Un importante desafío asume la cantante Noelia Moncada en este espectáculo en el que cumple diferentes roles: cantante, actriz, autora y directora. Ante todo deseo destacar la dirección escénica (responsabilidad que comparte con Solange Riccardi) . Logra una especial relación dialógica el músico, el excelente guitarrista Pedro Cecci, a quien convierte en partenaire a partir de sus desplazamientos y acciones, y, en otros momentos en destinatario de sus discursos de tono confesional. Como actriz, juega hábilmente con la identificación emocional que implican tanto las letras de los tangos elegidos como la citada actitud confesional monologal, y con el distanciamiento , a través del humor y del teatralismo que supone el diálogo extra escena sobre el funcionamiento de las luces. Esto último adquiere especial relevancia a la hora de expresamente revelar el rol que la luz y el color cumplen en la construcción de situaciones.
Los tangos que pertenecen a distintas épocas le permiten rastrear los rincones secretos del mundo femenino y acceder a estados ánimo que fluctúan entre la tristeza del abandono y la esperanza de un recomienzo. A ello se suma un inteligente tratamiento del espacio que permite que la pequeña dimensión que le ofrece el Belisario Teatro Club de Cultura se expanda con la realización de tres sectores: el de la izquierda conectado con las pasadas décadas del 20 y del 40; el de la derecha el del presente y el central, transitado a lo largo del espectáculo y simbólicamente representativo del mundo romántico. Los escasos objetos (la mesa del bar y la botella, el teléfono celular, las flores) son también índices temporales que permiten insertar la historia individual de Ramona en la atmósfera social de diferentes épocas. Como actriz y cantante, Moncada subraya la fuerza que el vestuario posee para potenciar una situación dramática y la expresividad corporal, y la utilización que hace del chaleco es modélica a la hora de revelar los cambios externos e interiores.
Gran cantante y gran actriz, concreta aquellas premisas que Oscar Wilde expresara en los ensayos reunidos en EL CRÍTICO COMO ARTISTA: “La técnica es en realidad la personalidad”; la palabra, la acción, el gesto y la voz “se convierte en los medios de revelación” a partir de su capacidad para exponer los diferentes estados de ánimo de la inefable Ramona, definida por la autora en el comunicado de prensa, como “el arquetipo de la mujer que vive en función del amor romántico “ y “encarna el ideal femenino de la espera incondicional”; y con su talento y oficio confirma que “la salud de una función reside en la energía”. Como autora y directora crea una obra que posee “la sutil virtud de la sugestión” y que parece decirnos que en ella “existe la posibilidad de una evasión a un mundo más amplio”
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AÑO VII,N° 279
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