lunes, 26 de noviembre de 2018

ALGUNAS LÍNEAS ESTÉTICAS EN LA DANZA ARGENTINA DE LA ÚLTIMA DÉCADA (II).


En estos últimos años las propuestas en el campo de la danza contemporánea alcanzaron un amplio grado de diversificación. Si nos ceñimos a lo que sucede fuera de la órbita oficial, distintos grupos –muchos de ellos, estables- proponen una enriquecedora alianza con el flamenco (varios de estos espectáculos han sido comentados en el blog), con ritos ancestrales, con el tango, con ritmos murgueros, y con la propia danza clásica (como parodia, o como cita homenaje). 

El mundo femenino acapara gran parte de las temáticas elegidas: la mujer y la identidad, la mujer y la violencia cotidiana, la mujer en la sociedad de consumo, la mujer que elige la danza para expresarse, la posibilidad de una identidad de género o su mutabilidad. Lo autobiográfico y la autorreferencialidad. Y varios son también los espacios elegidos, escenarios teatrales, tablados, salas de centros culturales, y todo tipo de lugares alternativos.

Hasta Trilce es uno de los espacios que cuenta Buenos Aires en los que se ofrecen obras que aúnan calidad y originalidad. Como una niebla, de Andrea Cervera (2012) pertenece a esta categoría. Estrenado en el marco del Ciclo Escena en Diálogo se encuadra dentro de la línea de las propuestas autobiográficas, al muestra el proceso de supervivencia de su creadora luego de un accidente automovilístico sufrido en el 2005 y resume los meses de recuperación a través “un espacio imaginario donde se expresa el límite del cuerpo y la nostalgia del movimiento”. De allí que la música lo visual y la kinética sean los recursos para revelar lo que no podía comunicar a través de la palabra (sueños, emociones, anhelos), de allí a la manera de un leit motiv, el movimiento de los pies. La propuesta refleja la necesidad por parte de su creadora de explicar y de explicarse a sí misma.

Mujer, ritual y regionalismo se aúna en El eco del silencio (2014) ofrecida en el Centro Cultural Borges. Liliana Toccaceli apela a un entramado de lenguajes escénicos (movimiento, dramaturgia, música, vestuario, iluminación) como elementos que le permiten concretar su lectura de lo por la autora vivenciado en la Puna Jujeña. La celebración del Carnaval y las ofrendas a la Pachamama es el punto de partida para reconstruir desde la mirada de una “mujer moderna y citadina”- así ella se define- la femineidad, la sensualidad, la maternidad, el trabajo, lo instintivo que aflora en el vaivén control/descontrol. La recreación de los rituales del Carnaval (su música, sus lugares mágicos, su danza le permite asimismo abordar el mundo cotidiano desde lo estético, lo dramático y lo cultural. Privilegia lo emocional y lo expresivo lo que se manifiesta en la performance de la intérprete Paloma Macchione quien permitió que los espectadores pudieran también oír “el eco de la Puna”. Toccaceli completa su formación en danza clásica y danza contemporánea con profundos conocimientos del folklore del NOA, lo que le permitió soslayar todo tipo de estereotipos en su composición coreográfica.

 El rito, lo mágico y lo sagrado se integran en La madeja de Moebius (2018), de Teresa Duggan estrenado en el CELCIT. En este caso se apela a a los ritos universales de pasaje para mostrar “un mapa cósmico que conecta Uno con el Universo”. No hay regionalismo ni color local, sino figuras arquetípicas femeninas y su relación con las fases lunares: a lo largo de de las escenas ordenadas por el I Ching, los cuerpos transitan las siete direcciones chamánicas y en encarnan las estaciones del año. Su creadora así lo describe: Primavera (Doncella, Luna creciente), Verano (Madre, Luna llena), Otoño Chamana, Luna menguante), Invierno (Anciana, Luna negra). En el espectáculo cobran especial importancia la relación de los cuerpos con los objetos y la apelación a los elementos simbólicos; de allí la referencia a la acción de tejer, ligada a la creación y a la vida y relacionada con fines mágicos y religiosos, tal como lo señala el clásico ensayo de M. Mertens Stienón L´Occultisme du Zodiaque.

