domingo, 24 de abril de 2016

El Instituto Di Tella (Parte III)

Resumo y actualizo lo publicado en la  Revista Espacio de  crítica e investigación teatral (año 2, n° 4, 1988)  y en Relevamiento del teatro argentino (Bs. As, Rodolfo  Alonso, 1983) sobre  lo  generado desde  el  Centro de  Artes Visuales (CAV).
 
El  CAV surgió como una respuesta  a la necesidad de conocimiento y comunión con la polifacética actividad en el  campo de la plástica del momento y contó con un Museo situado en Florida 936, en el que podían encontrarse obras reunidas originariamente por el  Ing.  Torcuato  Di Tella y obras  nuevas adquiridas (ej., las de Kenneth Noland). La estratégica ubicación de sus tres salas de exposición, la amplitud de los horarios de visita, y el inteligente criterio que rigió la programación de las muestras nacionales e internacionales contribuyeron al cumplimiento de su propósito básico: formar a un público capaz de frecuentar las obras de arte.
Allí se conocieron los happenings de Marta Minujin A través de todas sus creaciones buscó dar una nueva dimensión a  la palabra libertad y fue pop o hippie, se  inventó una menesunda[1], amontonó colchones, desparramó gallinas sobre las avezas atónicas  de la gente; creó cabinas telefónicas con efectos sensoriales, fundó una  “Academia del Fracaso), propició procesiones de antorchas poli cromáticas, programó collages originalísimos y desconcertantes, transformó la pintura de caballete, proyectó películas extravagantes; es decir,  inventó todo aquello que nunca había sido inventado. Todo  esto para logar junto con  esa nueva libertad, un arte diferente, divertido, sin puntos de contacto con la tradición y como una “payasada metafísica” semejante al arte de los hermanos  Marx[2].
Sus happenings fueron los más espectaculares, pero también los que incluyeron cinco elementos del nuevo teatro renovador:
1)      La provocación: el arte como catalizador y exaltador de unas energías que lo rebasan y de algún modo lo desmantelan.
 
2)      El humor negro contra la mistificación –como lo proponía Ionesco.
 
