miércoles, 12 de abril de 2017

VIGENCIA DE CIERTOS PARADIGMAS DE LA MODERNIDAD A PROPÓSITO DE EL CRUCE SOBRE EL NIÁGARA Y TERESA (II).

En un blog anterior (“Teatro y religión en el S. XXI”, a. I, N° 48, 18/12/2016) reflexionaba sobre la posibilidad y la pertinencia de retomar temáticas que tuvieran que ver con valores religiosos, espirituales o éticos. De modo, para mí, sorprendente, en el 2017 se estrenan espectáculos que, en distintos géneros, abordan la vida de San Francisco de Asís. Una de ellas es la de Mariano Moro Pobrecito. Francisco de Asís, ofrecida en el Teatro Tinglado. Su otra obra, nominada al “Estrella de Mar 2015”, presentada en nuestra capital en el 2016 y en gira por diferentes conventos en España, ha sido actualmente repuesta en Patio de Actores, y sobre ella voy a referirme.

El autor explica en su comunicado de prensa cuál es la temática y la poética de su obra:

Siglo XVI, plena Inquisición. Las hogueras arden y su principal combustible son las mujeres. Una de ellas, levita. Esta mujer tiene la tremenda osadía de liderar una revolución en la Iglesia en un mundo claramente liderado por los hombres. Esta mujer escribe, y sus palabras simples y llenas de ternura trascienden su época para acertar en el blanco de nuestros tormentos, pero también nos muestran un camino para superarlos. Sobre sus propios escritos, “Teresa” es un recorrido poético por la espiritualidad de Santa Teresa de Ávila, su experiencia mística, su defensa de las mujeres, sus conflictos con la jerarquía eclesiástica, con la Inquisición (que la procesó dos veces), con su propia sexualidad, su debilidad por alguien en particular. Teresa es todo eso y más. Una gran escritora de la lengua castellana, única entre las plumas del Siglo de Oro Español, la primera doctora de la Iglesia, la primera mujer en escribir su autobiografía. La actriz nos mira a los ojos, nos habla a nosotros y nos traslada a otro tiempo y lugar, a la España conventual del Siglo XVI, al punto de hacernos sentir que vivimos allí al menos por un rato, participándonos de su luz genuina, alejada de todo formalismo dogmático, y centrada en la más profunda y auténtica búsqueda de la Verdad. 

El dramaturgo maneja a la perfección la relación entre poesía y teatro -su otra obra, Alfonsina y los hombres, es un claro ejemplo-; a lo largo de su labor como director artístico del Teatro Auditorium de Mar del Plata-Centro Provincial de las Artes y al frente de grupos independientes, los montajes de obras de Lope de Vega y Calderón le proporcionaron un dominio del lenguaje y estructura rítmica del español de la época; accede con naturalidad a un nivel místico, sustentado en una etapa anterior por el conocimiento de universo religioso revelado en la escritura de un texto anterior, Jesucristo. Todo ello contribuye a que este unipersonal pueda ser juzgado con criterios artísticos. La voz, la gestualidad, los movimientos y los desplazamientos por momentos coreográficos de la protagonista potencian las palabras (de Santa Teresa y del dramaturgo). Victoria Moréteau -actriz y bailarina- y Mariano Moro autor y director también de espectáculos de teatro danza- confluyen en el diseño de un espacio en el que el discurso religioso se aúna en una clara situación de interdiscursividad con el discurso amoroso. La protagonista transita por todas las gamas tonales, no como una exhibición de oficio, sino como el medio que le permite desarrollar y combinar lo expresivo (los tormentos interiores de Teresa, sus dudas) con lo informativo (datos biográficos, la situación de la mujer, la realidad conventual), y lo apelativo (tal como lo propone el texto, el discurso a las otras hermanas del convento; y tal como lo propone la marcación de la puesta en escena al público concreto que asiste al espectáculo. 

Este también puede ser juzgado con criterios “extraartísticos”: una reconstrucción fiel y detallada de la época y el lenguaje, que permite acercarse a un plano que roza no sólo religioso sino lo sociopolítico y la construcción perfecta de una heroína del siglo XVI que al mismo tiempo se impone con una total vigencia a quienes hoy defienden la lucha por la libertad de las ideas y la igualdad de oportunidades para las mujeres. 

Como mostraba en el comentario precedente acerca de El cruce sobre el Niágara, en plena posmodernidad, el teatro sigue mostrando –tanto en la instancia de la creación como en el de la recepción- que ciertos paradigmas de la modernidad continúan aún en pie

Ficha artístico técnica:

Dramaturgia y Dirección: Mariano Moro. Actúa: Victoria Moréteau. Diseño de vestuario: Santa Teresa de Ávila. Stage manager: Natalia Dia. Diseño de iluminación: Mariano Moro / Victoria Moréteau. Diseño gráfico: Daniela Delacroix. Fotografía: Mariano Moro / Adolfo Rozenfeld. Prensa: Simkin & Franco


www.goenescena.blogspot.com.ar //año II, n° 65.

pzayaslima@gmail.com


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