sábado, 18 de marzo de 2017

ENTREVISTA A KADO KOSTZER

En marzo de 2017 se estrenó en El portón de Sánchez, Ring, de Léonore Confino dirigida por Catherine Schaub y cuya versión castellana estuvo a cargo de Kado Kostzer. La excelente traducción de una exitosa obra francesa amerita vuelve a situar en un lugar central el tema (y los problemas) del pasaje de una lengua a otra lengua, de una cultura a otra cultura, por lo que considero pertinente reflexionar con el traductor sobre ello.

PERLA ZAYAS DE LIMA- Kado, ante todo, has realizado una excelente traducción. Sin duda reúnes todas las condiciones para realizarla: has estado mucho tiempo residiendo en Francia, como escritor tu dominio del idioma castellano es perfecto, y has trabajado desde tu juventud en el campo del teatro como actor, director, autor y productor. ¿Cuándo iniciaste tu labor como traductor y de qué lengua?

KADO KOSTZER- Desde chico hacía versiones en castellano de las canciones de moda, claro que para mi consumo personal en la ducha. Ya profesionalmente hice traducciones de temas de Cole Porter y Sondheim para Las Mil y Una Nachas 1976 que dirigió Claudio Segovia en el desaparecido Teatro Estrellas. En inglés y en francés tengo baches –solucionables- , pero lo más importante es tener un perfecto dominio del idioma al que se va a traducir, además de poseer un verdadero instinto teatral y comprensión de los personajes. Mi labor como traductor se limitó, antes de Ring, a obras francesas y anglosajonas que yo mismo iba a dirigir. Pasarlas a nuestro idioma era una manera de profundizar en ellas, desentrañarlas. A la vez, cuando me tocó hacerlo con Shakesperare en La fierecilla domada y con Molière en El enfermo imaginario, que encaré con Sergio García Ramírez, realizamos un profundo trabajo de dramaturgia para que el lenguaje no las alejara del público contemporáneo, ni impusiese en los actores el amaneramiento que conlleva el uso del vosotros. Con Sergio también hicimos versiones castellanas de La viuda alegre de Léhar y de El empresario de Mozart, lo que resultó apasionante.

PZL- ¿Por qué elegiste este texto de Léonore Confino?

KK- La traducción de Ring fue una propuesta que me hizo su actriz y productora Rosario Audras.

Ante su oferta accedí inmediatamente pues el texto me pareció actual, sutil y de gran eficacia teatral. El eterno tema de “la pareja” está retratado con agudo sentido de observación, humor, ternura y crítica social. Es imposible en las dieciséis breves escenas que lo componen no identificarse con esos protagonistas y sus vaivenes amorosos y de convivencia. Rosario hizo un largo camino en el teatro francés y creció actoralmente. Yo no podía decirle que no a un proyecto de una “hija artística”. Mi relación con ella viene de lejos. En 1989, cuando con Alfredo Arias preparábamos en Paris el estreno de Famille d’artistes, hicimos un casting para el rol de Carmencita. Necesitábamos una actriz adolescente y bilingüe, ya que la obra luego de la temporada de París se haría en castellano en el X Festival Internacional de Madrid. Además, que pudiese estar a la altura de actores tan experimentados como Iris Marga, Marilú Marini y Facundo Bo. Así conocí a Rosario que era alumna del mítico Oscar Fessler, un centroeuropeo que había dejado su huella en Buenos Aires y entonces residía en Francia. Inmediatamente Rosario nos impresionó por su talento y entrega dignos veteranos de la escena. Hija de la artista plástica Marie Orensanz y de Patrick Audras, un actor vinculado en Buenos Aires al Teatro de la Alianza Francesa, Rosario desde muy chica residía en Europa y esta fue su primera experiencia escénica. Es decir debutó en sus dos idiomas: francés y castellano.

PZL- Dado que se trata de una obra que implica un trabajo corporal intenso por parte de los actores, ¿trabajaste en conexión con Catherine Schaub, la directora?

KK- Catherine ya había hecho puestas de la pieza en Paris con dos elencos diferentes y sabía muy bien lo que quería, a dónde iba con el material. Yo en este momento estoy alejado de la dirección teatral y me parecía muy irreverente, y fuera de lugar, meterme en un concepto ajeno. Con respecto al texto tuve la posibilidad de mejorarlo cada vez que oía algo que no me sonaba bien en el diálogo. 

PZL ¿Cuál fue el mayor desafío que te ofreció el texto original?

KK- El desafío mayor fue hacer que la obra parezca haber sido escrita en nuestro idioma y que los dos personajes hablaran con la voz de ellos y no la de Léonore Confino o la mía. En Francia es siempre deseable que sean autores teatrales los que traduzcan a sus colegas extranjeros. Hay infinidad de ejemplos: Margueritte Duras, George Neveux, Anouilh, Barillet et Grédy, Jeannine Worms… Aquí, entre los narradores es bastante habitual, pero sucede raramente con los dramaturgos, quizás porque lo consideran un trabajo menor o no se animan, no sé… Cuando era chico me llamó la atención ver el nombre de Casona como traductor de la obra de Peter Ustinov El amor de los cuatro coroneles. Creo que Cossa hizo algo de Brecht y recientemente Spregelburd se ocupó de Pinter con mucha calidad… Es una política saludable: autor con autor. Léonore, Catherine y Rosario estaban muy contentas de que yo estuviese en el proyecto.

PZL- ¿Qué piensas sobre las opiniones ampliamente difundidas que califican al traductor de “traidor”, o al acto de traducir como “un acto imposible” (recuerdo que en 1989 Didier Méreuze definía la traducción como “la prueba de lo intraducible”)?

KK- En un sentido es cierto, pero también hay un poco de snobismo en la apreciación. Gracias a los traductores conocemos a escritores con idiomas tan diversos y remotos para nosotros como Dostoievski (ruso), Ibsen (noruego), Bashevis Singer (idish), Mishima (japonés)… Claro que si uno puede leer a Proust en francés es mucho mejor…

PZL- Cuando abordaste la traducción para su representación en Buenos Aires, ¿lo hiciste pensando en un destinatario porteño, o crees que tu versión al castellano puede ser usada en cualquier país latinoamericano? 

KK- En este tipo de textos donde se busca la identificación con el espectador hay que apelar a los localismos y cada país de Latinoamérica tiene los propios, que son tan expresivos como los nuestros.

PZL- He comprobado que además de traductor eres un asiduo espectador de Ring. Desde esa perspectiva, ¿a qué atribuyes el éxito del espectáculo?

KK- Precisamente a eso: a la identificación. Esos enamorados, esos divorciados, esos hastiados, esos infieles, esos hombres y mujeres nos representan a todos. Rosario Audras y Diego de Paula, en su multiplicidad de roles, forman una pareja divertida, pero también intensa y conmovedora. El trabajo de la directora es excelente. Cuando leí la pieza por primera vez me pregunté cómo sería el nexo entre esas dieciséis escenas. Catherine lo solucionó magistralmente, gracias a ese trabajo corporal de los actores que vos señalaste muy bien. El planteo escenográfico es también muy novedoso y funcional. 


pzayaslima@gmail.com

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