lunes, 19 de agosto de 2019

CONSTELACIÓN DE ALONDRA, UNA EFECTIVA INTEGRACIÓN DE LO HISPANOAMERICANO.

Maracaracol Teatro estrenó el 5 de julio CONSTELACIÓN DE ALONDRA, creación colectiva de un equipo conformado por aristas de Bolivia, Colombia, Chile, País Vasco y Argentina. Este trabajo adquiere una dimensión intercultural efectiva porque no abarca sólo el campo de la producción sino de la circulación: apertura de la temporada 2019 del Teatro Municipal de Cámara, en la Paz, Bolivia, gira de cuatro meses por diversos escenarios en Bolivia, Ecuador, Colombia y Argentina. Y en consecuencia en el ámbito de la recepción: los creadores destacan por su contraste el público de El Teatro Malayerba en Quito, y en la Maloka mayor de la comunidad indígena Kamentzá de San Andrés en Putumayo, a estos debemos sumar otro tipo de recepción en el Teatro Tadron, espacio de la comunidad armenia en la Argentina pero que convoca a un público básicamente heterogéneo.

A la interculturalidad se le suma la interrelación de artes: música, danza, mimo, drama, plástica que aparece claramente identificada en su trabajo con las máscaras de la ch'uta y el abuelo de Moxos de Bolivia, la exploración de la gestualidad de Lecoq y el seguimiento de las pautas de Grotowski en lo que se refiere al entrenamiento. Lo simbólico, lo plástico y lo ancestral conviven en un espectáculo en el que lo representado detrás de su aparente simplicidad invita a una reflexión sobre la vida y la muerte, la necesidad de la poesía, el reconocimiento de rasgos identitarios, y el papel que desempeñan la memoria y el olvido.

La protagonista transita los últimos días de su vida tomando el té y comiendo galletitas con su gato Chichi; en ese momento del día ella se permite un espacio de reflexión y sueña o tal vez recuerda los días con su hermana Amanda, desaparecida hace muchos años atrás. Durante este viaje por donde habitan los recuerdos y las estrellas, las dimensiones del tiempo harán ir y venir a Alondra (la protagonista) en su claroscuro mundo interno, y en el camino encontrará curiosos personajes del mundo de la ensoñación que la acompañarán en su último recorrido antes de la despedida final (…) y transitará por las sensaciones de una vida que se va y la lucha por recuperar aquello que se ha perdido. (Sinopsis extractada del informe de prensa).

El universo mítico aparece claramente marcado en la puesta en escena con las repeticiones de algunas secuencias y la circularidad de los desplazamientos. A ello mundo animal (mundo al que además hace clara referencia el nombre del grupo), y sumergirnos en el campo mítico. 

El universo mítico aparece claramente marcado en la puesta en escena con las repeticiones de algunas secuencias y la circularidad de los desplazamientos. A ello también contribuyen las máscaras, que le permiten trabar en distintos territorios
[1], y que en este espectáculo apuntan en dos direcciones, mostrar la unidad con la naturaleza[2] y el mundo animal (mundo al que además hace clara referencia el nombre del grupo), y sumergirnos en el campo mítico.

La importancia de lo plástico es central tal como lo revela el programa de mano y la pintura que ocupa el centro de la escena. Estrellas y constelaciones remiten a la importancia de la naturaleza pero al mismo tiempo a la posibilidad del lenguaje humano de dar nombre a las cosas, por eso es central el trabajo que apunta a lo simbólico: la distante e inasible luz de las estrellas es capaz de disipar la oscuridad. A esta línea expresiva corresponde la presencia protagónica del sombrero que remite al pensamiento (recordamos que Jung indica que el sombrero recubre a toda persona dándole así una expresión que corresponde a un sentido determinado; en consecuencia cambiarse de sombrero equivaldría a cambiar las ideas o los pensamientos (Cirlot).

Pero no sólo encontramos en este espectáculo lo mítico o lo mágico, sino una aproximación a temas relacionados con lo identitario, como lo es la relación entre olvido y memoria. En este punto no puedo sino recordar palabras de Isabel Allende “La memoria puede ser entendida como un bosque en el que todo sucede como en un presente eterno” (EL JUEGO DE RIPPER). En una instancia final asoma el pasado y entonces se pode en evidencia cuáles son aquellas cosas que no deberían caer en el olvido: los seres queridos, los momentos felices.

Esta ópera prima del grupo Maracaracol revela, finalmente, un estrecho vínculo entre la música y el teatro, de acuerdo con los intereses de sus creadores (Manuela Sacha Salaverry Vicente (Bolivia) y Gonzalo Villarreal (Argentina), este último a su vez portavoz de la escuela Cabuia, que desde 2017 combina sus hallazgos con las propuestas de Lecoq.

 







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 Año III, n° 188

 pzayaslima@gmail.com
[1] A raíz de la implementación del taller “La travesía de las máscaras” Gonzalo Villarreal señalaba en 2017 los cuatro tipos de máscaras que utilizan: “Tenemos la neutra, la larvaria, la expresiva y media máscaras (…) con el paso de las máscaras se trabajan distintos territorios” (http://moron.enorsai.com.ar/sociedad/28293-talleres-de-la-mano-del-grupo-mara-caracol-teatrp-html)
[2] En el taller “Construcción de Personajes y Montaje de Escenas” se apunta a la construcción de un personaje a través de elementos como el agua, el fuego, la tierra o el aire. También animales o elementos plásticos como pintura y fotografía (op.cit. nota 1)

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