Varios han sido los actores y
actrices de nuestro país que han publicado sus memorias de muy variada extensión a lo largo del
siglo XX: Federico Mertens,
Confidencias de un hombre de
teatro. Medio siglo de vida escénica,
1948; Francisco Bastardi, Yo
también con mis memorias (50 años de teatro argentino), 1963; Milagros de
la Vega, En aguas del recuerdo. Memorias, 1979; Mecha Ortiz, por Mecha
Ortiz -textos recopilados, testimonio y notas de Salvador DÁnna y Elena
B de D´Anna-1982; María Ester
Podestá, Desde ya y sin interrupciones. Memorias.
–recopilación de Jorge Miguel Couselo- ,
1985; Niní Marshall, Mis memorias,-
redactadas en colaboración con Salvador
D´Anna- 1985; Eva Franco, Cien
años de teatro en los ojos de una dama, 1999, por citar sólo algunas. Mi
interés es detenerme ahora en Medio siglo
de farándula, las memorias de José
J. Podestá, originalmente escritas en 1930 y reeditadas en
1986 por la Subsecretaría de Cultura de la Dirección de Escuelas y Cultura de la Provincia de Buenos
Aires en ocasión del centenario del estreno de la versión hablada de Juan Moreira.
El autor dedica su obra “A los Pueblos del Plata”, y
señala en el prólogo sus dos objetivos: el deber de legar su recuerdo a las generaciones
testigos de su “histórica cruzada” y a las generaciones futuras, y fijar la verdad de los hechos acaecidos a lo largo
de su “odisea” (“fijar la verdad de
ellos, con frecuencia alterada por mala información o tendenciosamente, con
grave perjuicio de la crónica histórica de nuestro teatro”). Los datos
biográficos, familiares y artísticos, así como los referidos al itinerario
seguido por las distintas versiones del Moreira y las intimidades de la
farándula, son precisos y detallados, lo
que permitió a los investigadores completar sus enfoques históricos, los cuales
han sido ya ampliamente difundidos. Me interesa detenerme en otros temas que
han sido soslayados o abordados sólo tangencialmente.
El libro ofrece datos sobre la presencia en nuestro país de payasos
de distintas nacionalidades, un
portugués en la compañía de Raffetto y
un cubano en la de Chiarini, ejemplos que revelan la fluida circulación no sólo
de compañías, sino de artistas individuales en nuestro continente en las
últimas décadas del siglo XIX. Los
comentarios sobre el rol cumplido por los empresarios circenses, teatrales y
operísticos ofrecen interesantes aportes a los estudiosos del campo de la
gestión cultural; la ejecución del gato y el pericón –el uso de pañuelos y la
inclusión de las voces de mando (versos
compuestos por el propio Podestá “para darle novedad escénica”)-, enriquecen la
historia de las danzas rioplatense, la
presencia de las autoridades en los espectáculos (Carlos Pellegrini,
Benito Villanueva), y las opiniones
vertidas por Bartolomé Mitre, echan luz sobre la relación entre teatro y
política; los cuadros estadísticos, que incluyen el número de representaciones
y nomina de las obras, aportan datos para un enfoque sobre la recepción.
Abundan
las descripciones testimoniales sobre numerosos aspectos que hacen a la
historia de la vida cotidiana: las rutas ferroviarias, los caminos transitados por carretones tirados por caballos o
bueyes, las estancias primitivas, las
invasiones de los indios. Precisamente una fortuita
relación con los Pilagas en Formosa le inspira la redacción de tres páginas de
denuncia de una situación de explotación (“Una aventura con indios”) y a los
que ve como “infelices desheredados de toda consideración y lástima”, como “eternas
víctimas de la tan decantada civilización y democracia moderna”, ignorantes
víctimas que forman parte de una raza
que se debilita por el alcohol y condenados a su extinción por la tisis y la
sífilis. Valiente denuncia que involucra como responsables a las autoridades
políticas y judiciales.
Finalmente, su crítica a los
críticos y su reconocimiento al historiador
Vicente Rossi, lo ubica en el punto que ideológicamente lo definiera, el
nacionalismo y la importancia de la cultura popular. No es casual que en sus
palabras finales leamos:
“… ambula mi farándula de pueblo
en pueblo… triunfando siempre en el inalterable espíritu popular con la
evocación nativa del canta y la danza autóctonos, que dicen de la patria mejor que todas las historias y
emocionan más que todas las hazañas de sus héroes”.
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