¿Cuáles son las herramientas con las que un director/actor puede sumergir a los espectadores en el universo shakespereano sin intentar reconstruir el los elementos que hacían a la puesta en escena en el siglo XVI?
Un profundo conocimiento del autor y de la obra le permite organizar los elementos que hacen a la representación de modo sincronizado y perfecto, de modo que todos y cada uno orienten la mirada del espectador hacia lo que él se ha propuesto como adaptador (en colaboración con Patricio Orozco), actor y director.
La necesidad de este material radica en la posibilidad de presentar el síntoma de la ambición que provoca el poder,, declarando la maldad como una realidad más, como una vivencia en donde nos reconocemos. Me interesa profundamente hablar del poder como un lugar donde hablamos y padecemos, donde nuestra vida se consume y la codicia es el símbolo de la existencia, el desprendimiento del mal trágico de Ricardo III como poesía de la destrucción y la llegada de la conciencia como un alivio, inflingiendo al tirano”. (Informe de prensa)Así aparece su pensamiento sintetizado en el Programa de mano: “Cruel se manifiesta como un espejo deforme de la condición humana, la representación de lo horriblemente bello, las palabras de Shakespeare golpeando la puerta de nuestro presente, las voces del pasado que hacen eco en la crueldad de nuestros días. Cruel es la aceptación de todo aquello de lo que estamos hechos”.
Estas lúcidas reflexiones teóricas se plasman en la praxis.
Marcelo Savignone director ofrece una concepción del espectáculo en la que los elementos simbólicos (máscaras y objetos realizados respectivamente por Alfredo Iriarte y Cristian Cabrera; el vestuario creado por Mercedes Colombo) potencian esta visión sobre la vigencia del pasado en nuestro presente.
La escenografía de Gonzalo Córdoba Estevez no sólo optimiza el espacio con los telones transparentes al fondo y la tarima que avanza al frente, sino que habilita junto con la precisa iluminación de Ignacio Riveros una inmediata comprensión de los apartes, de los diversos espacios citados e implícitos, el afuera y el adentro. Paralelamente su creación de una larga mesa representa la co-presencia de eros y thanatos, el núcleo de las intrigas y el lugar en el que se sitúa el poder. Las máscaras de los funcionarios separadas de sus rostros transmiten de modo claro la duplicidad y la falsedad. La máscara animal que el protagonista usa sobre la nuca, su lado bestial y la fuerza de los deseos impuros, el abismamiento amoral en lo perverso”[1].
La música original del compositor argentino Sergio Bulgakov, sitarista consagrado y cultivador de una personalísima “música de fusión”, ofrece para este espectáculo una partitura de claro valor narrativo a la hora de revelar estados de ánimo y de fuerte carga rítmica al relacionar los elementos del sonido (altura, duración, intensidad y timbre) con los de los desplazamientos coreográficos (energía, espacio, tiempo) especialmente en el caso de Savignone, quien diseña junto el músico el ritmo de toda la puesta en escena.[2]
En su desempeño como actor Savignone nos ofrece un Enrique III único e irrepetible. Su cuerpo funciona como apropiado instrumento para revelarnos paralelamente el mundo que presenta Shakespeare y la interpretación que de este se realiza en la adaptación. Enrique III obra perversamente y es dueño de una libertad que le ofrece todo tipo de recursos sin trabas para corromper, despojar y despojarse de la humanidad sustancial, revelar al egoísmo como motor del individuo. Pero el título ha cambiado: el nombre del rey ha sido sustituido por un adjetivo (“cruel”). Ya no se trata tanto de presentar la historia (o la prehistoria) de la realeza inglesa y la corrupción y mediocridad de los políticos de entonces, como subrayar una homologación con el presente al que los distintos lenguajes escénicos (vestuario, música, objetos) como el discurso verbal empleado en esta traducción/versión se orientan. De modo enérgico pero al mismo tiempo sutil el protagonista impone su interpretación sobre el erotismo como conquista, y la desmesura como ejercicio de la libertad.
La escena de la lucha con el oso remite al autor inglés, pero también al violento mundo actual; es también un signo del presente la ubicación central que le otorga a los personajes femeninos. Por esto resulta acertada la elección del color negro del vestuario, porque en todas a las época aporta una fuerte carga simbólica ( dolor, duelo, el mal, lo primitivo y originario...)
A los ojos de Shakespeare, aquellos que pueden aceptar y seguir el término medio entre el cinismo y la confianza ciega, la ingenuidad y el desprecio por la humanidad, son los únicos que, en su verdadera naturaleza, son capaces de sostenerse en un mundo cuyas normas se desintegran[3].
A los ojos de Marcelo Savignone es posibilidad del teatro descubrir el ´alma de la época´ y a través de un esquema de imágenes y símbolos profundiza nuestra comprensión del dramaturgo inglés y lo muestra como nunca como nuestro contemporáneo. Supo encontrar en Enrique III las claves para interpretar el presente y precisar los alcances de su aclamada universalidad.
Ph Cristian Holzmann
Ph Cristian Holzmann
www.goenescena.blogspot.com.ar
Año III, n° 174.
pzayaslima@gmail.com
[1]
Paul Diel, Simbolismo en la mitología
griega, Barcelona, Labor, 1991.
[2]
Perla Zayas de Lima, “Introducción a la
problemática del ritmo en el arte de la danza”, Ruthmos 21 mars 2016 (en
línea).http//www.ruthmos.eu/spip.php?article842
No hay comentarios.:
Publicar un comentario