jueves, 11 de septiembre de 2025

JOAQUÍN FURRIEL Y LOS ROSTROS DE RICARDO III.

 



“Nada mejor que el odio frío para contrarrestar la quemadura de la congoja“ (Rosa Montero, 2011)


En forma unánime los críticos señalaron como excepcional la actuación de Joaquín Furriel, protagonista de LA VERDADERA HISTORIA DE RICARDO III (dramaturgia de A. Reixach sobre RICARDO III de W. Shakespeare)  en el  TEATRO SAN MARTÍN..

Más allá del placer que genera estar cautivos de la voz, la mirada, la gestualidad y los desplazamientos del actor propuestos por el director Calixto Bieito, este espectáculo nos lleva a reflexionar nuevamente a qué es lo que define o caracteriza a un “gran actor”, más allá de la dosis de “energía” y “aura” que generalmente le son asignados.

Furriel encarna a un personaje histórico, al hombre renacentista y al hombre contemporáneo en el proceso de un hacerse a sí mismo que deriva en un destruirse a sí mismo.  Desde la primera escena en que aparece y hasta la última, su destreza física e permite desplegar las diferentes formas de la deformidad y los modos en la que una identidad se construye. Su actuación se convierte en una clase magistral sobre el manejo de las emociones y cómo exteriorizarla. Se trata de algo más que de esos los cuatro rostros que aparecen en el programa de mano. Cada uno se fragmenta y aparecen nuevos matices y así desmantela los modos convencionales de ver al protagonista; asimismo subraya aquel aspecto del texto shakespereano que lúcidamente Ágnes Heller señalara en su estudio EL HOMBRE DEL RENACIMIENTO (Barcelona, Ediciones Península, 1994): “El desprecio que siente Ricardo por el mundo está profundamente justificado. Y cada vez que elimina a un individuo su desprecio no hace sino aumentar”, porque todos los que lo rodean son débiles o cobardes. (p. 309)

 Son tiempos violentos, el de Shakespeare y el actual, desde las conjuras cortesanas al bullying adolescente pasado por los asesinatos mafiosos (probablemente esa referencia a la actualidad es lo que permite generar un impacto genuino) Y, en su rol protagónico, Furriel es capaz de exhibir los impulsos destructivo, la ira, el dolor (“la furiosa tempestad del dolor” mencionada en el Eclesiastés); y explora todos los componentes de la ferocidad, la astucia, la maldad y el cinismo.

Desde su primer monólogo lo temporal aparece como momentos inmersos en un ritmo demoníaco sólo interrumpidos por las secuencias de los científicos y las rupturas de la cuarta pared y la interacción con el público. En éstas, Furriel revela una vis lúdica que le permite generar situaciones hilarantes, pero que en el fondo mantienen una conexión con la obra: la reacción ante el miedo a ser atacado, el deseo de comer parte de la torta de los poderosos, hallas los puntos débiles en el otro (desafío de los idiomas). Esto último me lleva a referirme a la exquisita actuación de Marcos Montes, quien también revelara su talento y oficio en los roles de Historiador al captar (capturar) al público en su disertación antes del comienzo de la acción dramática, y luego en su papel como Buckingham, capaz de conjurar pero no de imponerse a la fuerza de Ricardo.

Y aquí surge el interrogante ¿actuar o  representar?

 El personaje   David  en la novela de  Lawrence Sanders, LA MUERTE DE UN ACTOR (Buenos  Aires,  EMECE, 1978) afirmaba que  “los grandes actores, no se limitan a representar. Son artistas.  Aportan su ego, o su alma”. Ser uno mismo, lo que el actor cree de sí mismo y lo que elige mostrar a los demás (p. 133 y 137).

¿Qué caracteriza a un gran actor?

 Oscar Wilde nos da su respuesta en EL CRITICO COMO ARTISTA (Buenos Aires, Austral, 1947). “Cuando un gran actor interpreta a   Shakespeare no sólo nos da a Shakespeare, sino que también nos da a sí mismo y su propia personalidad se convierte  en parte vital de la  interpretación” (p. 64). Y concluye “La técnica es, en realidad, la personalidad” (p. 99)

Furriel es entonces, “un gran actor” un “verdadero artista”

Es quien en la escena final el actor agrega un plus a esa carrera hacia la nada que propone el texto. Ya no se trata solo de “a rey muerto a rey puesto”, o la obsesión por el poder, sino que transmite al espectador la más implacable imagen del dolor, del abandono y la soledad esencial, cita perfecta del hombre de hoy.  

Elenco

Joaquín Furriel

Luis Ziembrowski

Ingrid Pelicori

Belén Blanco

María Figueras

Marcos Montes

Luciano Suardi

Iván Moschner

Luis "Luisón" Herrera

Silvina Sabater


Ficha artístico-técnica

Traducción Lautaro Vilo

Dramaturgia Adrià Reixach

Diseño de video Adrià Reixach 

Música original y diseño sonoro Janiv Oron 

Diseño de iluminación Calixto Bieito, Omar San Cristóbal 

Diseño de vestuario Paula Klein

Diseño de escenografía Barbora Horáková Joly
Dirección Calixto Bieito


 www.goenescena.blogspot.com.ar

AÑO VIII , n° 280

pzayaslima.gmail.com

 

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