jueves, 6 de octubre de 2022

LABERINTO, UN MODELO DE TRANSPOSICIÓN.

 

 

En el Teatro Moscú se presentó LABERINTO (dramaturgia y dirección de Julieta Timossi. En varias declaraciones a la prensa su creadora sostiene la existencia de un doble material: una obra de teatro, pero también de un podcast.  En una primera etapa que correspondió a tiempos de pandemia se trató de capítulos grabados en audios y transmitidos on-line. En una segunda, con la apertura de los teatros, la puesta en escena del material que se estructuraba a partir del conflicto de un triángulo amoroso.

Timossi sorteó exitosamente las dificultades intrínsecas a toda transposición, el abordar el nuevo sentido que adquiere ese material con el cambio de soporte.

El texto posee de por sí muchas cualidades: humor, profundidad psicológica, aguda percepción de las ambigüedades y contradicciones que afectan a los seres humanos, una sutil y significativa utilización del mito griego y su reelaboración borgiana, una audaz combinación de distintos niveles lingüísticos, y una atrapante sucesión de peripecias que conducen la acción a un interpelante final.

La puesta en escena ofrece también méritos para destacar. En esta transposición todos los lenguajes aparecen sistemáticamente jerarquizados. El diseño sonoro y edición de Federico Marino, el video de Pablo Rodríguez Pandolfi, ritmos musicales que se acoplan al ritmo de los conflictos personajes y un desarrollo de la acción que atrapa al espectador.

Las actrices Marina Pacheco (Sofía, la novia) y Belén Carluccio (Lucrecia, la amante) logran trasmitir con diferentes matices lo que implica una situación de crisis: sospecha, vacilación, inestabilidad; determinación y riesgo (para los chinos, crisis significa, al mismo tiempo peligro y oportunidad. Pablo Rodríguez Pandolfi (Alfonso, el novio), temor por la responsabilidad asumir, engaño y autoengaño. Cada uno de ellos con su impronta personal revelan las incoherencias que afectan a los seres humanos que los llevan a convivir con las diferencias entre lo que dicen y lo que piensan.

El mito del laberinto y las imágenes y símbolos que genera ha sido reelaborado en varias oportunidades por el teatro, la narrativa y la poesía. Tomossi diseña  un nuevo contexto en el que debe ser leído.  Esa estructura en la que es difícil (y a veces) salir remite a un laberinto de pasiones en el que ya no trata de luchas contra un monstruo sino contra las propias decisiones erróneas, debilidades y/ o cobardía. Por ello los espacios elegidos son perfectos: un boliche en El Abasto y un conglomerado habitacional en La Boca, dos lugares que, a su vez, arrastran sus propias “mitología”, y que la puesta en escena a través de sus lenguajes rítmico/ sonoro y visual resalta. Respectivamente, las luces de neón no alcanzan para iluminar todos los rincones, y permite que la “maredajada” de bailarines distinga a quien observa desde los rincones; el laberinto de puertas y ventanas, todas iguales, desorientan a quienes se aproximan a través de esos “jardines que se bifurcan”.

Sobre estos ecos borgianos sobrevuela el talento y la originalidad de Timossi, quien con voz propia revela la fuerza del mundo femenino que elige confrontar la verdad, comprender la diferencia entre los sueños y la realidad, liberarse de las propias telarañas y, a partir de peregrinar por distintos laberintos, asumir las consecuencias de sus elecciones.



Foto de Lolo Arias

www.goenescena.blogspot.com.ar

AÑO VI, n° 255

pzayaslima@gmail.com


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