La publicación de dos nuevas obras de Andrea Julia la reconfirman como una acabada representante de la dramaturgia femenina en la Argentina. Docente, dramaturga, actriz y directora premiada en cada uno de estos campos, sus obras alcanzaron gran difusión en los Ciclos 2011 y 2012 de Teatro por la Identidad, realizados en el Teatro Tadrón, dirigido por Herminia Jensezian, espacio cuya relevancia he señalado en blogs anteriores.
Las dos piezas que integran este volumen ofrecen además de los temas –tal como lo enuncia el título que las engloba- algunos elementos que las conectan, la despedida, diálogos que tienen mucho que ver con el acto de monologar, lo confesional, la estructura en cuadros, la conexión entre el espacio mítico y el espacio real, la organización de la temporalidad, la relación entre lo dicho, lo no dicho y lo imaginado, el mundo interior secreto. Un manejo particular del diálogo propone una inquietante alternancia entre la comunicación y la incomunicación de los personajes (una pareja o tres amigas en “Arrancados” y “Confesiones en 2 por cuatro”, respectivamente). En ambas el tango opera como un libro mágico que ofrece claves y oficia como bitácora para descubrir sentidos; refleja la melancolía y las carencias de muchas vidas que circunstancialmente pueden convertirse en personajes que el tango propone a través de la música, la letra y la coreografía.
Las dos obras adjuntan un subtítulo entre paréntesis.
“La poesía es posible”, el que acompaña a la obra “Arrancados”, se conecta con la utilización del leit motiv que componen diferentes cuadros (el uno, el seis, el once y le catorce) y con las secuencias en que diferentes elementos simbólicos (la casa, la ventana, la puerta, el espejo, el perfume) acompañan las reflexiones de los dos personajes sobre la memoria y el olvido, pero especialmente, sobre un aspecto menos transitado: para Ella se trata de “la historia que quiero recordar y no la que recuerdo”. La autora, consciente de la relación que existe entre la poesía, la música y la plástica, organiza el mundo escénico con encuadres que contienen imágenes sonoras, plásticas y cinéticas similares. Del principio al fin, se instala una atmósfera dramática en la que el tango opera sobre los cuerpos de la pareja como sucediera en el relato borgiano con la milonga.
“¡Qué me van a hablar de amor!” ilustra a “Confesiones en dos por cuatro”, título del tango que, cantado por Julio Sosa, abre y cierra el texto teatral. La puerta como acceso al cruce del umbral y el espejo, la imaginación y el deseo como sustitutos de un mundo real (“… no sé si había estado ni siquiera. En un momento pensé…o sentí…no sé…como si en verdad yo hubiera inventado que él estaba ahí”- confiesa Nora). A diferencia de la anterior, esta obra combina distintos discursos: el paródico (el público femenino atrapado por el radioteatro) el mítico (el cantor del tangos, en este caso, no Gardel sino Julio Sosa, el varón del tango), y el lírico (los poemas de Aída y de Nora). Precisamente en este campo Andrea Juliá alcanza profundidad: convierte el sentido en sonido, en una “luz difusa”, en imágenes del alma en medio de un “silencio profano” y a través de “las palabras cerradas”.
La frase citada en una de las paredes de la Botica del Ángel “El tango es una posibilidad infinita”, y que se completa con aquella definición que diera Enrique Delfino, “El tango es una conversación rimada” se encarnan en estos textos que pueden ser mirados y gozados en un silenciosa lectura íntima o gozados en una mirada y escucha colectiva en la escena.
www.goenescena.blogspot.com.ar
Año III, n° 152
pzayaslima@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario