jueves, 20 de abril de 2017

Graciela González de Díaz Araujo y Beatriz Salas, brillantes compiladoras y críticas de la obra de Fernando Lorenzo


Dos calificadas profesoras e investigadoras mendocinas  proponen difundir el “universo teatral” de quien es considerado uno de los artistas mendocinos  más importantes del siglo XX, Fernando Lorenzo en  El universo  teatral de  Fernando Lorenzo. Los textos dramáticos y los espectáculos (Buenos  Aires, Instituto Nacional del Teatro, 2013.  Colección Historia  Teatral). Con este objetivo toman como punto de partida, más allá de las referencias biográficas y artísticas del autor mencionado, el comentario de sus textos dramáticos y sus puestas en escena (“nos proponemos ubicar la textualidad de Lorenzo  dentro del capo teatral local y nacional y evaluar la unidad de su obra en la concreción de recursos lingüísticos constantes, en la forma de encarar temática y formalmente las piezas a pesar de las diferencias estructurales” (p. 11). Del estudio preliminar caben destacar la solvencia, la claridad y la minuciosidad con las que ambas compiladoras analizan  cada uno de los cinco bloques que reconocen en la  producción del dramaturgo mendocino:  el teatro regional indigenista, el teatro histórico, el teatro épico de intertexto socio-político, el teatro del absurdo e  incomunicación con notas de crueldad, y el teatro del absurdo con notas de neogrotesco. Asimismo el rescate que realizan de las puestas en escena de Nahueiquintún, Los establos de Su Majestad, La conferencia,  y El concierto a fuego lento de la señora  Decroly  - dirigidas respectivamente por Walter Neira (1994), Carlos Owens (1973), Jorge Fornés y Elina Alba (1998), y Walter Neira (1990) - ofrece inestimables aportes: análisis modélicos de dichos textos espectaculares, una descripción detallada de los diferentes estilos de los directores que en las fechas citadas tuvieron a cargo los montajes, referencias ilustrativas de las instancias de circulación y  recepción de las obras de  Lorenzo, y una precisa contextualización (por ejemplo, el exilio forzoso de Carlos Owens en  1974 por la intolerancia y la violencia ejercidas por la Triple  AAA  comandada por el peronista López Rega).

Organizar una antología  resulta una aventura peligrosa, y el desafío encarado por las citadas autoras resulta especialmente atractivo porque es el producto de una atenta relectura  (las publicaciones  académicas anteriores sobre la obra de  Lorenzo realizadas por  ellas  lo comprueban), y organizan la producción del dramaturgo de tal modo que los textos, no sólo analizados sino incluidos en la segunda parte,  conformen un proyecto que permite leerlos como una obra  entera y única, a pesar de la diversidad temática que ofrecen.

Tanto la bibliografía como la cronología de las obras y los premios  funcionan como pertinentes vías de acceso para otros estudiosos interesados en el autor (fallecido en 1997) y/o el teatro mendocino.

Una reflexión aparte merece la presentación llevada a cabo en la sala Elina Alba de la ciudad de Mendoza hace pocos días. El artículo del periodista  Fausto  J.  Alfonso publicado en la web el  02-04-2017 resulta insoslayable para quienes no pudimos asistir a ella. Su autor eligió un título provocativo “Lorenzo, la Cheli y los jóvenes viejos”, inspirado en la película de Rodolfo Kuhn. Quien fuera creador y director de la revista mendocina UBU Todo  Teatro entre 1991 y el 2001 y hoy editor responsable de El pacto del Fausto, apunta hacia un problema que excede el hecho puntual de una presentación de libros: la ausencia de artistas mendocinos jóvenes en esa convocatoria demostraría  “que la historia del teatro mendocino está generacionalmente fracturada”, que el desinterés y la indiferencia ante una publicación que ubica a Fernando Lorenzo en el sitio de honor que le corresponde en la historia del teatro de Mendoza (y yo me atrevo a afirmar que de la Argentina) revela que pueden ser calificados como “jóvenes viejos” que “hoy esquivan el bulto de los antepasados y no tienen más referencia que la autosuficiencia”. 

Pero, por lo que se afirma en ese artículo, podemos creer que se trató de una presentación notable en la que se integraron naturalmente la investigación académica y la práctica teatral, lo multimedial y lo cinematográfico (exposición del documental de Ulises Naranjo sobre  F. Lorenzo), las experiencias subjetivas y la divulgación. De dicha presentación participaron los directores Walter Neira y Gustavo Casanova, la “pluriartista” Vilma Rúpulo y los  actores Laura  Bagnato, José  Kemelmajer y Jorge  Fornes. Que la profesora Graciela Díaz Araujo (la Cheli) fuera la coordinadora fue, sin duda, uno de los grandes aciertos, no sólo  por haber sido una de las autoras del libro sino porque es quien más conoce de la historia de la actividad teatral de los últimos cincuenta años en su provincia, tal como puede apreciarse de la lectura de sus numerosas y calificadas publicaciones. Y la ausencia de teatristas jóvenes denunciado por Alfonso instala como otro “problema” del teatro (me atrevería a afirmar “argentino”, no sólo mendocino): nuevas generaciones incapaces de mirar con interés un pasado inmediato.
 
 
 
 
 

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