Movimimo,
la primera revista de artes corporales editada por el Teatro de Pantomima de Buenos Aires surge en 1979.
Hoy, también dirigida por Victor Hernando, continúa siendo un referente insoslayable
para quienes estén interesados no sólo en este tipo de arte sino en las
manifestaciones escénicas en general.
En 1990, reflexionamos con Víctor Hernando
sobre las distintas líneas
estéticas de las escuelas, compañías y
directores de mimos[1].
Allí registramos la presencia de saltimbanquis y volatineros que ofrecían
números pantomímicos en el siglo XVII, cuya actividad fue descripta y analizada
en profundidad en los trabajos de Raúl
Castagnino y Mariano Bosch. La primera
referencia a la pantomima como elenco integrante y característico en el
espectáculo aparece en 1799 y nos
muestra cómo el estilo de Grimaldi,
contemporáneo de Deburau, llega al Río de la Plata en época temprana. Pero este
antecedente se pierde para los argentinos de épocas posteriores, quienes, en
lugar de rescatar un estilo regional,
buscaron en el viejo mundo una tradición y una técnica que no supieron (o no
pudieron ver en su propia tierra. En 1830 aparecen las primeras referencias de lo que se llamó
ballet-pantomima y de un mimodrama primitivo. Y hasta las primeras décadas
del siglo XX la pantomima estuvo
cultivada por los payasos de las arenas de los circos, personajes y estilos se
imbrican unos con otros, y la pantomima original se funde sin límites precisos
con los primitivos saínes. Sólo a mediados del siglo XX, influidos por las corrientes pantomímicas
europeas a través del cine y las presentaciones del mimo francés Marcel Marceau, que debuta en Buenos Aires en 1957,
se reactiva en nuestro país el cultivo de una forma de expresión que, como en
Europa, tendrá poco que ver con su pasado clásico.
En 1956, el grupo “Los
Juglares –bajo la inspiración europea de lo
Barrault y Marceau, discípulos de
Marceau- surge en Mar del Plata,
el primer grupo moderno de pantomima. Y, a comienzos de la década del ´60
aparecen en Buenos Aires diferentes escuelas de mimos, cada una con sus
propuestas. En escenarios oficiales y privados, comienzan a ofrecerse espectáculos con calificados mimos
extranjeros (Fialki, Sladek, los mimos de Noisvander,
Dimitri, Mummenschanz) y paralelamente nuestros artistas participan y
triunfan en festivales europeos (Héctor Malamud, Benito Gutmacher, Olkar
Ramirez, la dupla Escobar-Lerchundi, son sólo algunos de los nombres).
La década del 70 es
fundamental para el desarrollo de la actividad mímica del país a partir de una
convocatoria nacional convocada por Alberto Sava para crear la Asociación
Argentina de Mimos, un proyecto que Ángel
Elizondo venía impulsando desde 1969. A
lo que se suman: el inicio de la Escuela
de Mimo Contemporánea de Alberto Sava (1972), director del Primer Congreso y
Festival Latinoamericano de Mimo
realizado en nuestra capital en 1973; la creación de la cátedra de Pantomima en la Escuela Nacional
de Arte Dramático de Buenos Aires por
parte de Escobar-Lerchundi (1974),
quienes en 1979 inauguran su propia
Escuela de Mimo con más de setenta alumnos y el primer teatro estable de Mimo
del país y Latinoamérica; los espectáculos de Héctor Malamud, en especial, La gente me ama, en el que introduce por primera vez en el teatro
argentino toda la fuerza del mimodrama,
con un lenguaje que no toma prestada ninguna inflexión ni de Marceau ni de Decroux.
Al promediar el siglo
XX encontramos en nuestro país, al menos
seis tendencias dentro del mimo argentinos:
-
La accionalista de Ángel Elizondo
-
La europeísta clásica de Escobar y
Lerchundi.
-
La participativa de Alberto Sava.
-
La de precisión técnica de Willy Manghy.
-
La juglaresca de Olkar Ramírez.
-
La del Mimo dinámico de Eduardo Benito.
A pesar de todas estas propuestas, y las
“luchas” individuales de Oscar Kummel
en San Juan, Daniel
Boedo en Mendoza, Ernesto Prince en Catamarca, Nicolás Jair y Héctor Roskun
en Córdoba, o Pablo Bontá en Buenos
Aires, el mimo argentino vive una situación caracterizada por una falta de
continuidad de trabajo y de una corriente sólida de intérpretes, autores
directores y hasta críticos.
Víctor
Hernando, mimo, director e investigador nos entrega un nuevo número de Movimimo. Revista de mimo y Teatro corporal (año XXXVII, n° 17, octubre
2016) de la cual es director y editor. El nombre de la revista responde a la visión que Hernando tiene del mimo: “un arte en el que
los cuerpos en movimiento están
atravesados por una dramaturgia basada en la acción” (Nota Editorial). Y
en función de este enfoque es que convoca para este número incluye a más de una veintena de artistas, directores
y docentes para reflexionar desde sus respectivos campos sobre dramaturgia y
mimo.
Se incluye al comienzo una entrevista que le
realizara hace ya varios años a Roberto Escobar e Igón Lerchundi y que fuera
originariamente publicada en e1984 en Movimimo. Allí estos dos artistas dan
cuenta de su itinerario como actores/mimos y docentes, su relación con Decroux
y los motivos por los que eligieron su propia estética. Dos notas informativas
abren y cierran este número, respectivamente: la realización de la 2°
Bienal organizada en octubre del corriente año por el Centro de Investigaciones
del Mimo en Buenos Aires y La Escena Física de Santiago de Chile, y la creación
del Área de Investigaciones en Mimo
(Fac. de Filosofía y Letras, UBA)
de la cual Hernando es Coordinador.
La
próxima semana me abocaré al comentario de los diferentes artículos.
[1] Perla Zayas de Lima y Víctor Hernando “Teatro de Mimo”, en
Perla Zayas de Lima , Diccionario de Directores y Escenógrafos del Teatro
Argentino, Buenos Aires, Galerna, 1990, pp. 379-391.
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