El estreno de El lindo Don Diego en el Instituto de la Cooperación bajo la dirección de Santiago Doria ejemplifica la vigencia del teatro clásico español cuando esos textos encuentran un director capaz de convertir lo lejano en cercano. No necesita alterar y “modernizar” las palabras de Agustín Moreto para generar una recepción participativa, ni de escenografía alguna para encandilarlo o contextualizarlo. Le bastan la excelencia de los intérpretes (Gabriel Virtuoso, Andrés D´Adamo, Mónica D´Agostino, Ana Yovino, Pablo Di Felice, Irene Almus, Francisco Pesqueira y Gastón Ares), el vestuario funcional, lúdico y simbólico diseñado por Maydée Arigós y la música original de Gerardo Gardelín que contextualiza los cuadros que abren y cierran el espectáculo.
El director reconoce los motivos de su elección. Moreto es “un fino cincelador de caracteres, un gran observador y un maestro del diálogo gracioso, elegante e inteligente “que sabe “jugar con enredos y situaciones cómicas para deleite del público” (Programa de mano) Reconozco en Doria cualidades semejantes. Su experiencia en el género comedia hace que acierte en la elección del elenco y los oriente en la conformación de los personajes de modo que, al tiempo de respetar los rasgos típicos impuestos por el autor y la época, los nutren de individualidad. Los enamorados y los criados confluyen con sus acciones, sus gestos y los tonos de sus respectivos discursos a revelar desde el comienzo la obstinación, la ignorancia y la ridiculez del protagonista hasta que este al desengaño final. Doria organiza su puesta manteniendo siempre esos dos equilibrios inestables que exige el género, según Marie-Claude Canova: placer/instrucción y acción/personajes. Realza su elemento más importante, el ritmo, con una adecuada dosificación de aceleraciones y desaceleraciones, en las que participan no sólo los desplazamientos físicos sino que resulta determinante la perfecta emisión de los versos (acentos, pausas, modulación).
La centralidad espacial que otorga a los criados subraya la derrota del cortesano ridículo que llega al cenit del autoengaño cuando a pesar de las ropas que viste la criada la sigue viendo como condesa. El cuadro final reafirma la teatralidad como potencia reveladora, el rostro del protagonista a diferencia del cuadro del comienzo se enfrenta al público como un espejo en el que este puede refractarse. ¿Hasta qué punto los humanos utilizamos como Don Diego un espejo “empañado” en el que nos vemos como nos gusta imaginarnos?
El espectáculo subraya las dos funciones que el mito de Narciso y la obra de Moreto le ofrecen: la función tópica erudita (actualización), la función comparativa (metáfora), función ejemplificadora (el mito como “aviso”), función metamítica (re-creación estética) y función burlesca (el mito al servicio del humor)[1]. Por ello, la elección de El lindo Don Diego no resulta una reconstrucción de algo pasado: la “comedia de figurón, basada en satirizar al “lindo” de la que habla Doria es mucho más porque nos habla del narcisismo contemporáneo que exalta la belleza física como valor superior, la ceguera ante la opinión del otro con la que se disiente, y la consagración de las “selfies” como nuevo espejo de autocontemplación. El ser = ser visto, o dicho de otro modo “no poder ser sin ser visto”.
El lindo Don Diego, estrenado en el marco del Ciclo del Siglo de Oro Español, ha sido invitado para presentarse en el 42° Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro a raíz del éxito que la edición anterior del citado encuentro obtuviera el espectáculo La discreta enamorada, dirigida también por Doria y protagonizada por Ana Yovino (premiados en nuestro país en los rubros Mejor Espectáculo, Mejor Director y Mejor Actriz con el ACE de Oro y el Pr. Trinidad Guevara 2017).
www.goenescena.blogspot.com.ar
Año III, n° 177
pzayaslima@gmail.comEl director reconoce los motivos de su elección. Moreto es “un fino cincelador de caracteres, un gran observador y un maestro del diálogo gracioso, elegante e inteligente “que sabe “jugar con enredos y situaciones cómicas para deleite del público” (Programa de mano) Reconozco en Doria cualidades semejantes. Su experiencia en el género comedia hace que acierte en la elección del elenco y los oriente en la conformación de los personajes de modo que, al tiempo de respetar los rasgos típicos impuestos por el autor y la época, los nutren de individualidad. Los enamorados y los criados confluyen con sus acciones, sus gestos y los tonos de sus respectivos discursos a revelar desde el comienzo la obstinación, la ignorancia y la ridiculez del protagonista hasta que este al desengaño final. Doria organiza su puesta manteniendo siempre esos dos equilibrios inestables que exige el género, según Marie-Claude Canova: placer/instrucción y acción/personajes. Realza su elemento más importante, el ritmo, con una adecuada dosificación de aceleraciones y desaceleraciones, en las que participan no sólo los desplazamientos físicos sino que resulta determinante la perfecta emisión de los versos (acentos, pausas, modulación).
La centralidad espacial que otorga a los criados subraya la derrota del cortesano ridículo que llega al cenit del autoengaño cuando a pesar de las ropas que viste la criada la sigue viendo como condesa. El cuadro final reafirma la teatralidad como potencia reveladora, el rostro del protagonista a diferencia del cuadro del comienzo se enfrenta al público como un espejo en el que este puede refractarse. ¿Hasta qué punto los humanos utilizamos como Don Diego un espejo “empañado” en el que nos vemos como nos gusta imaginarnos?
El espectáculo subraya las dos funciones que el mito de Narciso y la obra de Moreto le ofrecen: la función tópica erudita (actualización), la función comparativa (metáfora), función ejemplificadora (el mito como “aviso”), función metamítica (re-creación estética) y función burlesca (el mito al servicio del humor)[1]. Por ello, la elección de El lindo Don Diego no resulta una reconstrucción de algo pasado: la “comedia de figurón, basada en satirizar al “lindo” de la que habla Doria es mucho más porque nos habla del narcisismo contemporáneo que exalta la belleza física como valor superior, la ceguera ante la opinión del otro con la que se disiente, y la consagración de las “selfies” como nuevo espejo de autocontemplación. El ser = ser visto, o dicho de otro modo “no poder ser sin ser visto”.
El lindo Don Diego, estrenado en el marco del Ciclo del Siglo de Oro Español, ha sido invitado para presentarse en el 42° Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro a raíz del éxito que la edición anterior del citado encuentro obtuviera el espectáculo La discreta enamorada, dirigida también por Doria y protagonizada por Ana Yovino (premiados en nuestro país en los rubros Mejor Espectáculo, Mejor Director y Mejor Actriz con el ACE de Oro y el Pr. Trinidad Guevara 2017).
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Año III, n° 177
[1] Tomo la clasificación de las cinco funciones de la obra de Rosa Romojaro, Las funciones del mito clásico en el Siglo de Oro, Barcelona, Anthropos, 1998.
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