 La autorreferencialidad es utilizada en Lo que no querés ver como medio de explorar el mundo de la danza profesional y los efectos que se advierten en quienes la eligen como medio de vida y de expresión personal. La coreógrafa (y también una de las intérpretes) Victoria Mazari aprovecha su trayectoria en el campo de la danza clásica, la danza contemporánea, el teatro danza, su participación en competiciones y giras internacionales para cuestionar “las obsesiones, las exigencias, los complejos, los temores y en cierto grado la violencia física y psicológica que suele estar presente en algunos estudios y ámbitos”; para dilucidar hasta qué punto es posible conciliar la felicidad que genera el hecho de bailar con la vigencia de rígidas estructuras académicas y culturales. Ocho intérpretes (otra vez este término aparece en la ficha técnica reemplazando a “bailarinas”) aparecen con vestuarios de entrenamiento y generan desplazamientos otorgan que un profundo grado de homogeneidad para revelar el esfuerzo y la obsesión por la perfección que todas ellas comparten. Como en otros espectáculos de la “Compañía Danseur” dirigida por Mazari conviven diferentes técnicas y lenguajes artísticos.

 Liliana Tasso es otra de las figuras que a lo largo de varios años tiende a conectar a la danza contemporánea con el teatro, la plástica, el mimo y el clown. La danza contemporánea le interesa porque “se trabaja con lo que propone el cuerpo del bailarín” porque tal como lo propone Trisha Brown más que de coreografía hay que hablar de movimiento, de energías y dejar de lado convenciones obsoletas. (“Vivir el movimiento”, entrevista de Silvia Oleksikiw, Serpiente Amarilla, Año 2, n° 7). En su desafío por descentralizar la cultura, abrir nuevos espacios y generar nuevos públicos, Tasso, también psicóloga, ha experimentado desde Arrastra un cuerpo sonoro
[1] (espectáculo citado en el número anterior) con las nuevas tecnologías. Indaga sobre la relación cuerpo-espacio y espacio real-espacio virtual o ciberespacio. Ella describe su obra en los siguientes términos

 El movimiento como creador, como sonido, como sujeto. Dos escenas simultáneas en diferentes espacios escénicos. Las separan varios kilometros. Las conecta una cámara web. Unos miran otros son mirados. En el espacio, un cuerpo produce sonidos con su movimiento; el sonido crea voces; las voces, palabras; las palabras se hacen imagen humana. La imagen es real en el espacio B. Alguien habla de la obra. Alguien no entiende, alguien a través la cámara irrumpe en el espacio A y pregunta. Alguien quizás le conteste... Una voz que se corporiza en una pantalla y se vuelve argumento. En el espacio A, la obra indaga la relación cuerpo-espacio, una relación potencial de caricia o de fricción, de fusión o de diferenciación, de juego o de dominación. El sonido producido por el cuerpo de la intérprete sobre las superficies de contacto es captado, amplificado y procesado en vivo por un artista sonoro. La piel, con sus dos bordes, limita el adentro y recorta el objeto externo. En la superficie compartida, indiferenciada, nacen voces, tonos emocionales El movimiento se hace sonido, el sonido se hace palabra, la palabra hace sujetos. El movimiento es creador; la palabra, su fantasma. En el espacio B, un crítico de arte le comenta a la concurrencia cuestiones teóricas que se observan en la obra. Hace referencia al postmodernismo pero observado desde el paradigma de la complejidad, marco teórico que por otro lado se vivencia en la obra y en su estructuración espacio temporal.

 Vemos entonces cómo lo metateatral no sólo opera como guía de lectura para los críticos fuera de la performance sino que forma parte de la misma ofrecida al espectador. Integra así un tipo de recepción particularmente activa en la que conviven la percepción inmediata y directa de las imágenes visuales y sonoras ofrecidas, y el pensamiento racional y reflexivo provocado por la palabra.

 En los últimos años el equipo de Investigación en Tecnología Aplicada a la Danza ha generado ámbitos propicios para la investigación, experimentación y creación en torno a las artes escénicas mediadas por las tecnologías multimediales interactivas y lograr una alianza creativa entre el performer y el uso de la tecnología para producir una escena /instalación performática/puesta visual. Pareciera que estas investigaciones lideradas por Aníbal Zorrilla (músico) y Leticia Miramontes (bailarina) serán rápidamente incorporadas por quienes proponen nuevos espectáculos.

