Textos de Franz Kafka motivan
al director Enrique Dacal para montar una obra de características peculiares
como PROCEDIMIENTOS PARA INHIBIR LA VOLUNTAD DE LOS INDIVIDUOS. La pieza une
textos de Kafka con el libro de Francisco Enrique (seudónimo de Dacal
dramaturgo) lo que conlleva en sí un gran desafío que el director afronta
porque no sólo conoce en profundidad al escritor checo sino que ha indagado en
obras de calificados investigadores.
En su original enfoque quiero
destacar el haber “coreografiado” el texto kafkiano a través de la gestualidad
y los desplazamientos en el pequeño espacio destinado al juego escénico. Acierta
en la elección de los  actores Marcelo
Sánchez y Néstor Navarría quienes revelan con eficacia a través de esos
recursos el clima ominoso requerido y el tránsito de un tiempo que oscila entre
una agobiante lentitud y una velocidad frenética.
El empleo de la palabra hablada, el canto y el recitado ofrece diferentes tipos
de  acercamiento a un texto  complejo que reúne e integra varios temas: el
miedo, el individualismo, la desconfianza, el 
fracaso, los matices de la violencia.
Resuenan ecos del famoso
VIGILAR Y CASTIGAR de Michel Foucault, cuyo subtítulo “Nacimiento de la
prisión” cobra nueva vigencia en este espectáculo; y también de Bertolt  Brecht en el empleo del distanciamiento con
canciones  que concentran significados
esenciales (Pablo Dacal se ubica con su música en esta misma dirección.
Otro acierto del director  en el
tratamiento  del  espacio es su trabajo  con los plano del  arriba y el abajo que subrayan  tanto el miedo y la sospecha como las
posibles relaciones entre dominador y sometido. El uso predominante del color
marrón en el vestuario y los escasos elementos escenográficos conscientemente
evoca su valor simbólico de “tierra”, concepto que reviste importancia central tal
como lo revela el programa de mano en el 
que aparecen las siguientes  citas:
“…en mi montón de tierra  puedo  soñarlo 
todo…” y “…cada uno construirá su 
fortaleza  asegurará su montón de
tierra…”
En el Programa de mano también
leemos que cada uno “contabilizará sus dominios, controlará su mundo y vigilará
al otro…” y concluye con dos interrogantes: “Y el otro…Qué está haciendo el otro?...
¿Hay otro?”. Esta relación con el otro (o con uno mismo) determina ese juego
actoral que mencionaba antes, con sus gestos y desplazamientos que incluyen la
actuación en espejo, que siempre incluye una ambigüedad: ¿se trata de ecos o contrafiguras,
de tesis y antítesis, amigo o adversario, o de la construcción de uno sólo?
Ya es sabido que el vestuario
también narra y que el color lleva inscripto una fuerte carga simbólica. De
allí el uso predominante del marrón (símbolo universal de la tierra) tanto en
los trajes como en los elementos escenográficos.
El Tadrón Teatro ofrece el
lugar perfecto para este espectáculo que revela tanto las inquietudes (dudas y certezas)
de Kafka/Dacal, y que un teatro de cámara potencia, sino por la trayectoria de
este espacio dirigido por la actriz y gestora cultural Herminia Jensezian desde
hace más de dos décadas, y cuyo repertorio incluye con exclusividad aquellas
obras que tienen que ver con reflexionar sobre la justicia, la libertad, la responsabilidad,
el conocimiento y el respeto por la humanidad. Y de todo esto nos habla otra
trayectoria, la del director Enrique Dacal.
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AÑO VIII, n° 281
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