lunes, 15 de julio de 2019

LA TRAMPA DEL PARAÍSO PERDIDO. DE ADÁN A AMY WHINEHOUSE

Patricio Suárez y Rhea Volij estrenaron en el Centro Cultural de Cooperación, un original y potente espectáculo de danza que pone en cuestión los límites de género y de géneros, y reafirma aquel concepto nietzscheano que señala la necesidad de contemplar la forma “como el verdadero contenido”. En este caso implica relacionar la danza butho de Kazuo Ohno con el poema de Milton y lo cyborg.

BUTOH (Bu “enterrarse con los pies”, toh “volar con los brazos”)

“El cuerpo delicado, envuelto en un aura mística. Los movimientos pequeños, tranquilos. El cuerpo que se perfila erecto y equilibrado, o el cuerpo que se curva introvertido, en búsqueda infinita de la intimidad. Una máscara maquillada de blanco donde se distinguen la boca, entreabierta, y los ojos, teñidos de tristeza. La angustia que esa máscara tiene. La composición teatral, refinada al extremo. Ese es el Butho, el acceso al mundo de la poesía que sólo la expresión del cuerpo puede propiciar” (Ohno). 

En nuestro país, este arte fue conocido en 1986 – en ese mismo año también por primera vez llegaba una compañía de teatro kabuki- con la visita de su creador quien no sólo mostró su arte ( Admirando a la Argentina, Mar muerto, Vals vienés y fantasmal) sino que explicó objetivos y ciertos aspectos técnicos de su trabajo. En 1992 participó en el Festival de Londrina[1].

En 1995 Gustavo Collini Sartor, quien estudiara esta danza en Japón con su creador, publica en Buenos Aires el primer material con textos y fotografías sobre la danza y la estética Butoh en lengua española; así sintetiza su esencia: “El Butoh es: una vanguardia que crea, con imágenes de pesadilla. Una danza donde los movimientos se eternizan en estampa y los contenidos alcanzan la densidad expresiva de verdaderas esculturas cinéticas.”[2] 

En 1998 regresa a Buenos Aires Rhea Volij después de formarse en parís durante cinco años en danza Butho con Sumako Koseki. Docente, directora y coreógrafa, su presencia en LA TRAMPA DEL PARAÍSO PERDIDO como intérprete junto con Popi Cabrera, y Malena Giaquinta muestra la eficacia del butho a la hora de poder plantearse y responder interrogantes que implican lo estético, lo social y lo filosófico.

¿Qué podemos afirmar hoy de lo humano en los confines de la técnica, en su vaivén existencial entre lo orgánico y lo inorgánico? ¿Qué experiencia física constituye lo Cyborg? ¿Qué formas de placer ensayamos dentro de nuestro paraíso indoor que se impone como expresión de la vida en la Metrópoli?

¿Será posible borronear la domesticación, hacerle una burla a la hipótesis de una historia evolutiva y binaria?, se preguntan los creadores en el programa entregado a los espectadores. En el espectáculo cobra un nuevo sentido la obra de Milton EL PARAÍSO PERDIDO (1667) en la que el tema de la caída de Adán y Eva se focaliza en el análisis del mal y el sufrimiento y en la que Adán es el sujeto capaz de tener visiones del futuro de la humanidad. (Dentro de esas visiones hay un espacio en el que colocar el proceso de destrucción y autodestrucción de Amy Winehouse?)

La coreografía y dirección de Volij compartida con Patricio Suárez apuesta al significado de la imagen y la fuerza de lo sonoro, a la riqueza de la fusión de técnicas en pos de develar y revelar posibles pasados presentes y futuros a través de 

“Cuerpos anónimos, andróginos, técnico-humanoides. Cuerpos-pregunta que conectan con fuerzas que insisten: Adán entrando al paraíso sin saber qué hacer con el deseo que lo acecha; mujeres-pollito aprendiendo a caminar arriba de sus tacones; Amy Winehouse resucitada en el acto de ver y ser vista.” (Programa de mano)

Lo andrógino como enigma y como signo desconcertante remite a la estética neobarroca con funciones operatorias como repeticiones, claroscuros, juego de anversos y reversos en la que no tiene lugar la dimensión binaria, sino la presencia de lo impar (siete paneles que refractan las imágenes de tres bailarinas, un oasis verde con trece frutos). El místico romántico Jackob Böhme pensaba lo andrógino como “pérdida del paraíso”, ¿será por ello, que ese símbolo edénico desaparece después de la primera secuencia?

Adrián Cangi quien ha estudiado el sentido de la androginia en la obra poética y narrativa de Echavarren aporta una serie de conceptos que creo pueden ser aplicados a LA TRAMPA DEL PARAÍSO PERDIDO. Lo andrógino como estado originario inorgánico y pre individual, su desplazamiento y oscilación entre fetichismo y sexualidad, la convivencia de la esbeltez y la potencia, la pesadez y la liviandad un perpetuo movimiento de la forma que en su exploración de bordes alternativos deja al descubierto intersticios.

Entre ellos el que permite acceso a lo cyborg (término creado por Manfred E. Clynes en 1960 y lo define como un compuesto de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos). Creo que el MANIFIESTO CIBORG de Donna Haraway[3] encuentra en la propuesta de Patricio Suárez y Rhea Volij una transposición perfecta, tanto en lo que se refiere a la organización como a la ejecución de la obra.

Ese “híbrido de máquina y organismo” es paralelamente “una criatura de realidad social y también de ficción (la nueva ficción está llena de ciborg ordinarios que son simultáneamente animal y máquina que viven en mundos ambiguamente naturales y artificiales”: Mujeres-pollito que trastabillan, serpientes que reptan o aves que intentan levantar vuelo, las tres intérpretes “bailan la trampa” (palabras finales de la declaración programática) y “se concentran en su cuerpo, como si éste fuera un objeto” (Collini Sartor acerca de las características del butho).

“…-nuestra era, un tiempo mítico-, todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquinas y organismos; en unas palabras, somos ciborgs”. Volij, Cabrera y Giaquinta potencian precisamente el espacio vacío, la necesidad de autorrepresentación, y la presencia de paneles/ espejo que adquieren luz propia y enmarcan sus desplazamientos.

“el ciborg no espera que su padre lo salve con un arreglo del jardín (del Edén) es decir mediante la fabricación de una pareja heterosexual”. El verde jardín con sus frutos ha desaparecido; el vestuario, el peinado y el maquillaje como una máscara que unifica muestran cuerpos vaciados de yo; la blancura erradica todo naturalismo y cita al ritual, mientras que el negro lo hace con ese más allá cristalizado de los interrogantes.

LA TRAMPA DEL PARAÍSO PERDIDO conforma dentro del panorama teatral de Buenos Aires un ejemplo de cómo una tradición ajena como el butoh puede ser integrada a un contexto cercano y presente, y como la danza puede plantear problemas estéticos y filosóficos relevantes.




[1] Allí fue entrevistado por Alejandro Cruz, corresponsal de La Maga, publicación de la que tomo las declaraciones  hechas por el creador sobre sus obras ( La Maga, 1° de julio de 1992, “Teatro”)
[2] Collini-Sartor,  KAZUO OHNO, EL ÚLTIMO EMPERADOR DE LA DANZA,  Buenos Aires  Editorial Vinciguerra.
[3] Manifiesto  Ciborg. El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el círculo integrado, por  Donna  Haraway (1984).  Trad. de  Manuel  Talens, en  http://xenero.webs.uvigo.es/profesorado/beatriz_suarez/ciborg.pdf.

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