lunes, 15 de octubre de 2018

LABIOS NEGROS: CINE, TEATRO E HISTORIA



En el 2002 Francisco Pesqueira, Claudio Pazos y Carlo Argento se reunieron para generar un espectáculo surgido de su primer planteo “Hagas lo que hicieres…serás criticado, pues entonces haz lo que quieras. Todos somos ´Carne de crítica´. Así se llamó nuestra primera obra, que luego le daría nombre al grupo”
[1]. A este le siguieron Dignos de lástima (2003), Correte que chorrea (2005), Lo frío y lo caliente (2006), Subió la carne (2008), Carne sola o Doña Rosita, el soltero (Premio ACE mejor espectáculo de humor, 2010) y Mamarracho (2012).

El programa de mano informa sin ambigüedades sobre el tema.


"Delita, Herminda y Adalberto son extras de cine con pretensiones de “Estrella”. Deambulan de película en película. Se conocieron en una de ellas, “La Cabalgata del Circo -1945-, y a partir de allí se entrecruzan las historias. Un rumor, un despecho, una ideología, generan entre ellos un rencor por traiciones, verdaderas o ficticias, mientras exponen en medio de esas tormentas, sus deseos de ser alguien”



La permanente cita de la película “La cabalgata del Circo” es fundamental para entender y disfrutar de estos contemporáneos  Labios negros (2018). Mientras la película dirigida por Mario Soffici y Eduardo Boneo se califica como drama musical, el espectáculo dirigido por Carlo Argento se presenta como Melodrama Cómico en cuatro fragancias.

Los cuatro momentos elegidos (1950, Olor a hombre; 1952,Olor a crisantemo; 1954, Olor a viento y sal; 1956,Todavía hay olor a quemado) son titulados acertádamente como “olores” (estos se propaga en el tiempo y en el espacio) y tanto la historia (Perón, Evita, la Revolución) como el arte (el cine) impregnan aún el presente.

La confrontación entre las que fueran, respectivamente, en la película protagonista (Libertad Lamarque) y miembro del elenco (María Eva Duarte), y la que narra la película (rivalidad que desarrollan dos familias circenses) encuentra su réplica en la ficción escénica Delita (defensora de Libertad Lamarque) y Herminda (admiradora de Evita). Como en todo melodrama son los personajes los que originan las situaciones y rigen su desarrollo, y como en toda comedia la acción impregnada por el humor es causada por el choque entre personajes. Los actores y el director crean un universo atrevido, de utopías satirizadas y un descontento irónico sobre la política y el arte a partir del texto aportado por tres escritoras: Laura Coton, María Rosa Pfeiffer y Patricia Suarez. El travestismo (los personajes femeninos encarnados por Claudio Pazos y Francisco Pesqueira, y el masculino, por Claudia Pisanu) refuerza el aspecto paródico y contribuyen a generar la risa. Pero se trata de una risa inteligente y la respuesta cómica se desliza tangencialmente a lo dramático, y allí aparecen las grietas ideológicas, la soledad de artistas que nunca alcanzan el éxito. Los tres artistas magistralmente logran instalar un humor reflexivo y piadoso que se cuela en la carcajada que provocan. Pero ese travestismo[2], en el contexto del espectáculo, implica no solamente desestructurar la categoría de lo masculino y lo femenino, sino que revela “la crisis de la categoría en sí” (Marjorie Garber), al tiempo que con el travestismo de la mujer vestida como varón remite al único campo en el que este aparecía con frecuencia: el cine argentino (Luisito, de Luis César Amadori o La niña de fuego, de Carlos Torres Ríos, por ejemplo[3].

Esa mirada irreverente sobre la historia política y la historia del cine (una de las artes populares por excelencia) se abre como punto de partida para la comprensión de la actualidad (la pervivencia de la grieta ideológica y el mundo de los artistas). El humor nunca llega a ser ácido y de alguna manera la risa que despiertan esos seres que luchan contra la soledad, la decadencia y el fracaso, en los que conviven indefensión y compromiso, competencia y solidaridad, es piadosa. Las autoras, quienes dominan el arte del diálogo, saben también cómo dosificar el sentimiento en la comedia en la comedia y entretejer sin fisuras las historias individuales y el contexto histórico-socio-cultural. En Labios negros, los tres personajes son antihéroes, tres seres desvalidos, que a pesar de todas las diferencias -esencialmente políticas- y la competencia (lograr el mejor papel) y reunidos por la desesperanza y la adversidad, aparecen fortalecidos por el afecto que los une, y por el amor a un arte que los completa y les permite participar aunque sea de modo efímero en otras vidas más plenas.

Un acierto es el diseño de maquillaje de Norberto Poli (enmascaramiento sin máscara) las pelucas de Miriam Manelli que reproducen la iconografía que exhibían los afiches de la época anunciando el estreno con los rostros de Libertad Lamarque y Hugo del Carril. Otro, la dirección de Argento, quien maneja hábilmente las peripecias y con el concurso de los elementos visuales, musicales y coreográficos conjuga lo estético con lo entretenido. No es posible dejar de señalar la teatralidad que encierra el texto en el que se entrelazan lo narrativo, la evocación poética, la referencia política, un ritmo interno que funciona como partitura para la puesta en escena. Esto es posible, más allá del talento de las autoras, a un ejercicio de escritura compartida
[4], y a un trabajo compartido con el director[5].

Este melodrama cómico, categoría elegida por sus creadores que en sí misma relativiza el concepto de categoría confirma las palabras de Eric Bentley en La vida del drama al definir la comedia: “(…) es indirecta, irónica. Habla en broma cuando se refiere al dolor. Y cuando deja a la vista el sufrimiento es capaz de hacerlo trascender en júbilo (…)”.

Es el júbilo lo que Labios negros despierta en la recepción inmediata, quedando para después, la reflexión.

 
www.goenescena.blogspot.com.ar


 Año III, n° 148

 pzayaslima@gmail.com.
[1]Solapa del CD que incluye 21 canciones (composiciones originales, piano y orquestación de Sergio Vainikoff) de cuatro espectáculos, que fuera creado en ocasión de los primeros diez años de trabajo.
[2] Término acuñado en 1910 por Magnus Hirschfeld en Die Tranvestiten, es la forma más significativa de disfraz que implica cambio de sexo a través del traje, complementado eventualmente por maquillajes y pelucas
[3] Este tema aparece desarrollado en Los lenguajes no verbales en el teatro argentino, de Beatriz Trastoy y Perla Zayas de Lima, Universidad de Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, 1997.
[4]Pfeiffer y Coton (Roter Himmel, 2005; La bámbola, 2007): Coton y Suarez (Divina complacencia, 2017); Coton, Suarez y Pfeiffer (Otros gritos, 2011/12).
[5] Coton (autora) y Argento (director), Primer capítulo del unitario radial “De chambergo y Funyi” (Emisión 2248 de “El sube y baja”)

1 comentario:

  1. Excelente análisis para una obra magnifica, que cautiva y deja al descubierto las miserias y esperanzas de los seres humanos y sus coyunturas.

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