 
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 Año III, n° 154.

 pzayaslima@gmail.com.

 




[1] Idea y dirección: Liliana Tasso. Performer: Liliana Tasso. Artista sonoro: Fabian Kesler. Multimedia: Marcelo Eschoyez. Iluminación: Miguel Solowej. Critica en vivo: Cecilia Cipolloni. Voz en escena: Pablo Etchebaster

lunes, 19 de noviembre de 2018

ALGUNAS LÍNEAS ESTÉTICAS EN LA DANZA ARGENTINA DE LA ÚLTIMA DÉCADA (I)


La fuerte presencia de los espectáculos de danza en los escenarios de Buenos Aires en los últimos años incluye algunos aspectos que considero importante destacar. Entre ellos: la vigencia de coreógrafas y bailarinas consagradas y la aparición de nuevas figuras, la formación y /o perfeccionamiento en distintas disciplinas por parte de aquellas (cine, audiovisuales, plástica, teatro, clown), la intermediación de las nuevas tecnologías multimediales), los cruces entre la danza contemporánea y los aportes del butoh tanto en el entrenamiento como en el del espectáculo ofrecido, la revalorización de la(s) música(s) popular(es), y un fructífero empleo de los objetos por parte de los performers (término que está siendo cada vez más en reemplazo de “bailarines”, por parte tanto de la crítica como por parte de los propios protagonistas).

 El año 2011, nuestro –tal vez arbitrario- punto de partida brinda claros ejemplos. Entre las artistas consagradas sobresalen las propuestas -analizadas en blogs anteriores- de Vivian Luz (Serán otros los ruidos) y Adriana Barenstein (La tierra no se mueve). Teresa Duggan indaga desde la danza y en clave de humor temas no habituales en este campo como “los cliches, el glamour y la reglas del mundo de las pasarelas y la moda”. Este espectáculo le permite concretar sus conceptos estéticos: cruzar lenguajes (imagen, movimiento, música, manipulación de materiales) y explorar las posibilidades del cuerpo, la luz, y el movimiento.

Marcela Suez fusiona la poesía de Juan Gelman, León Felipe y Federico García Lorca con las emociones y experiencias íntimas de cantaores y bailaores (Raíces del flamenco, de Sefarad al cante Jondo). Tanto las producciones poéticas y teatrales de García Lorca (en particular, Yerma) como las posibilidades del flamenco fueron transitadas a partir de este momento a lo largo de festivales, ciclos, y espectáculos puntuales muchos de los cuales también han sido analizados en números previos.

Difusión y éxito alcanzó Hombre rebobinado, instalación coreográfica de Margarita Bali, quien explora sobre el límite entre la realidad y lo virtual y la presencia de lo absurdo en lo cotidiano. Los ocho artistas que integran el espectáculos son denominados “intérpretes” operan tanto en potenciar la percepción de los espectadores como de introducir el humor en las diferentes secuencias. Cobran especial importancias las reflexiones que su creadora realiza sobre el proceso y los objetivos de la obra:

  
Una obra teatral coreográfica virtual que se desarrolla a través de una video instalación a 8 proyectores sobre elementos corpóreos escenográficos reales en donde las personas aparentan tener una dimensión tridimensional al estar incrustados en el volumen de muebles, sillas, alfombras, marcos y paredes. En el espectador se produce la sensación de presencia corpórea y de extrañamiento en la percepción entre lo real y lo virtual. El hilo de conducción de la obra es un personaje central, interpretado por Sandro Nunziata, representando a un actor alternativo del teatro físico, artista mayormente desocupado, con una filosofía muy propia que se contrapone en distintas situaciones con sus mujeres, familiares y entorno social. Se desarrollan aspectos relativos a un personaje muy íntegro, vital y entusiasta pero con un cierto grado de desarraigo y de disfuncionalidad respecto a la ciudad y el mundo exterior. El sonido es parte intrínseca de la obra compuesto por música original de Gabriel Gendin y textos hablados por los propios intérpretes. Una obra tragicómica visual en donde se juega con el absurdo, con el humor y con el vaivén entre la fantasía y la realidad. Lo que más me interesó de la investigación de esta obra-luego de la experiencia de realizar el mapping arquitectónico a gran escala Pizzurno Pixelado para Proyecto Cruce- fue poder realizar un mapping a una escala intimista, abarcar un espacio interno como si fuera el living de una casa, y desarrollar sobre este entorno un guión virtual a través de 8 películas en paralelo, corporizadas en el espacio escenográfico. Es como un racconto biográfico de la persona que la habitó, una manera de evocar situaciones en donde las personas emergen como si volvieran a habitar esos mismos espacios vividos y el personaje pudiera reelaborar sus recuerdos y sueños a través de esas improntas virtuales
.

