre la conflictiva relación de los tres términos enunciados en el título y que tanto tienen que ver en el quehacer teatral independientemente de las culturas y de las épocas. 

Entre las precisiones terminológicas “canónicas” que ayudan a esta esta reflexión, destaco ante todo la de Yuri (1968), quien habla de rupturas y trastocamientos y define el cambio “no como evolución metódica sino como salto; no como desarrollo sino como un desplazamiento”, lo que implica 

*una inversión o reacondicionamiento de funciones 

*una nueva relación entre el material y el principio constructivo 

*una variación de la orientación de la serie, y 

*una aparición de nuevas funciones constructivas. 

En consecuencia, una readaptación de todo el sistema. 

Desde otro punto de vista Peter Bürguer (1989) lee las rupturas como “claves del conocimiento en la medida en la que revelan contradicciones” mientras que Néstor García Canclini (1992) y William Rowe -Vivian Schelling (1993) designan respectivamente, la liberación de signos culturales de puntos fijos en el espacio y el tiempo, y aquel rompimiento con la noción de la tradición como acumulación a tradición a través del tiempo, y como el surgimiento de nuevas simultaneidades en las que los elementos de territorio e historias antes separados pueden combinarse. Es decir, que los términos de ruptura y cambio aparecen asociados a otros dos conceptos: hibridación y desterriorización . 

El último abordaje que ahora asumo es el de Erika Fischer- Lichte (1989) quien reconoce dos tipos de cambio: uno el que tiene lugar dentro del contexto de un cambio cultural general y que afecta la dialéctica entre código interno del teatro y el código externo de la cultura. Y otro, basado en la dialéctica entre código y mensaje o puesta en escena, cambios puntuales que son introducidos por una puesta en escena y retomados después por otra y que, en su mayoría, conducen a una ampliación del código existente, sin que este se desintegre y se cree uno nuevo. 

Tanto el concepto de ruptura como el de cambio aparecen asociados con otros dos términos: la transgresión y la subversión, que implican –a pesar del diferente grado de radicalización- una tradición, un elemento anterior incorporado. Ligados a la idea de lo nuevo, la ruptura y el cambio pueden ser estudiados como agotamiento de un sistema, en relación al horizonte de expectativa y las normas de una época, y también pueden ser asociados a los cruces discursivos y la intertextualidad, a las recuperaciones e incorporaciones. Pueblos originarios, Argentina y Latinoamérica, en una performance que combina ritual y teatro, esa podría ser la síntesis de la propuesta de Desierto y Agua.

A través del ritmo los cuerpos de los espectadores responden al unísono y se hacen eco del emanado por los performers (cuerpo, voz, instrumentos). Lo musical se potencia por la teatralidad generada por las máscaras (modernas traslúcidas y aquellas que citan las ancestrales), la presencia de la bandera de los pueblos originarios, una mesa /altar en la que están depositados parte de los instrumentos, las proyecciones y los juegos lúminicos cuya partitura también se homologa a lo sonoro. La integración de sonido, y vestuario se verifica especialmente en los movimientos de Andrea Feiguin. 

Toda esta teatralidad no es mera decoración. Por ejemplo, en  su “Electro Folk Andino”, un ritual que combina electro cumbias y psicodelia, las intertextualidades cuidadosamente elegidas apuntan simultáneamente a lo individual y a lo  colectivo, un lirismo asociado al compromiso social,) y reconstuyen imaginarios sociales. 

Si bien la cercanía en el tiempo y un corpus limitado (parte de lo que se produce en Buenos Aires en estos últimos años) impide arribar a conclusiones, me permito arriesgar una opinión que, obviamente, puede ser revisitada y modificada: dentro del complejo sistema artístico, el juego más rico entre conservación y cambio (o ruptura) se verifica con mayor intensidad y proyección en el campo de la danza y la música. Específicamente en el caso de DESIERTO Y AGUA encontramos una búsqueda para modificar los códigos tradicionales de la música y el teatro, y una audaz apuesta por sistemas sígnicos funcionalmente interdependientes que apuntan lo visual y lo auditivo de la música y el teatro a través de la reinterpretación y cambios de función, más que contra los códigos. 

Combinaciones inusitadas (temas contemporáneos propios y ejecución con instrumentos nativos; máscaras futuristas y ancestrales) e introducción de elementos nuevos en los que descubren un rasgo común que permite un proceso de homologación (lo ecológico). 

Este breve comentario no nos permite afirmar (carezco de posibilidades de registro) si este espectáculo podrá generar transformaciones significativas en otras puestas en escena, en las formas de producción y recepción, en las técnicas actorales o en la configuración de una identidad cultural. Sí, una búsqueda de lo nuevo para esclarecer desde la representación escénica una tradición, una identidad latinoamericana. 

Desierto y Agua (DyA) un título doblemente denotativo como unión de lo diferente: lo femenino y lo masculino, y de dos elementos opuestos que reunido generan un oasis. En ambos casos, una fuente de vida. 




AÑO V, n° 214 
pzayaslima@gmail.com

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