lunes, 19 de noviembre de 2018

ALGUNAS LÍNEAS ESTÉTICAS EN LA DANZA ARGENTINA DE LA ÚLTIMA DÉCADA (I)


La fuerte presencia de los espectáculos de danza en los escenarios de Buenos Aires en los últimos años incluye algunos aspectos que considero importante destacar. Entre ellos: la vigencia de coreógrafas y bailarinas consagradas y la aparición de nuevas figuras, la formación y /o perfeccionamiento en distintas disciplinas por parte de aquellas (cine, audiovisuales, plástica, teatro, clown), la intermediación de las nuevas tecnologías multimediales), los cruces entre la danza contemporánea y los aportes del butoh tanto en el entrenamiento como en el del espectáculo ofrecido, la revalorización de la(s) música(s) popular(es), y un fructífero empleo de los objetos por parte de los performers (término que está siendo cada vez más en reemplazo de “bailarines”, por parte tanto de la crítica como por parte de los propios protagonistas).

 El año 2011, nuestro –tal vez arbitrario- punto de partida brinda claros ejemplos. Entre las artistas consagradas sobresalen las propuestas -analizadas en blogs anteriores- de Vivian Luz (Serán otros los ruidos) y Adriana Barenstein (La tierra no se mueve). Teresa Duggan indaga desde la danza y en clave de humor temas no habituales en este campo como “los cliches, el glamour y la reglas del mundo de las pasarelas y la moda”. Este espectáculo le permite concretar sus conceptos estéticos: cruzar lenguajes (imagen, movimiento, música, manipulación de materiales) y explorar las posibilidades del cuerpo, la luz, y el movimiento.

Marcela Suez fusiona la poesía de Juan Gelman, León Felipe y Federico García Lorca con las emociones y experiencias íntimas de cantaores y bailaores (Raíces del flamenco, de Sefarad al cante Jondo). Tanto las producciones poéticas y teatrales de García Lorca (en particular, Yerma) como las posibilidades del flamenco fueron transitadas a partir de este momento a lo largo de festivales, ciclos, y espectáculos puntuales muchos de los cuales también han sido analizados en números previos.

Difusión y éxito alcanzó Hombre rebobinado, instalación coreográfica de Margarita Bali, quien explora sobre el límite entre la realidad y lo virtual y la presencia de lo absurdo en lo cotidiano. Los ocho artistas que integran el espectáculos son denominados “intérpretes” operan tanto en potenciar la percepción de los espectadores como de introducir el humor en las diferentes secuencias. Cobran especial importancias las reflexiones que su creadora realiza sobre el proceso y los objetivos de la obra:

  
Una obra teatral coreográfica virtual que se desarrolla a través de una video instalación a 8 proyectores sobre elementos corpóreos escenográficos reales en donde las personas aparentan tener una dimensión tridimensional al estar incrustados en el volumen de muebles, sillas, alfombras, marcos y paredes. En el espectador se produce la sensación de presencia corpórea y de extrañamiento en la percepción entre lo real y lo virtual. El hilo de conducción de la obra es un personaje central, interpretado por Sandro Nunziata, representando a un actor alternativo del teatro físico, artista mayormente desocupado, con una filosofía muy propia que se contrapone en distintas situaciones con sus mujeres, familiares y entorno social. Se desarrollan aspectos relativos a un personaje muy íntegro, vital y entusiasta pero con un cierto grado de desarraigo y de disfuncionalidad respecto a la ciudad y el mundo exterior. El sonido es parte intrínseca de la obra compuesto por música original de Gabriel Gendin y textos hablados por los propios intérpretes. Una obra tragicómica visual en donde se juega con el absurdo, con el humor y con el vaivén entre la fantasía y la realidad. Lo que más me interesó de la investigación de esta obra-luego de la experiencia de realizar el mapping arquitectónico a gran escala Pizzurno Pixelado para Proyecto Cruce- fue poder realizar un mapping a una escala intimista, abarcar un espacio interno como si fuera el living de una casa, y desarrollar sobre este entorno un guión virtual a través de 8 películas en paralelo, corporizadas en el espacio escenográfico. Es como un racconto biográfico de la persona que la habitó, una manera de evocar situaciones en donde las personas emergen como si volvieran a habitar esos mismos espacios vividos y el personaje pudiera reelaborar sus recuerdos y sueños a través de esas improntas virtuales
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Esta necesidad de registro del proceso, señalamientos de objetivos y procedimientos, que además es hecho público para la crítica y los potenciales receptores también es una característica de lo que está ocurriendo en el campo de la danza.

 Fabiana Capriotti reúne a tres performers (Gastón Palermo, Martín Piliponsky Braier y Lucía DiSalvo para exponer en un juego de inmovilidades y desplazamientos el alcance del concepto de duración en Hasta que se agote. Definida por su creadora como una obra sobre la acción de reemplazar, aborda los diferentes tipos de duraciones: formales, sensibles, impuestas, emocionales las que implican diferentes ritmos, intensidades y agrupaciones, estas últimas determinadas por la música compuesta especialmente para la obra y de clara cita al mundo del rock.