Esta necesidad de registro del proceso, señalamientos de objetivos y procedimientos, que además es hecho público para la crítica y los potenciales receptores también es una característica de lo que está ocurriendo en el campo de la danza.

 Fabiana Capriotti reúne a tres performers (Gastón Palermo, Martín Piliponsky Braier y Lucía DiSalvo para exponer en un juego de inmovilidades y desplazamientos el alcance del concepto de duración en Hasta que se agote. Definida por su creadora como una obra sobre la acción de reemplazar, aborda los diferentes tipos de duraciones: formales, sensibles, impuestas, emocionales las que implican diferentes ritmos, intensidades y agrupaciones, estas últimas determinadas por la música compuesta especialmente para la obra y de clara cita al mundo del rock.

 Si hay algo que caracteriza al teatro en este período es el protagonismo de actrices, autoras, directoras y escenógrafas y las propuestas escénicas que se focalizan en temas de género, en especial enfocados en la construcción/reafirmación de la identidad y en la situación de violencia. Jazmín Tesone enfoca el universo femenino y la otredad en Otoño del otro lado, morigerando el tema de la violencia a partir de la incorporación de elementos poéticos y guiños al espectador que rozan el humor.

El ciclo de danza contemporáneo organizado por COCOA (Coreógrafos Contemporáneos Asociados) en el Centro latinoamericano de creación e investigación teatral reafirmó la tendencia a conectar el teatro con la danza, y el performer con el bailarín y el intérprete[1]
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 Victoria Keriluk (responsable de la idea general) estrena Meñique, un proyecto artístico interdisciplinario itinerante capaz de presentarse en diferentes espacios escénicos, los que, sean o no convencionales, permitan vincular al espectador y la obra a partir de distintos sistemas de relaciones. Así describe su creadora el modo en que se cruzan simultáneamente la danza contemporánea, la música y las artes plásticas:


En el campo de la danza contemporánea, tres intérpretes desempeñan su acción en una estructura de madera de forma rectangular. Un músico interpreta un piano eléctrico, cuyo sonido es tomado por micrófonos conectados a una PC que distorsionan el sonido, de manera que e escuchan ambos, el sonido de piano y el sonido distorsionado. Y por último, un artista plástico crea en simultáneo una pintura que se proyecta durante su creación y transcurso de la obra. Las tres áreas intervenidas alcanzan un equilibro escénico entre las artes a nivel tanto estético-artístico como a nivel coreográfico y de participación.

En una línea diferente, Hiedi Ibeth Álvarez Altuna relaciona música y danza. Al frente del grupo “Dispositivo Tanza” investiga los distintos lenguajes técnicos y compositivos para lograr una identidad artística expresiva propia, y aborda la improvisación en escena desde el campo de la Expresión Corporal. Me perdí de mí, espectáculo presentado en este ciclo se focaliza en el polémico y huidizo tema de la identidad: identidad que se construye y se manifiesta como persona, como habitante de un país, como artista.


