Mi estadía en España durante un mes me permitió comprobar la vitalidad y renovación que la danza ha adquirido allí. De ese escaso tiempo pero de intensas experiencias rescato la importancia de la actividad que en Barcelona desarrolla el “Mercat de les flors”, casa de la danza dirigida por Angels Margarit. Tal como ella lo señala la programación de la temporada 2019-2020 aparece marcada por la relación entre la danza y el territorio: territorios compartidos y perspectivas diversas, con la presencia de artistas capaces de desplazar la mirada habitual de los receptores al poner al descubierto otras visiones.
Esos territorios compartidos aparecen configurados por bailarines y coreógrafos pertenecientes a la península ibérica, Francia, Bélgica, Alemania Camerún, Mozambique, México, Holanda, Canadá, y Brasil, la mayoría de los cuales participan en coproducciones y proyectos de cooperación internacionales. Y por obras que tienen ver además de la danza, con el teatro, las artes visuales y el circo.
Conviven en el repertorio que ofrece el Mercat de les flors perspectivas diversas que pueden ser asociadas a la experimentación y la vanguardia en el sentido que les otorga Umberto Eco: el primero como una obra individual de la que puede extraerse una poética y que genera “una provocación interna al circuito de la intertextualidad” , mientras que la vanguardia ofrece manifiestos y busca provocar al cuerpo social . Veamos algunas de las obras allí propuestas.
DOCE, de Juan Carlos Lérida es el resultado parcial de un proceso de investigación a partir de la simbología del número 1 y el itinerario de Cristo desde la última cena hasta la resurrección que acabará en el 2010 con una obra de doce horas de duración y que trabaja sobre el concepto de expiación operando sobre estructuras que se conectan con rituales y ceremonias. Christian Rizzo en UNE MAISON prioriza lo íntimo y cotidiano y desde lo grupal (catorce bailarines entre 22 y 60 años) investigar sobre las relaciones entre el cuerpo y el espacio -el físico y el de la memoria-, el cuerpo entre la materia orgánica y la electrónica. “Siempre busco crear familias, fragmentos de humanidad” puede ser considerada una síntesis de su programa estético.
La coreografía de Quim Bigas en DESPLAZAMIENTO VARIABLE se focaliza los archivos como un espacio para pensar, como latencia, y puede ser clasificada como una “pieza documental”. No realiza separaciones entre la investigación y la creación, entre lo académico y la escena: “En algunas ocasiones ni distingo el movimiento de la escritura del movimiento de una pieza coreográfica porque las dos acciones tienen que ver con la articulación de las grietas encontradas con el objeto de generar sentida. Me interesa ser un disparador que abra las subjetividades de las personas y mostrar una coreografía como una multiplicidad de relaciones y de productos derivados”.
THE MOUNTAIN, THE TRUTUH & THE PARADISE le permite a Pep Ramis mostrar en un solo los intereses actuales del creador y el punto de inflexión al que ha arribado: más allá de revisitar a sus 50 años, las herramientas a lo largo de su carrera como coreógrafo y bailarín se centra en revelar la tragedia de la condición humana–“siempre entre los dioses y el fango”, la importancia de la espiritualidad, y el humor como vía de acceso.
El flamenco no puede estar ausente, pero sobre todo para revelar simultáneamente su vigencia y la mirada contemporánea; por ello Olga Pericet con UN CUERPO INFINITO propone un espectáculo sobre la figura de Carmen Amaya, y Albert Quesada en FLAMINGOS conecta la figura de esa bailarina modélica con John Waters. Tampoco está ausente la tradición africana (Africa Moment a cargo de la coreógrafa Aida Colmenero Díaz), ni rituales y ritmos del Brasil que propone Lia Rodrigues y su compañía de danzas (“…me considero una artista libre, comprometida con la historia y las raíces de mi país”). La Societat Doctor Alonso se focaliza en los “desplazamientos”, la convivencia entre las nuevas fórmulas y las técnicas tradicionales en SOBRE LA BELLESA y CONTRAKANT, a partir de la plástica y el cine ruso y las ideas de Kant, respectivamente. Estos son sólo algunos de los nombres que confluyen de manera permanente o transitoria a una casa de la danza que debe ser tenida en cuenta como modelo a seguir.
Pero el Mercat de les Flors no ofrece sólo espectáculos sino nuevos caminos para los procesos de creación, circulación y recepción, que el gráfico siguiente ilustra claramente.
Margarit resume así lo que ella llama “itinerarios temáticos” que se proponen en el Mercat de les flors: constelaciones (universos particulares alrededor de un creador o un colectivo de creadores situados en un mapa de relaciones como espectáculos de Lía Rodrigues y de la Societat Doctor Alonso), talla única (piezas de lenguajes y disciplinas diversas pero que tienen en común el estar dirigidas a todas las edades, como Roger Bernat y su versión de La consagración de la primavera), narrativas (la danza al servicio de un relato, como en Pep Ramis/Mal Pelo en The Mountain, the Truth & the Paradise), partituras (la escritura del cuerpo y del movimientos con relación al espacio y la música son el objeto de la investigación poética y discursiva de la pieza, tal como sucede en Un cuerpo infinito de Olga Pericet), danza y territorio/otras perspectivas (cambio de mirada, Lia Rodrigues y Societat Doctor Alonso), Solos (intérpretes únicos de poéticas diversas y espectáculos de circo.
La danza contemporánea en contacto con el pop y el flamenco, el circo las instalaciones y las nuevas tecnologías; la danza como expresión, como denuncia política, como investigación sobre el ritmo, el cuerpo y el espacio, experimentación con los cruces de técnicas y disciplinas, son las principales opciones que el Mercat de les flors ofrece a los públicos más heterogéneos y para ello cuenta con los innovadores proyectos de su directora y la participación de talentosos coreógrafos, bailarines, performers, e intérpretes.
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Año IV, n° 196
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