La pieza teatral Tribunal de mujeres (Minyan Nashim) de Naomi Ragen con traducción, adaptación y puesta ha subido a escena en El Tinglado Teatro y se convierte en uno de los más potentes alegatos feministas. Se suma así a desde el campo del arte a la labor desarrollada por los Tribunales Mundiales de Mujeres, “eventos públicos de carácter simbólico y educativo, en los que participa la sociedad civil, con el fin de hacer visibles las distintas violencias contra mujeres y demandar la impunidad de las mismas(…)”, visibilizando “tanto las violencias o sufrimientos experimentados como la impunidad y la falta de justicia” (https://es.wikipedia.org/wiki/Tribunales_mundiales_de_mujeres).
Su formación tanto en la Universidad de Nueva York como en la Universidad Hebrea de Jerusalén le permite a la autora conocer en profundidad los problemas dentro del seno de la comunidad judía tanto en los Estados Unidos como en Israel, lo que se traduce de modo contundente tanto en su obra narrativa (por ejemplo The Sisters Weiss), en su columna sobre temas judíos especialmente relacionados con Israel, como en la obra de teatro que nos ocupa.
En este último caso, la temática femenina con clara referencias a los sacrificios, las represiones, los espacios a los que la mujer ha sido encadenada, la sumisión y las limitaciones a que están obligadas por los rabinos y las leyes recogidas en la Toráh, se focaliza en un barrio de judíos ultra ortodoxos a partir del regreso de una esposa que había hecho abandono del hogar para reencontrarse con sus hijos. Sin embargo, el interés que esta historia inspirada en un hecho real puede despertar en nuestro país se genera a partir de una serie de problemas que trascienden una religión, una cultura, o una ciudad determinadas.
La reunión de diez hombres aptos para la lectura de la Toráh (Minyan) es reemplazado por este grupo de diez mujeres que después de realizar un juramento sagrado puede convertirse en un tribunal que juzga. Si bien no logra revertir el castigo impuesto desde el campo religioso permite que las diferentes mujeres puedan decir en voz alta lo que creen o sienten, se sientan -al menos momentáneamente- libres; puedan confrontar pero finalmente reconocerse una en la otra, rebelarse contra un poder patriarcal hasta entonces inconmovibles, y revelarse (descubrir lo velado, lo que estaba oculto pero latente).
El espectáculo también impone la necesidad de reflexionar sobre la compatibilidad o incompatibilidad entre las leyes civiles y las leyes religiosas a la hora de decidir hasta qué punto estas ponen en peligro la dignidad de la persona o la libertad de elegir. Una de las frases que se repiten alude a la actividad de pensar y opinar como propia de todos los seres humanos y de la que las mujeres no pueden quedar excluidas. No bastan las labores domésticas y cumplir con la procreación; es necesario abandonar una aparente y precaria zona de confort o seguridad: así como la bíblica Ester puso en peligro su vida para impedir un genocidio, Hanna arriesga su integridad para luchar por lo que es justo y derribar un muro edificado sobre mentiras y amenazas y obtener lo que le corresponde: ver a sus hijos.
Cada uno de los diez personajes femeninos revela distintas facetas de los efectos generados por la represión: mientras las mujeres callan o susurran en el interior de sus casas; los hombres son los dueños del discurso público tal como lo revelan las voces en off. Cobran sentido las palabras de Rosa Montero que aparecen citadas en el programa: “Porque hay una historia que no está en la Historia y que sólo se puede rescatar escuchando el susurro de las mujeres”
El espectáculo se convierte así en un nuevo espacio “de reparación simbólica”. Y de la posibilidad de varios finales, esta vez a cargo de los receptores: una madre que aún no puede recuperar a sus hijos, una mujer que logra rescatar a una hija, el poder de la palabra como arma liberadora, la conquista de la verdad a partir de la superación del miedo, la decisión de la mujer para dejar de ser víctima; la posibilidad de pensar, de razonar, pueden ir seguidos de cambios en el mundo externo: las mujeres pueden y deben (como los hombres) tomar decisiones y actuar de acuerdo con los principios de justicia y rectitud por ellas y ellos aceptadas (Howard C. Warren).
Tribunal de Mujeres: teatro polémico, teatro de denuncia, teatro testimonial, generador de un nuevo tipo de catarsis.
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Año III, n° 140
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