 Si hay algo que caracteriza al teatro en este período es el protagonismo de actrices, autoras, directoras y escenógrafas y las propuestas escénicas que se focalizan en temas de género, en especial enfocados en la construcción/reafirmación de la identidad y en la situación de violencia. Jazmín Tesone enfoca el universo femenino y la otredad en Otoño del otro lado, morigerando el tema de la violencia a partir de la incorporación de elementos poéticos y guiños al espectador que rozan el humor.

El ciclo de danza contemporáneo organizado por COCOA (Coreógrafos Contemporáneos Asociados) en el Centro latinoamericano de creación e investigación teatral reafirmó la tendencia a conectar el teatro con la danza, y el performer con el bailarín y el intérprete[1]
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 Victoria Keriluk (responsable de la idea general) estrena Meñique, un proyecto artístico interdisciplinario itinerante capaz de presentarse en diferentes espacios escénicos, los que, sean o no convencionales, permitan vincular al espectador y la obra a partir de distintos sistemas de relaciones. Así describe su creadora el modo en que se cruzan simultáneamente la danza contemporánea, la música y las artes plásticas:


En el campo de la danza contemporánea, tres intérpretes desempeñan su acción en una estructura de madera de forma rectangular. Un músico interpreta un piano eléctrico, cuyo sonido es tomado por micrófonos conectados a una PC que distorsionan el sonido, de manera que e escuchan ambos, el sonido de piano y el sonido distorsionado. Y por último, un artista plástico crea en simultáneo una pintura que se proyecta durante su creación y transcurso de la obra. Las tres áreas intervenidas alcanzan un equilibro escénico entre las artes a nivel tanto estético-artístico como a nivel coreográfico y de participación.

En una línea diferente, Hiedi Ibeth Álvarez Altuna relaciona música y danza. Al frente del grupo “Dispositivo Tanza” investiga los distintos lenguajes técnicos y compositivos para lograr una identidad artística expresiva propia, y aborda la improvisación en escena desde el campo de la Expresión Corporal. Me perdí de mí, espectáculo presentado en este ciclo se focaliza en el polémico y huidizo tema de la identidad: identidad que se construye y se manifiesta como persona, como habitante de un país, como artista.


A partir de una investigación teórica sobre el mestizaje realizada hace algunos años comencé a pensar al sujeto mestizo como un sujeto que habita lugares intermedios, fronterizos que se mueven ´entre´ las categorías de identidad esencialmente constituidas. Mi origen ecuatoriano y migrante, luego de vivir varios años en la Argentina, me ha permitido tener una mirada reflexiva sobre la resignificación de la identidad. En este sentido, llegué a la conclusión de que las características de ambigüedad y contradicción que el sujeto conlleva pone en crisis el mismo discurso de la identidad. La identidad múltiple y de construcción permanente requieren constantes negociaciones; esta situación genera la puesta en duda de las fililaciones y los vínculos de pertenencia en los que el sujeto basa el reconocimiento de sí mismo. Así surgió la idea de un desarrollo en movimiento que sugiera esta crisis en las identidades, pero también que entienda esta crisis, por un lado, como posibilidad para poner en discusión la construcción de identidades y por otro lado, como opción que posibilita una mirada múltiple de la conciencia.
.La ya citada Vivian Luz define su espectáculo El habitante, como un “Poema coreográfico” con anclaje en los textos porveniristas que su padre, el escultor Gyula Kosice, propone en el libro “La ciudad hidroespacial, 500 lugares para vivir”. El habitante transitará por el “lugar de pasos perdidos y de ausencias que se reciclan”, con “explosiones de júbilo contenido”, para adentrarse en el “lugar de uno”, para “tener ganas” atravesando “el lugar para destituir la angustia”, anidando en el “lugar para decir mamá” y finalmente “ser habitante con ala propia” que no ha de terminar en la tierra. Si bien en sus trabajos parte desde lo visual (la puesta plástica ocupa un lugar esencial) no desdeña lo narrativo, aunque nunca apela a la danza-teatro (o teatro-danza); narratividad que logra a partir de su formación e investigación en distintas técnicas alternativas, entre ellas el butoh.

 Las coreógrafas y directoras citadas, más allá de la temática elegida, ofrecen varios puntos coincidentes: los principios de la danza contemporánea se ven enriquecidos por elementos que aportan otras técnicas (yoga, tai chi, butoh, expresión corporal, mimo, tecnologías multimediales interactivas), se abocan a procesos de investigación que trascienden el campo de la danza (filosofía, historia, ciencia, sociología) lo que se traduce en trabajos interculturales e interdisciplinarios, y se interesan en transmitir sus reflexiones a través de un discurso “metaescénico” que apela tanto a una argumentación racional como a síntesis o imágenes poéticas. Las fronteras entre la música popular y la música culta se esfuman y trabajan a partir de la riqueza de las combinaciones rítmicas y melódicas: el espectador debe completar lo que se le ofrece a la vista y al oído y confrontar con su propio mundo interior.

www.goenescena.blogspot.com.ar
Año III,n° 153
pzayaslima@gmail.com



 

 



[1]Además de  los  espectáculos que brevemente comentamos, considero necesarios citar otros tres que integraron el ciclo, a los que  no tuve oportunidad de asistir: Maresía, de Mariela  Ruggeri; Doméstica, de  el  Grupo  Plaimovil; y aRRaSStra UN CUERPO SONORO, de  Liliana  Tasso.

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