En el Teatro Moscú se presentó LABERINTO (dramaturgia
y dirección de Julieta Timossi. En varias declaraciones a la prensa su creadora
sostiene la existencia de un doble material: una obra de teatro, pero también
de un podcast. En una primera etapa que
correspondió a tiempos de pandemia se trató de capítulos grabados en audios y
transmitidos on-line. En una segunda, con la apertura de los teatros, la puesta
en escena del material que se estructuraba a partir del conflicto de un
triángulo amoroso.
Timossi sorteó exitosamente las dificultades
intrínsecas a toda transposición, el abordar el nuevo sentido que adquiere ese
material con el cambio de soporte.
El texto posee de por sí muchas cualidades: humor, profundidad
psicológica, aguda percepción de las ambigüedades y contradicciones que afectan
a los seres humanos, una sutil y significativa utilización del mito griego y su
reelaboración borgiana, una audaz combinación de distintos niveles
lingüísticos, y una atrapante sucesión de peripecias que conducen la acción a
un interpelante final.
La puesta en escena ofrece también méritos para
destacar. En esta transposición todos los lenguajes aparecen sistemáticamente
jerarquizados. El diseño sonoro y edición de Federico Marino, el video de Pablo
Rodríguez Pandolfi, ritmos musicales que se acoplan al ritmo de los conflictos
personajes y un desarrollo de la acción que atrapa al espectador.
Las actrices Marina Pacheco (Sofía, la novia) y Belén Carluccio
(Lucrecia, la amante) logran trasmitir con diferentes matices lo que implica
una situación de crisis: sospecha, vacilación, inestabilidad; determinación y
riesgo (para los chinos, crisis significa, al mismo tiempo peligro y
oportunidad. Pablo Rodríguez Pandolfi (Alfonso, el novio), temor por la
responsabilidad asumir, engaño y autoengaño. Cada uno de ellos con su impronta
personal revelan las incoherencias que afectan a los seres humanos que los
llevan a convivir con las diferencias entre lo que dicen y lo que piensan.
El mito del laberinto y las imágenes y símbolos que
genera ha sido reelaborado en varias oportunidades por el teatro, la narrativa
y la poesía. Tomossi diseña un nuevo
contexto en el que debe ser leído. Esa
estructura en la que es difícil (y a veces) salir remite a un laberinto de
pasiones en el que ya no trata de luchas contra un monstruo sino contra las
propias decisiones erróneas, debilidades y/ o cobardía. Por ello los espacios
elegidos son perfectos: un boliche en El Abasto y un conglomerado habitacional
en La Boca, dos lugares que, a su vez, arrastran sus propias “mitología”, y que
la puesta en escena a través de sus lenguajes rítmico/ sonoro y visual resalta.
Respectivamente, las luces de neón no alcanzan para iluminar todos los
rincones, y permite que la “maredajada” de bailarines distinga a quien observa
desde los rincones; el laberinto de puertas y ventanas, todas iguales, desorientan
a quienes se aproximan a través de esos “jardines que se bifurcan”.
Sobre estos ecos borgianos sobrevuela el talento y la
originalidad de Timossi, quien con voz propia revela la fuerza del mundo
femenino que elige confrontar la verdad, comprender la diferencia entre los sueños
y la realidad, liberarse de las propias telarañas y, a partir de peregrinar por
distintos laberintos, asumir las consecuencias de sus elecciones.
Foto de Lolo Arias
www.goenescena.blogspot.com.ar
AÑO VI, n° 255
pzayaslima@gmail.com
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