lunes, 23 de julio de 2018

FALSA ESCUADRA, DE LUIS SÁEZ, SE ESTRENA EN EL TEATRO DEL PUEBLO.


La posibilidad de contar con el texto de Luis Sáez, motiva estas líneas sobre una obra, que si bien continúa la línea que este dramaturgo propusiera exitosamente con Camellos (1° Pr. Concurso Osvaldo Soriano 1999; estrenada en 2000), Monos con Navaja (Mención Especial Concurso Atahualpa del Cioppo, Teatro el Galpón de Montevideo 2000, estrenada en 2001) y Gato en tu balcón ofrece algunas aristas que ameritan una lectura al margen de su estreno el jueves 19 de julio en el Teatro del Pueblo, bajo la dirección de Enrique Dacal.

Los dos personajes de  Falsa  Escuadra, Sonia y Waldo, no sólo revelan a través del diálogo las fisuras de un matrimonio, sino las que dificultan una auténtica comunicación con el cuerpo social, y además esto opera como signo de oposiciones radicales en tres campos gnoseológico, axiológico, y emocional. Deudor, en algunos aspectos, del teatro de Roberto Cossa y Mauricio Kartún y de la narrativa de Eduardo Soriano (Saéz realizó una excelente transposición de Triste, Solitario y Final, conocida con el título Stan y Ollie navegan hacia el olvido, en 2001), este dramaturgo propone una creación original que potencia los elementos del realismo, del denominado neo-grotesco, de un teatro histórico y de un teatro político integrándolo en un nuevo nivel en el que la teatralidad opera como eje vertebrador.

Prueba de ello es la importancia que tienen en el adentro los objetos cuyo valor simbólico subraya sentidos y (contra)sentidos de los diálogos, y la función organizadora de la acción que los sonidos del afuera que invaden ese interior.

Un televisor que emite imágenes pero no sonidos, define el pensamiento del personaje masculino. “La imagen vale más que mil palabras” se convierte en una cita coagulada ya que las imágenes, por sí mismas, aisladas de un contexto suelen estar impregnadas de ambigüedad. Para Waldo, lo que no aparece en el noticiero no tiene entidad real: la imagen mostrada aislada de todo contexto lo aisla de lo que sucede a su alrededor, por eso puede comer tranquilamente, por ejemplo, mientras contempla la eliminación sistemática de personas (tal como lo señala Sonia)

El segundo objeto con un fuerte valor simbólico es la caja que un vecino les pidió guardar, caja que asemeja a un féretro y le genera pesadillas a Waldo (¿contendrá armas, libros, papeles, huesos?)

Los sonidos del exterior enmarcan las diferentes secuencias: la primera campanada se relaciona con la revelación de Sonia de la desaparición del kiosquero y otras anteriores; las sirenas policiales instalan el miedo: Sonia y Waldo Se miran. Se arrojan al piso, reptan, como buscando refugio. Silencio. Waldo se para y asoma a la ventana. Pero no comenta lo sucedido, sino que reflexiona sobre una posible lluvia (acotación). Como muchos otros que escucharon, ellos callan. Y son capaces de festejar la comicidad de Olmedo y Pepe Biondi. Las llamadas telefónicas de Celia avisan procedimientos en los que se llevan gente; el llanto de un bebé carece de entidad porque no lo mencionan los informativos. Frente a un aullido como de lobo, gritos humanos desgarradores (acotación), se refuerza el refugio en la sordera y el jamás recordar.

La violencia del afuera tiene su correlato en el adentro: el no respeto a las normas de urbanidad, la indiferencia por el otros, la insensibilidad frente al otro, el menosprecio por el otro al que se percibe distinto, el olvidar todo, los conflictos sexuales latentes y las relaciones familiares deterioradas, los diálogos imposibles como comunicación, sí como un duelo de ironías y sarcasmos; el perro Sultan, educado para despedazar y matar.

Claramente la obra nos remite a un momento de nuestra historia: los secuestrados, torturados y desaparecidos, los bebés separados de sus madres, la complicidad de un sector importante de nuestra sociedad. Pero también introduce otros temas sobre los cuales reflexionar y que atañen al presente. Parafraseando a Tzvetan Todorov, Saez se acerca más al moralista que al historiador: el presente le importa más que el pasado. Y como al primero, le interesa revelar el problema del otro aún no resuelto en nuestro país: cómo vemos a esos otros, como abstracciones o como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos
[1] (la parejita de la casa toma son “los patasucias”), como del prejuicio se pasa a distintos grados de violencia.

En varias de sus obras aparecen como título o personajes citado animales (camellos, monos, gatos o perros nunca animales fabulosos), animales que pueden ser domesticados, pero que siempre expresan la jerarquía de los instintos; la relación entre bestias y seres humanos no es gratuita, pero no se trata de equivalencias implícitas o de oposiciones, sino de implicancias simbólicas. En esta obra, sin posibilidad de conexión con lo divino, el hombre se consagra a alimentar lo primitivo, lo atávico. Todas las operaciones que constituyen el universo mental de Walter están marcadas por la crueldad, los apetitos más bajos, la intemperancia, el mal; pero su crueldad no tiene nada de animal, es perfectamente humana. 

Otros dos temas conectados con problemas filosóficos son planteados: la posible oposición entre la razón y la sin razón y el papel de la duda, y la relación entre lo vivido y lo soñado que puede conducir a espejismos, ilusiones que colocan al hombre en una “falsa escuadra”. Sonia, a diferencia de Walter, consciente de esa situación es capaz de reaccionar y modificar comportamientos. No ocultar más, no callar, no olvidar.

Sáez sostiene que le interesa la cultura como vehículo de comunicación y autoconocimiento. Creo que podemos leer sus textos como “enunciados transparentes” no porque sean realistas, sino porque revelan la ideología vigente de una sociedad cuyos integrantes aceptan que lo propuesto por el texto es verdadero o, al menos, verosímil. Walter y Sonia pueden existir y aún continuar alimentando a Sultán, y esto es posible en una sociedad que continúa viciada, degradada. Pero, al menos, Falsa Escuadra, pone en evidencia una afirmación que el citado Todorov realizara en 1982 -fecha de la publicación en francés del libro al que hacemos referencia y que coincide (sin relación de causalidad) con el proceso de la restauración de la democracia en nuestro país-:


 “La ignorancia sólo provisionalmente es una excusa: después se vuelve culpable”





www.goenescena.blogspot.com.ar



Año III, n° 137



pzayaslima@gmail.com

 




[1] Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del otro, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2014.

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