A partir de una investigación teórica sobre el mestizaje realizada hace algunos años comencé a pensar al sujeto mestizo como un sujeto que habita lugares intermedios, fronterizos que se mueven ´entre´ las categorías de identidad esencialmente constituidas. Mi origen ecuatoriano y migrante, luego de vivir varios años en la Argentina, me ha permitido tener una mirada reflexiva sobre la resignificación de la identidad. En este sentido, llegué a la conclusión de que las características de ambigüedad y contradicción que el sujeto conlleva pone en crisis el mismo discurso de la identidad. La identidad múltiple y de construcción permanente requieren constantes negociaciones; esta situación genera la puesta en duda de las fililaciones y los vínculos de pertenencia en los que el sujeto basa el reconocimiento de sí mismo. Así surgió la idea de un desarrollo en movimiento que sugiera esta crisis en las identidades, pero también que entienda esta crisis, por un lado, como posibilidad para poner en discusión la construcción de identidades y por otro lado, como opción que posibilita una mirada múltiple de la conciencia.
.La ya citada Vivian Luz define su espectáculo El habitante, como un “Poema coreográfico” con anclaje en los textos porveniristas que su padre, el escultor Gyula Kosice, propone en el libro “La ciudad hidroespacial, 500 lugares para vivir”. El habitante transitará por el “lugar de pasos perdidos y de ausencias que se reciclan”, con “explosiones de júbilo contenido”, para adentrarse en el “lugar de uno”, para “tener ganas” atravesando “el lugar para destituir la angustia”, anidando en el “lugar para decir mamá” y finalmente “ser habitante con ala propia” que no ha de terminar en la tierra. Si bien en sus trabajos parte desde lo visual (la puesta plástica ocupa un lugar esencial) no desdeña lo narrativo, aunque nunca apela a la danza-teatro (o teatro-danza); narratividad que logra a partir de su formación e investigación en distintas técnicas alternativas, entre ellas el butoh.

 Las coreógrafas y directoras citadas, más allá de la temática elegida, ofrecen varios puntos coincidentes: los principios de la danza contemporánea se ven enriquecidos por elementos que aportan otras técnicas (yoga, tai chi, butoh, expresión corporal, mimo, tecnologías multimediales interactivas), se abocan a procesos de investigación que trascienden el campo de la danza (filosofía, historia, ciencia, sociología) lo que se traduce en trabajos interculturales e interdisciplinarios, y se interesan en transmitir sus reflexiones a través de un discurso “metaescénico” que apela tanto a una argumentación racional como a síntesis o imágenes poéticas. Las fronteras entre la música popular y la música culta se esfuman y trabajan a partir de la riqueza de las combinaciones rítmicas y melódicas: el espectador debe completar lo que se le ofrece a la vista y al oído y confrontar con su propio mundo interior.

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Año III,n° 153
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[1]Además de  los  espectáculos que brevemente comentamos, considero necesarios citar otros tres que integraron el ciclo, a los que  no tuve oportunidad de asistir: Maresía, de Mariela  Ruggeri; Doméstica, de  el  Grupo  Plaimovil; y aRRaSStra UN CUERPO SONORO, de  Liliana  Tasso.

lunes, 12 de noviembre de 2018

ANDREA JULIÁ. TANGO, AMOR Y POESÍA.TEATRO UNO.(Buenos Aires, Nueva Generación, 2018)

La publicación de dos nuevas obras  de  Andrea Julia la reconfirman como  una  acabada representante de la dramaturgia femenina en la Argentina. Docente, dramaturga, actriz y directora premiada en cada uno de estos campos, sus obras alcanzaron gran difusión en los Ciclos  2011 y 2012 de Teatro por la Identidad, realizados en el Teatro Tadrón, dirigido por Herminia Jensezian, espacio cuya relevancia he señalado en blogs anteriores. 

Las  dos piezas que integran este volumen ofrecen además de los temas –tal como lo enuncia el título que las engloba- algunos elementos que las conectan, la despedida,  diálogos que tienen mucho que ver con el acto de monologar, lo confesional, la estructura en cuadros, la conexión entre el espacio mítico y el espacio real, la organización de la temporalidad, la relación entre lo dicho, lo no dicho y lo imaginado, el mundo interior secreto. Un manejo particular del diálogo propone una inquietante alternancia entre la comunicación y la incomunicación de los personajes (una pareja o tres amigas en “Arrancados” y “Confesiones en 2 por cuatro”, respectivamente). En ambas el tango opera como un libro mágico que ofrece  claves y oficia  como bitácora para descubrir sentidos; refleja la melancolía y las carencias  de muchas vidas que circunstancialmente pueden convertirse en personajes  que el tango propone a través de la música, la letra y la coreografía. 

