viernes, 16 de junio de 2023

STELA CAMILLETTI, EL DESTELLO.TEATRO EN PANDEMIA Y POSTPANDEMIA.

 

 La nueva obra de Stela Camilletti, EL DESTELLO, representa un giro respecto de su producción anterior. Dos elementos concurrentes parecen explicarlos: el haber surgido en pandemia y un cambio en los procesos de escritura   por parte de la dramaturga. Como parte del “Experimento Cúbico” gestionado desde Grecia por Styl Rodarellis su obra debía estar inspirada en el dios Pan.

 En la página  5 del Dossier[1], la autora  define su propuesta como  “una metáfora sobre el viaje, la vida y la incertidumbre de la sociedad  actual”. El viaje  de una familia disfuncional a una isla sin tripulantes y tecnología, y la aparición de un misterioso personaje que emerge de las aguas es el ámbito en el que se desarrollan los acontecimientos.

La palabra “metáfora” resulta esencial a la hora  de  leer  la obra porque afecta tanto a las imágenes visuales, como a las verbales y sonoras. Luz, oscuridad, luna y fuego, estallido; el mar, el agente transitivo entre la vida y la muerte (Cirlot) y relámpagos remiten a la destrucción y a la regeneración; precisamente la visualidad es uno de los ejes. La isla no sólo remite al símbolo de aislamiento y soledad sino que en sentido traslaticio es el refugio que Leandro, el padre, busca contra ”el amenazador asalto del mar del inconsciente”(Jung); la ambivalencia del espejo que  puede  funcionar como símbolo mágico  de la memoria inconsciente (Loeffler). La idea de un pozo útero silencioso y oscuro, en el que Pablo  pierde el habla, confronta con el sonido  de la flauta (instrumento que  reúne lo erótico y lo funerario) al que el niño responde con sonidos semejantes a del delfín (animal alegórico de la salvación). Su ejecutante es Damián, el náufrago “moreno y bello”, el que tiene el poder de domar (según su etimología) y que, como un eco del dios Pan por su fuerza erótica y seducción, sume a los integrantes de esa familia en un espacio donde presente y pasado se unifican, y actualiza la memoria (la inmovilidad de la nave y el cese del funcionamiento de los instrumentos de navegación, metáfora de un espacio atemporal). Lo bíblico y lo mitológico se entrecruzan: la tentación, el  éxodo, la expiación conviven con la presencia y las acciones de ese dios Pan sui generis[2] y elementos rituales. Dioses y hombres. El Padre  abomina de la figura divina, mientras la madre y la hija son envueltas por la incertidumbre y la desesperanza propia del existencialismo.[3]

 ¿Es la memoria un don o una maldición? se preguntaba un personaje creado por  Katherine Mansfield, el profesor  de  “El  espíritu nocturno”. En EL DESTELLO son varias las respuestas. Ana (la madre) evoca los tiempos felices de su infancia en la que era posible soñar con el Paraíso; el padre intenta bloquear en vano su memoria; el hijo, condicionado por implacables recuerdos; la hija, que anhela no crecer nunca, para no tener que recordar.

Pero la obra de Camilletti trasciende el ámbito limitado de una “familia disfuncional” y revela aspectos de la realidad partiendo de las estructuras latentes del discurso dramático que la cuestiona (como diría el investigador peruano Alberto Villa Gómez). De allí la importancia que cobran esos cuerpos embolsados anónimos que flotan en el mar, el mismo mar del que emerge Damián y al cual volverá llevando a Carla.

Obra por momentos oscura y en otros luminosa se abre a ricas interpretaciones que pueden incluir lo político, lo social, lo filosófico y lo religioso, lo que, sin duda, aparece revelado en sus distintas puestas en escena.

 

www.goenescena.blogspot.com.ar

AÑO VI, n° 264

pzayaslima@gmail.com.



[1] En dicho Dossier se explica detalladamente los motivos y alcances del Experimento Cúbico. “Aunque nación como un intento de conocimiento y diálogo entre dramaturgos de diferentes países se hace realidad bajo la necesidad de poder seguir realizando cultura en el confinamiento”. Incluyó a seis dramaturgos y cuatro directores de diferentes países a los que  se le sumaron luego más directores de escena y una productora de  España, y “se convirtió en un laboratorio virtual”.
Las obras que surgieron: EL DESTELLO, de  Stela  Camiletti ; EL  MOSSO de Luis  Miguel  González Cruz ; QHUNTAYAÑA, de  Antonio Peredo; PANOLEPSIA, de  Pilar  Zapata; ÚLTIMAS NOTAS DE  SANTIAGO  ROJAS, de Albert Tola; INSÓLITO ESPLENDOR, de Raúl Hernández Garrido, se difundieron a través de lecturas dramatizadas, un documental sobre el  proyecto, las  performances, los podcasts del proceso de creación y las itinerantes puesta en escena. Pero en este último punto hay que destacar que, para generar una verdadera difusión global y multicultural, para “establecer sinergias”, se optó por “realizar diferentes producciones con la misma dirección escénica en los diferentes países coproductores con sus propios actores y equipos de producción y técnico”. Así funcionó en la Argentina, Bolivia, Chile, España (Madrid, Barcelona y Zaragoza), Francia, Grecia, México y Uruguay.

[2] No  es el dios de los pastores, ni aparecen sus atributos, ni es un demonio pintoresco, ni tiene  doble naturaleza de hombre y cabra.

[3] ANA.-  (Los hombres somos)  Pobres pececitos en una pecera nadando sin sentido dentro de un cubo de  plástico” (p. 44)

CARLA.- “Al final somos sólo una pequeña porción de polvo arrojado al viento. Todo es cuestión del azar donde caemos…” (p. 46)

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