Publicado en nuestro país por la Editorial Libretto en marzo de 2018, el libro de Beatriz Trastoy aporta, a lo largo de 303 páginas, una nueva y completa mirada sobre las relaciones entre lo dramático y los posdramático en la escena contemporánea de la Argentina con especial referencia a lo realizado en Buenos Aires.
La estrategia de interpretar el teatro como fenómeno artístico y a la vez cultural le permite analizar el sistema de valores que nuestra sociedad ha manifestado a largo del siglo XX y el actual, y coloca su énfasis en las respuestas que la comunidad da a distintas manifestaciones artísticas y culturales. Esta postura la acerca a la tomada por Tzvetan Todorov quien considera que no se deben leer los textos como enunciados transparentes, sino tratar de tener en cuenta al mismo tiempo el acto y las circunstancias de su enunciación y que la recepción de los enunciados es más reveladora, para la historia de las ideologías, que su producción. Y como Todorov, Trastoy interpelará esos textos, los interpretara, pero también los dejara hablar (de ahí la importancia de las citas incluidas) y defenderse.
Su marco teórico la lleva a describir de modo pertinente las distintas formas de teatralidad que el extenso corpus elegido le ofrece, pero además reflexionar sobre diversos tópicos que sagazmente relaciona con el hecho escénico: lo nacional, lo popular y la globalización, los modos de producción, el papel de lo intercultural, el problema del género (la construcción de lo femenino y lo masculino) y de los géneros (vigencia, porosidad, caducidad, transformaciones), la historia, memoria y los recuerdos. Son precisamente sus “recuerdos recuperados” los que la motivan y orientan en su actividad como investigadora y crítica del teatro argentino contemporáneo, y en esta oportunidad, específicamente, las manifestaciones posdramáticas, “un teatro que parece pensarse y hablar solo de sí mismo” (p. 20). A lo largo de seis capítulos, va demostrar, empero, en qué consiste “ese viaje de ida y vuelta” (así lo define el título del primero de ellos), la equivalencia entre traducción, metáfora, teatro, crítica y muerte, en cuanto todos estos términos nos llevan de “un lado a otro”, nos conducen más allá (Capítulo 5, p. 210), cómo la “tendencia a la presentación hiperrealista de la vida tiene (…) un único e infranqueable límite: la muerte” (Capítulo 5, p. 164) y cómo la memoria “puede ser gesto inútil (…) si no interpretamos…” (Capítulo 6, p. 285). Precisamente en este último capítulo, retoma lo que conformó el núcleo de la obra y echa luz sobre las correlaciones establecidas en el primero.
Trastoy da en el blanco al reconocer y describir con precisión las relaciones que lo teatral tiene con otros campos como la comida (Capítulo 2) y el deporte (Capítulos 3 y 4), conectar lo individual, lo social y lo político, lo ético y lo estético, y al afrontar el desafío de repensar conceptos aún polémicos en la sociedad argentina actual como nacional, popular, identidad, obsceno y pornográfico. Su claro recorrido por diferentes décadas, le permite establecer nexos entre el pasado y el presente, y enriquece su análisis con fundamentadas opiniones personales.
En el capítulo 3, “El corazón también es un músculo”, el exhaustivo y minucioso análisis de la obra de Muscari, Catch, ejemplifica un modelo de y análisis en el que no hay cabida ni para el impresionismo ni para el anecdotismo, modelo crítico sobre el que se extenderá en el capítulo 4, “Pienso, luego me emociono”. Encuentra que el desafío del actual discurso crítico es “asumir lo autobiográfico como instancia significativa” (p. 122) y ser capaz de “articular de manera enriquecedora todos los saberes teóricos con la emoción, la sensibilidad, lo subjetivo y lo autobiográfico” (p.128). Tanto el título del capítulo como el epígrafe de Balzac que lo encabeza (“El arte nace en el cerebro y no en el corazón”) da cuenta del orden de este proceso en el que la relación entre teoría y práctica es concebida como “una productiva ida y vuelta” (p. 161).
Sobre su libro Teatro autobiográfico. Los unipersonales de los 80 y 90 en la escena argentina (Bs. AS. Nueva Generación, 2002), al que considero en muchos aspectos antecedente necesario del actual, sostuve en su momento que se constituía como un texto necesario para los investigadores teatrales y de las ciencias sociales por su acertado manejo de fuentes documentales, los testimonios recogidos, las propuestas teóricas y metodológicas para restituir al texto teatral su densidad social. Hoy, La escena posdramática, como aquel, “modula armoniosamente un riguroso ejercicio crítico y de sistematización documental” (P. Zayas de Lima, Gestos 36, nov. 2003, p. 198),tal como lo ponen en evidencia las referencias bibliográficas (pp. 287.- 303), en las que conviven textos canónicos y contemporáneos de autores de diversas procedencias culturales, idiomáticas y disciplinarias lo que revela la coherencia entre sus hipótesis, objetivos y argumentaciones.
Los epígrafes que corresponden a los capítulos uno y cinco subrayan el eje del libro: respectivamente, el de Borges sobre nuestra memoria y el de Montaigne sobre la relación vida y muerte. Para la Dra. Trastoy, “En los rieles de los posdramático, lo autobiográfico es un viaje de ida y vuelta” (p. 13), por lo que considera “imprescindible reflexionar acerca de la necesidad y de la función crítica en torno de un teatro que parece pensarse y hablar solo de sí mismo” (p. 20). Su prolongada experiencia como docente le permite combinar discusión teórica, exposición histórica y ejercicio de la crítica de modo claro y sistemático, y su rol de espectadora de un número de puestas difícil de calcular revelan ese contacto íntimo, visceral al que ella alude en el primer capítulo. Pero también lo atractivo de este libro radica en que la autora no sólo plantea interrogantes claves, sino que propone estimulantes respuestas, en las que la seriedad de sus conclusiones no impide un sano y estimulante ejercicio del humor.
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Año III, n° 142
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