“Por sus orígenes, idiosincrasia y civilización, la
Nación Armenia es un enclave indoeuropeo
en Asia. Fue el primer estado en adoptar
la religión cristiana, que caracterizó su cultura y fue causa de su martirio”. (Rubén Mozian)
El teatro Tadron cumple 20 años
de activa presencia en nuestro país. Fundado y dirigido por Herminia Jensezian, y apadrinado por el escenógrafo
Gastón Breyer, la sala dio visibilidad a
alrededor de los 80.000 armenios radicados en nuestro país –según datos de
1980- y a los 150.000 descendientes, de los cuales 95.000 viven en Buenos Aires
–según cifras de 2014. Y le dio voz a dramaturgos armenios desconocidos para la
mayoría de nosotros. Pero no sólo allí se difunde la cultura armenia sino que,
como un modelo de comunidad extranjera integrada en la sociedad argentina,
propicia ciclos (Teatro por la
Identidad, Teatro por la Justicia) y da espacio a las creaciones de autores
y directores nacionales de diferentes
generaciones (Armando Discépolo, Jorge Palant,
Román Caracciolo, Andrea Julia, como ejemplo). Y más
aún, su directora ha llevado a Armenia textos de quien fuera uno de los principales referentes de la
dramaturgia realista de los 60 y el neo
grotesco de los 70 y los 80: Roberto Cossa.
Tal como lo señala el autor del
epígrafe, “luego del genocidio de 1915 que privó al armenio occidental de sus
principales exponentes literarios, los escritores armenio orientales siguieron
su evolución en el territorio de la madre patria, mientras que los armenios
occidentales lo hicieron en la dispersión”.
En esta oportunidad, a modo de celebración de los
20 años de existencia del citado espacio, se
representa allí por primera vez
la obra del dramaturgo armenio Vahé Berberian ¿Oíste, papá? (Baron Garbis), bajo la dirección de Herminia Jensezian.
El primer acierto es la elección de la obra, de este dramaturgo contemporáneo
nacido en Beirut en 1955, y cuya obra no había sido traducida al castellano hasta
que la directora decidiera encarar esta difícil tarea.
¿Cómo acercar al público porteño no
armenio una obra que remite a una lengua y una cultura alejada del contexto del
potencial receptor, sin traicionar el texto fuente? Jensezian sortea con habilidad y competencia
los peligros de toda traducción al dominar naturalmente tanto el armenio como
el español hablado en Buenos Aires, y de traducir para el teatro, para una
puesta en espacio, por su ya comprobada capacidad y experiencia como directora.
Esta pieza, combina elementos del
costumbrismo (conflictos
generacionales que abarcan a cuatro
generaciones) y una mirada crítica sobre
el compromiso político que instala temas polémicos y vigentes no sólo en la
sociedad armenia: ¿cuál es la actitud frente al opresor, cuáles con los límites
y la legitimidad de la violencia?; también
combina aspectos presentes en todos los hombres: vidas que transitan por
la comedia, el drama, la tragedia y el grotesco, y de allí su universalidad.
Resulta evidente el grado de simbiosis de la traductora/directora con el dramaturgo,
en su necesidad de mantener la cultura
armenia, preservar sus tradiciones, recuperar y difundir la producción de sus artistas. De
hecho, toda la puesta está al servicio de estas motivaciones y objetivos: la
elección de los actores (el siempre magistral Kalusd Jensezian, armenio; y dos talentos locales: Jorge Ducca y Gastón Santos); la selección de los objetos, biográficos y
funcionales a la hora de definir personajes y contexto (alfombras, mesitas,
juegos de mesa, vajilla, comida), y el diseño de un vestuario que permite identificar el rol y funciona, en el caso
del nieto/biznieto, como símbolo del rango etario, pero también de pertenencia al mundo de sus antepasados. Como lenguaje
visual articulado por múltiples implicaciones psico-sociológicas y culturales
genera una interacción que le permite establecer una analogía puntual entre vestuario y sistema lingüístico (A. Lurie): esto funciona así
a lo largo del espectáculo con los tres personajes facilitando la recepción de un público que no tenga demasiada información sobre dicho contexto cultural.
La obra le permite también a la
directora trabajar tanto sobre la macro memoria como sobre la micro (lo colectivo y
lo individual, la historia y la sensibilidad), la memoria voluntaria y la
involuntaria (G. Deleuze, S. Kesselman),
mostrar los efectos devastadores del exilio y no permitir el olvido del
genocidio que Turquía realizó en el pueblo armenio.
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