Las dos obras adjuntan un subtítulo entre paréntesis. 
“La poesía es posible”, el que acompaña a la obra “Arrancados”, se conecta con la utilización del leit motiv que componen diferentes cuadros (el uno, el seis, el once y le catorce) y con las secuencias en que diferentes elementos simbólicos (la casa, la ventana, la puerta, el espejo, el perfume) acompañan las reflexiones de los dos personajes sobre la memoria y el olvido, pero especialmente, sobre un aspecto menos transitado: para Ella se trata de “la historia que quiero recordar y no la que recuerdo”. La autora, consciente de la relación que existe entre la poesía, la música y la plástica, organiza el mundo escénico con encuadres que contienen imágenes sonoras, plásticas y cinéticas similares. Del principio al fin, se instala una  atmósfera dramática  en la que el tango opera sobre los cuerpos de la pareja como  sucediera en el relato borgiano con la milonga.

“¡Qué me van a hablar de  amor!” ilustra a  “Confesiones en dos por cuatro”, título del tango que, cantado por Julio Sosa, abre y cierra el texto teatral. La puerta como acceso al cruce del umbral y el espejo, la imaginación y el deseo como sustitutos de un mundo real (“… no sé si había estado ni siquiera. En un momento pensé…o sentí…no sé…como si en verdad yo hubiera inventado que él estaba ahí”- confiesa Nora). A diferencia de la anterior, esta obra combina distintos discursos: el paródico (el público femenino atrapado por el radioteatro) el mítico (el cantor del tangos, en este caso, no Gardel sino Julio  Sosa, el varón del  tango), y el lírico (los poemas de Aída y de Nora). Precisamente en este campo Andrea  Juliá alcanza  profundidad: convierte el sentido en sonido, en una “luz  difusa”, en imágenes del alma en medio de un “silencio profano” y a través de “las palabras cerradas”.

La frase citada en una de las paredes de la Botica del Ángel “El tango es una posibilidad infinita”, y que se completa con aquella definición que diera Enrique  Delfino, “El tango es una conversación rimada” se encarnan en estos textos que pueden ser mirados y gozados en un silenciosa lectura íntima o gozados en una mirada y escucha colectiva en la escena.



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Año III, n° 152
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martes, 6 de noviembre de 2018

EROTISMO Y SEXUALIDAD EN BITNUS.


La compañía Magy Ganiko propone con Bitnus, espectáculo presentado en el Centro Borges, una especial relación entre música, danza y poesía. Inspirado en el libro homónimo de la poeta y dramaturga Luz Pearson se concreta como
“Una experiencia visual –escénica sobre el universo íntimo-erótico de una mujer joven. Una obra de danza en la que el deseo femenino es el protagonista. Una mujer ante su deseo, su instinto y sus encuentros sexuales ocasionales, con el Fauno, para anestesiar sus temores al amor, los vínculos estables y el vacío cotidiano” (Informe de Prensa).

Pero también se abre a otros cuestionamientos, tal como surge del debate con el público realizado en una de sus funciones:

 1) Cómo funciona el deseo en la intimidad y como opera el deseo del otro en las relaciones desde una perspectiva de deconstrucción de la violencia en la vida cotidiana y micromachismo.

 2) Que del poder sobre el otro es lo que modifica o conmueve.

 Para os creadores el tema – la manera de asumir la palabra y el deseo de la mujer- reviste una importancia esencial, de allí la detallada sinopsis que elaboran.

En el cuerpo partido de una sola intérprete, Carla Pezé Di Carlo, Bitnus cuenta las relaciones amorosas de una mujer casi bipolar que vive en dos ´Ella´. Una se encuentra con un hombre en el espacio de un chat, tienen su relación sexo amorosa casi totalmente a través de la pantalla y una cámara, son voyeristas, se ven, se leen, ¿se tocan? Comunicación caliente que de a poco la consume, gasta sus ganas de amar. La otra ella es Bitnus, su alter ego, una mutación en ser mitológico, su autodefensa. Bitnus, no ama, ella convoca al Fauno, y así borra todo rastro de dolor: ´si deseo Fauno pido Fauno. Cuando no amo, me obedezco´.

