Una
nueva presentación de Fernando Cavarozzi
(Chacovachi) en el teatro Caras y
Caretas con su show ¡CUIDADO! UN PAYASO MALO PUEDE ARRUINAR TU VIDA,
implicó un triple festejo / homenaje: a la trayectoria del intérprete, a la profesión
que se consagra al arte, a la revalorización de un género y una tradición.
El
payaso Chacovachi, pertenece al grupo “de
los artistas, aprendices eternos de hechicería, jugando a combinar elementos
inertes para hacer surgir algo vivo”(frase
que tomo de la obra de William Ospina, “El año del verano que nunca
llegó”). Transforma un lugar (la calle, un escenario, una plaza en un espacio
que permite revelar lo que hay detrás de la máscara de cada uno, en lo profundo. Por eso, como dice en el programa de
mano su espectáculo habla de Dios, de la política, de la muerte, las drogas, el
poder, la falsa modestia, el amor los ideales y el conformismo, y su exhibición
con globo, botellas, juegos malabares y pruebas de equilibrio son “excusas”.
Para
quienes han estudiado el sentido de la comicidad, el humor suele ser entendido
como clave de mundos mágicos. Cuál es el mundo mágico al que nos conduce este
payaso/bufón; un mundo que nos divierte, nos asombra, pero que también nos
sacude. La risa no solo es “entretenimiento”, con su humor, este payaso malo
puede “despertar almas desprevenidas”, “arruinar
la vida” de los espectadores, y esto se advierte en el programa de mano, no sólo por el título sino por la convivencia de un
rostro cordial que esboza sonrisa pero un puño cerrado que en primer plano tiene escrito la palabra RISA.
Cavarozzi
no es sólo un artista dotado de múltiples dones, sino también un
eficaz director, que organiza sabiamente su propio material en el que lo
autobiográfico convive con lo ficcional y le permite andar y desandar un camino
que va desde el intérprete de un personaje al performer, del narrador al mimo; escoge un vestuario que siempre simboliza y designa:
la chaqueta con las llaves expuestas (la
llave, según Cirlot representa un
arcano, una obra a realizar, pero
también el medio para su ejecución) o la túnica morada con su doble lectura, el poder religioso y el poder económico; una iluminación
que conduce la mirada de los espectadores y enmarca sus respuestas y las áreas de juego; la elección de la
música, su combinación con los ruidos y su focalización en el ritmo que involucra asimismo la relación de cuerpo
y objetos; la elección de Maku Franchulini como payasa invitada, quien,
como él, es autogestiva e independiente, creadora de su propio material y ha
trabajado en la valle, en circos, teatros y lugares no convencionales.
Para sacar de su letargo al espectador, lo
convierte en partícipe activo en diversas secuencias e incorpora la
improvisación a un preparado diseño, juega con niños y con adultos por igual, tal vez porque
encuentra en ambos algunos puntos en común: la necesidad de la risa, el interés
por lo lúdico, la capacidad de asombro, la necesidad de traspasar normas que encorsetan, contaminar el mundo racional con alguna dosis de “locura”, expresarse en libertad. Sonrisa, risa o carcajada pueden ser instrumento apropiado para el esclarecimiento, la toma de conciencia y hasta la rebelión (no podemos olvidar que la risa volteriana fue puente directo a la Revolución Francesa).
Si
este espectáculo supera las expectativas de calidad de lo que aparentemente es
un show payasesco, donde hay narices clownescas, zapatones, triciclos
minúsculos, globos…, es porque su
intérprete, autor y director aúna a su formación sistemática (Escuela de Mimo de Ángel Elizondo), décadas de actuación en los espacios más disímiles,
oficio y talento y, sobre todo, lucidez para reflexionar sobre el arte que
practica, de lo cual dan testimonios sus declaraciones en distintos reportajes
y su libro MANUAL Y GUÍA EL
PAYASO CALLEJERO ( Colectivo, Contramar
Editora, 2915)
www.goenescena.blogspot.com.ar
AÑOVI, n° 263
pzayaslima@gmail.com
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