3)      Predominio de las imágenes que permiten hacer real la experiencia del tiempo.
4)      La fantasía como revelación, como método de conocimiento: nada es verdad, todo es imaginario.
5)      La relación con el (o los) objeto(s) presentado(s) como apertura de nuevas vías de comunicación entre el público  (y en los mismos criadores).
 El Batacazo y Simultaneidad en simultaneidad[3] ejemplifican de qué manera estos cinco elementos pueden funcionar aislada o conjuntamente.
El Batacazo  es ante todo una “anti-pintura” y una  “anti-escultura”, y, por lo mismo un objeto; algo que ocupa el espacio real del espectador y que puede ser gozado con la vista, constituirse en receptáculo de valores visuales, en portador de una imagen. Pero simultánea y sucesivamente, el espectador queda obligado a constituirse en participante al recorrer  en una perfecta ecuación de espacio/tiempo los interiores de la imagen, a vivir con el cuerpo y desde adentro o por adentro, lo que antes miraba desde afuera. Objeto-Happening donde quien contempla es, por momentos, espectador y,  por momentos, algo susceptible de ser objetivado por los otros espectadores /participantes quienes deben recorrer la construcción. Hule, plástico, acrílico, neón, hierro, madera, goma pluma: todo responde  al principio pop que consiste en acentuar la conciencia del material que ha sido elegido siguiendo la sensibilidad rápida y utilitaria reay made de las grandes ciudades; lo mismo  se puede decir de sus temas visuales, jugadores de rugby o un cosmonauta que se mueve. A ello se  suma la presencia de conejos reales y de moscas que, encerrados en cajas transparentes, transmitía  la idea de una campo intermedio entre el mundo de los sentidos y los  artificios de la cultura. Las luces de neón más la presencia viviente de las moscas constituyen el semantema cuyo destinatario es cada uno. Y la imagen de la lata de sopa  Campbell´s, el segmento natural de un mensaje cuyo destinatario es colectivo. Oscar Massota describe así la función efectuada en  1965 en el  Predio Internacional de  New  York:
… para leer el mensaje hay que entrar en la construcción. Esto es, trepar una  escalera revestida  en vinilio, pasar muy cerca del cuerpo viviente de los conejos, deslizarse por un tobogán, caminar sobre el cuerpo de goma pluma que figura a una mujer desnuda y salir, finalmente, por un túnel corto contra cuyas paredes transparentes se estrellan las  moscas. Todo aparece como un juego, pero esta experiencia lúdica  tiene la atmósfera ambivalente, festiva y de desencanto a la vez de los parques de diversiones. Una fusión de realidad y de engaño, de engaño sin teatro y de experiencia inusitada de  frustración y de logro. El espectador, al entrar en  “Batacazo” pierde su personalidad para  convertirse en elemento de un abigarrado conjunto donde se combinan, junto a su cuerpo, jugadores de rugby de vinilio y moscas; y la mirada de las personas que se hallan afueran hacen sentir al que está adentro  “una cosa entre la cosa” y lo metamorfosean en “momentos” de  una imagen global colorida y rica, susceptible de ser gustada, pero por los otros. Se trata, en fin, de una cadena de ida y vuelta en la que quien está afuera, objetiva al que está adentro y donde el que está adentro sólo puede objetivar al que está afuera por medio de un  rodeo simbólico. Extraña escalera, combinación plástica de verdugos y de víctimas, donde el resultado es una yuxtaposición de experiencias que hace del espectáculo, un verdadero happening.[4]
Simultaneidad en simultaneidad, trajo a primer plano la relación del arte con los medios masivos de información. En 1966, Minujin, en colaboración con el alemán Vostell y el norteamericano Kaprow idearon generar en sus respectivos países tres diferentes sucesos de modo simultáneo. El realizado en el Instituto Di Tella por Minujin (con la colaboración de Leopoldo Maler) se componía de dos sucesos: 1) invasión instantánea (radio, TV, teléfono, telegrama) y 2) simultaneidad envolvente (TV, radico para cada una de las personas participantes del suceso, slides, cine, fotografías, grabadores). En ambos se distinguían dos situaciones: a) la preparación en la que los participantes han sido filmados, fotografiados y a los cuales se les  solicitó opinar sobre lo que estaba ocurriendo ante el micrófono de un grabador; y b) la realización propiamente dicha.
Eliseo  Verón[5]  analiza ambas situaciones. La  situación a) del happening se organiza a partir de ciertos elementos extraídos de la vida cotidiana, los medios masivos en funcionamiento ante los participantes, en el papel de consumidores. Pero se advierten dos diferencias de la situación “normal”: una, la multiplicación –sesenta televisores, sesenta radios, sesenta consumidores-; la otra, el consumo simultáneo de los medios. Ambos aspectos producen un primer distanciamiento o ruptura con respecto a la situación cotidiana. La realidad aparece  desrealizada por multiplicación y  surge claramente la diferencia entre el consumido como observador del medio, y el consumidor como observado por los medios. Los medios masivos han invadido el contexto, pero invirtiendo su papel habitual de emisores con respecto al consumidos.
En la situación b) tanto el medio masivo en su  uso individual (la televisión que cada uno tiene ante sí y la radio) como los invasores del contexto han invertido su función comunicadora: emiten los mensajes recibidos en la situación anterior. El aspecto centrar es aquí, que los participantes son observadores de sí mismo. Pero el desdoblamiento creado por la auto observación y la emisión simultánea de todos los medios impregna a la situación b) en su conjunto de una cierta realidad. Y concluye que el carácter circular que adquiere la transmisión de la información entre  a) y b) produce una neutralización de todas las oposiciones. La situación b) se diferencia  así, tanto de la situación a) como de la situación normal entre emisores y receptores.
El Instituto Di Tella, al propiciar estos y otros happenings auspició en el campo de la producción artística, el ejercicio de una creatividad sin límites impuestos desde afuera, se facilitó el empleo de nuevos materiales y apostó por un arte-tecnológico-total que podían involucrar la música, la palabra, la danza, la pintura y la escultura. En el campo de la recepción, se modificó sustancialmente la situación del  espectador  ya que apelar fundamentalmente al área perceptiva-sensorial de los participantes se potenciaba la posibilidad de imaginar y crear. Y en tanto que el happening conduce a una liberación del subconsciente, todas las represiones del espectador pueden emerger a la superficie y, en consecuencia, el tabú, lo prohibido se hace visible.
Como sucedió con los espectáculos teatrales ofrecidos en el CEA, todas las formas rutinarias de consumir la producción artística fueron sacudidas y se modificaron y opacaron los límites entre arte/no arte, y arte/vida.  Estos fueron  sólo algunos de  los significativos aportes - siempre reconocidos- del Instituto Di  Tella, cuyo cierre no pudo ser compensado aún.


[1] “Tomé esa palabra del diccionario del lunfardo. Quiere decir situación difícil, embarazosa. La empleo para  designar el recorrido de participación que realicé en  1965 en el Instituto Di Tella y que consistía en una ambientación con 16 habitaciones, donde el visitante era impulsado a vivir situaciones nuevas, vertiginosamente múltiples (M. Minujin, La  Semana, año 2, n° 101, 1978)
[2] Id.
[3] En las pp. 205-222 del  Relevamiento… puede hallarse el análisis de  happenings de artistas como Greco, Carlos  Squirru, Delia Puzzovio, y  Edgardo  Giménez, como asimismo las opiniones de Oscar  Massotta.
[4] Zayas de Lima, 1983, pp. 211-212.
[5] “Un happening de los medios masivos: notas para un análisis semántico”, en  Happenings, Bs. As. Jorge  Álvarez, 1967, p. 88),

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