lunes, 21 de septiembre de 2020

P. D. JAMES. REFLEXIONES SOBRE UNA NARRADORA A CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO.

 

 Tal vez resulte sorprendente que un blog dedicado a las artes del espectáculo me refiera a Phyllis Dorothy James, una de las más famosas escritoras de novelas policiales. Más allá del placer personal de haber leído gran parte de su producción en la que el detective Adam Dalgliesh resuelve los más complejos crímenes y describe aspectos de la sociedad inglesa de su época, encuentro que dos libros “TODO LO QUE SÉ SOBRE NOVELA NEGRA” y “LA EDAD DE LA FRANQUEZA” proponen una serie de reflexiones sobre temas que trascienden la narrativa policial. Quien probablemente es “la mejor escritora contemporánea de novela negra” (opinión del SUNDAY TIMES y que comparto) ha dejado en los dos textos antes citados ideas claves que hacen al arte literario, a la responsabilidad social y a la política.

En TIME TO BE IN EARNEST, 1999 (LA EDAD DE LA FRANQUEZA,  Sudamericana, 2001[1]) queda expuesta claramente su posición frente al problema de género: matrimonios que  implicaban aún a comienzos del siglo XX “poco más que una esclavitud institucionalizada para la esposa”, trabajos en los que no se tenía en cuenta la igualdad de oportunidades  y la discriminación era evidente(su experiencia en el  National  Health  Service le mostró  que para lograr un ascenso “no alcanzaba con estar  mejor calificada que los postulantes varones, sino que tenía que estar sensiblemente mejor calificada”).  Y aborda el polémico tema de los cupos: si bien reconoce la necesidad de continuar promoviendo la participación de las mujeres como asimismo de las minorías étnicas cuestiona la implementación de dichos cupos “porque resultan condescendientes y ofensivos tanto para las mujeres como para las minorías involucradas”.

También aborda un tema conflictivo como el del arte, la moral y la censura. Hablar de la responsabilidad moral del novelista en un mundo en el que ya no existe un sistema de valores inmutable ni un código de conducta ética con el que se rijan todas las personas (situación que P.D. James reconoce como propia del siglo XX) la lleva a una pregunta primordial: “si el novelista tiene una responsabilidad moral, ¿cuál es la moralidad de la que deriva esta responsabilidad?”  Más  allá de posibles respuestas no todas coincidentes ella ofrece dos: el novelista debe  recorrer una avenida recta hacia el corazón humano (retoma  aquí la idea del escritor del siglo XVIII Richard Cumberland) al tiempo que rechaza la limitación de la elección del tema (simplemente porque la idea de elección, de una selección o de una rechazo conscientes es ilusoria”)Sintetiza en unas pocas normas esa responsabilidad moral: no caer en el plagio, huir de la  escritura descuidada  o ampulosa, abjurar de las jergas y lugares comunes, esforzarse por alcanzar  una voz individual.

 Es consciente la opción difícil de trazar límites entre la prohibición absoluta y la libertad absoluta y hallar la manera de mantener “ese precario pero vital equilibro entre la libertad personal y el orden público en una democracia”, sin confundir Estado, gobierno y establishment. Reconoce como elementos nocivos en una sociedad todo intento de destruir la tradición, el fascismo lingüístico, el lenguaje políticamente correcto, la “deprimente llanura de trivialidades” de ciertos medios de comunicación, la posición de los críticos que usan sus reseñas “para saldar cuentas pendientes o para dar rienda suelta a su aversión por el sexo, la clase social, las ideas políticas, la religión o el estilo de ida del autor”.

Este libro también plantea interesantes interrogantes sobre los motivos que llevan a alguien a escribir novelas policiales:

“¿Para imponer orden a un caos que nos aterra? ¿Para extraer justicia de la injusticia? ¿Para dar la ilusión de que vivimos en un universo moral y absoluto? ¿Para ganar dinero? ¿Para crear una estructura dentro de la cual el escritor y el lector pueden enfrentar sin peligro el terror, la violencia, la muerte? ¿Para mostrar que al menos para algunas preguntas existen respuestas? ¿Para mantener alejado el miedo atávico a la crueldad y a la muerte? ¿Para urdir una trama? ¿Para explorar las reacciones de hombres y mujeres sometidos a una experiencia traumática como es una investigación policial por el máximo crimen? ¿Para crear una alegoría moral en que la verdad quede a menos instaurada aun cuando no prevalezca? ¿Para celebrar la justicia? ¿Para derrotar a nuestros enemigos? ¿Para obtener la ilusión de poder? ¿Para aconsejar y entretener, para consolar y deleitar? ¿Porque es lo que uno hace mejor?”

TALKING ABOUT DETECCTIVE FICTION, 2009 (TODO LO QUE SE SOBRE NOVELA NEGRA, Ediciones  B, 2010) desarrollará de modo pormenorizado estos interrogantes ejemplificándolos en las obras  de los más representativos escritores de este género. Las variadas líneas estéticas elegidas a la hora de narrar las “populares historias detectivescas o de misterio” son aquí sistemática y exhaustivamente analizadas, como asimismo, las diferentes funciones que cumple en ella  el contexto y las características de los personajes elegidos.   Este libro revela la sagacidad de la autora en el análisis crítico y los profundos conocimientos sobre el género y su historia.  Precisamente en este punto, encuentro que puede funcionar como modelo a seguir por quienes están interesados en una perspectiva que supere lo meramente historiográfico (las obras no son sólo fuentes). Desmonta cliché, jerarquiza la tradición literaria y un tratamiento del lenguaje que no haga concesiones a las modas transitorias, propone una mirada profunda y responsable sobre el tema de la recepción (la lectura constituye “un acto simbiótico”) y no descuida el enfoque sobre el tratamiento de los personajes, la narración y la estructura, además del contexto en las categorías espacio temporales.

Su selectiva y pertinente capacidad de síntesis se pone de manifiesto en la bibliografía (y lecturas recomendadas) cuyo número (diecisiete) sorprende frente a la enorme cantidad de obras que sobre el tema y sus autores se han publicado.

En el prólogo de la obra de l990, P. D. James definía a la memoria como “un mecanismo que nos permite tanto olvidar como recordar”, capas de redescubrir, reinventar, reorganizar; por lo que en parte “toda autobiografía es una obra de ficción y toda obra de ficción es una autobiografía”. Los dos textos mencionados revelan cómo en P.D. James se pueden (¿y deben?) integrar de modo natural la tradición y la innovación, lo local y lo universal, la responsabilidad y a libertad creadora, las experiencias personales y la capacidad para tomar distancia de dichas experiencias, la temporalidad de la historia y la intemporalidad de los arquetipos.

www.goenescena.blogspot.com.ar

AÑO V, n° 237

pzayaslima@gmail.com



[1] La elección del título en español se corresponde con el epígrafe de Samuel  Johnson: “Los setenta y siete años son la edad de la  franqueza”

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