 Pero no sólo ofrecen un resumen, sino que sus creadores explicitan su propio comentario

El libro pelea una batalla por sentir el cuerpo pixelado, la obra se sitúa entonces entre dos cuerpos, el real y el virtual, líneas nebulosas de una frontera confusa que construimos en una escenografía alucinatoria, lumínica, juegos mentales de distancias y colores. En un cuarto despojado como una hoja de papel, el lenguaje verbal y físico es directo y altamente poético, se escriben otras formas de rimar el movimiento. Nuestras contradicciones al encontrarnos se manifiestan en el cuerpo, sudamos, nos retorcemos en la búsqueda del otro idealizado: “Hola, ¿estás? ¿No?” La obra habla del vacío, del estar conectado pero no con uno mismo. Fauno o chatero, ella corre riesgo de dejar lo único que importa, su propia señal.

Este espectáculo ofrece interesantes aspectos. Uno de ellos es la integración del tiempo mítico con el propio de la era tecnológica, el primitivo universo dionisíaco y una globalizada contemporaneidad. El otro punto para destacar es el modo en que confluyen tres culturas diferentes para resignificar el deseo, la seducción y el sexo: la griega, la japonesa y la afro. El Fauno impregna el texto de Luz Pearson; el mundo japonés y lo dionisíaco es sugerido desde el vestuario de Andrea Mineko: un estilizado kimono y un aditamento fálico visten en distintas instancias el de la actriz y bailarina Carla Pezé Di Carlo cuyos desplazamientos coreográficos subrayan la presencia de esos diferentes universos culturales; su ductilidad y destreza hacen que de su cuerpo emanen vibraciones propias de diferentes estados de conciencia. Zahira Osés, a travezde la voz y el canto enmarca e impregna el espectáculo con notas que ascienden, descienden, juegan con variados agrupamientos rítmicos, aceleraciones y momentos de calma.

 El diseño escenográfico y la dirección a cargo de Magy Ganiko ejemplifica cómo este multidisciplinario creador (coreógrafo, director, bailarín, perfomer, artista visual) puede hacer convivir barroquismo y minimalismo: transparencias que ocultan y revelan, opción por los claroscuros en diferentes secuencias (fundamental es la precisa iluminación de Giorgio Zamboni) y desplazamientos en un espacio despojado. Es precisamente su trabajo con el espacio el que encuadra el eje sexualidad- erotismo- placer, y la danza reúne un ritual sagrado y profano y la proximidad con los espectadores convierte a estos en una especie de coreutas participantes.

 Creo que es posible entender esta propuesta desde alguna de las ideas de Georges Bataille (La felicidad, el erotismo y la literatura, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004): el placer humano sólo puede existir en una situación irregular en la que las prohibiciones se rompen; hay una exaltación de la sexualidad, pero no sólo rudimentaria sino erótica porque se pone en cuestión la vida interior (pp. 338 y siguientes), el dominio de lo prohibido coincide con el dominio sagrado, “Esencialmente aquello que alcanzaba la regresión ritual de la prohibición (pp. 378 y siguientes).

Los principios de la danza butho (de cuyo creador Ganiko fue discípulo) se hacen presente: el cuerpo de la bailarina con sus movimientos sexuales y espasmódicos revela lo subconsciente, la animalidad (“no sólo somos humanos”) pero al mismo tiempo la posibilidad de la catarsis (“Es el alma la que danza, el cuerpo le sigue”).

  Deseo de lo sexual, pero también reflexión sobre la libertad de elegir, sin ataduras que lesionen o limiten su propio espacio: pulsión y razón. De allí la aplicación de la metodología Jon Moi (“libro-danza”) –método de trabajo en danza que Ganiko desarrolla en su Espacio Utaki desde el 2012-: un cruce entre la palabra y la danza como dos materialidades del cuerpo, exploración de los estratos más íntimos, traducciones y reescrituras.

 
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 Año III, n° 151

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