Presentada en el Teatro Nacional Cervantes en 2016, hoy dicha institución la difunde on line debido al aislamiento generado por la pandemia. La elección de esta obra implica interesantes aspectos a ser tenidos en cuenta. Ante todo, por el itinerario seguido y que así lo describe su autor a raíz de su estreno.
“Si es cierto eso de que para un autor sus obras son como los hijos, Un hombre equivocado es un hijo -mejor dicho, una hija- adoptada. Y, como en un matrimonio de esta época, una niña con dos padres.
La historia de esta obra nace allá por 1982 cuando la productora Aries Cinematográfica nos convoca a Carlos Somigliana y a mí para escribir el guión de una película que proyectaban filmar. La historia no nos entusiasmó y les propusimos otra que conocía Somigliana: en un barrio suburbano la municipalidad dispuso iniciar las obras para poner el agua corriente, algo que cambiaría la vida de los vecinos. Pero ocurre que por esas cosas del destino (o de la burocracia) los límites del barrio terminaban en la mitad de una calle. Es decir, que los vecinos de una vereda se verían beneficiados y los de enfrente no.
Así nació el guión de la película EL ARREGLO que dirigió con maestría Fernando Ayala. La película tuvo una buena repercusión y obtuvo una mención en el Festival de Moscú.
Hace algo así como un par de años, los actores Alejandro Awada y Manuel Callau y el director Néstor Sabattini me convocaron para que escriba una versión teatral. Me tomé un tiempo para pensarlo. No me atrae demasiado volver a mis escritos del pasado. Pero acepté. Quizás porque, al tratarse de otra disciplina, ingresaba aire nuevo. El proyecto inicial se empantanó, como es común en el teatro.
Un día le di a leer el texto a Rubens Correa que me propuso incorporarlo a la temporada del Cervantes. Un privilegio.
Y aquí se acaba la historia del texto. El espectador(a) asistirá a su versión escénica, es decir a su destino. Un hombre equivocado le pertenece ahora a los actores, al músico, al escenógrafo, a las diseñadoras de vestuario e iluminación y al director.
Yo lo vivo como un pequeño homenaje a Carlos Somigliana.”
Originalmente guión cinematográfico (Somigliana-Cossa) deriva en texto dramático (versión libre de Cossa), luego se pone en escena (transposición dirigida por Villanueva Cosse), finalmente se difunde a través de las redes (teatro filmado). La versión libre modificaba el guión original de manera sustancial al ubicar la acción en los años 1940-1950. Ya no se trataba de la dictadura militar, sino de los años en los que surgía el peronismo, por lo que la crítica que los personajes hacen de los políticos y la burocracia no sólo se puede aplicar a esos años sino, habida cuenta la fecha de estreno, a un presente muy cercano.
Hoy, en plena pandemia, la obra vuelve a adquirir una potente referencialidad, porque propone – como lo señala su director un ejercicio del pensamiento sobre la corrupción (tema universal) y la falta de aquellos que no tienen agua por mezquindades partidarias (tema nacional).
El actor Alejandro Awada destaca de la pieza su planteo sobre los valores que están en juego, si existen límites al ejercicio de la fidelidad a las creencias, y sagazmente homologa al protagonista con el de Un enemigo del pueblo, de Ibsen. Cossa, construye a su personaje central aferrado a principios éticos que le impiden evaluar las necesidades de sus seres queridos. En la entrevista que le realiza el crítico Osvaldo Quiroga, Awada destaca como un inquietante interrogante si puede hablarse de “pequeños” actos de corrupción y oponerlos a “grandes”, o simplemente distinguir entre “tranzar y no tranzar”.
La obra de Cossa puede ser leída desde algunas ideas sostenidas por el sociólogo Howard Becker: los individuos no pueden ser analizados sólo por su comportamiento en sí, sino a partir de la interacción entre la persona que actúa y aquellos que responden a su accionar y, en un cierto sentido, asociar a su protagonista en la categoría de “emprendedor moral”.
Como en sus obras anteriores, utiliza todos los procedimientos que contribuyen a reforzar la legibilidad y la coherencia interna del drama y se apoya en una indagación serie de la historia contemporánea a la cual se integran las historias de los personajes dramáticos (esto se verifica tanto en la película como en la obra teatral). Y adhiere a la estética de una “mimesis” entendida como transparencia de lo real y de lo verosímil referencial. En UN HOMBRE EQUIVOCADO cobran relevancia una concepción del peso de lo colectivo y una pedagogía que se evidencia cada vez que el conflicto es llevado al plano de las opciones morales. Como ocurre en el teatro de Arthur Miller (a quien Cossa admiraba) es fundamental su trabajo con la estructura escénica para “hacer un drama con verdadera apariencia de vida”[1].
En mi libro sobre Carlos Somigliana, su co-autor del guión de la película EL ARREGLO, sostenía que este dramaturgo fue “una conciencia actuante en el mundo real” (Leis) y cumplió su oficio de escritor, tarea emprendida desde “una larga fatiga del amor, a los otros hombres y a la existencia” (F. Shultz)[2], características que, sin duda compartió con su colega y amigo, Roberto Cossa). El éxito que este último alcanzó con la versión libre y transposición al teatro puso de relieve su talento para relacionar producción y destinatarios (a quiénes donde y para qué) con el aspecto referencial (realidad social).
La versión filmada que el Teatro Nacional Cervantes ofreció en el marco de la pandemia, la historia que cuenta de alguna manera es otra -no sólo por el soporte material utilizado-, sino porque los receptores y el tiempo han cambiado: la historia narrada quiere decir algo nuevo en un país que se ha modificado y donde los actos de corrupción “pequeños” o “grandes” cobran un sentido diferente, Cossa sigue demostrando su protagonismo dentro del panorama escénico nacional y un especial liderazgo en la comunidad teatral. Ciudadano y artista, ejemplifica con su obra los alcances de la relación entre las artes del espectáculo y la sociedad.
AÑO V, n° 229
pzayaslima@gmail.com
[1] A. Miller. TEATRO (CON UNA INTRODUCCIÓN DEL AUTOR). Buenos Aires, Compañía Fabril Editora, 1964).
[2] P. Zayas de Lima, CARLOS SOMIGLIANA, TEATRO HISTÓRICO- TEATRO POLÍTICO. Prólogo de Roberto Cossa. Buenos Aires, Editorial Fray Mocho, 1995.
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