lunes, 1 de julio de 2019

LOCURA Y EROTISMO EN JUANA LA LOCA DE PEPE CIBRIÁN CAMPOY.

Entre los jóvenes actores debe señalarse la  presencia de Nicolás Pérez Costa, quien de manera notable encarna a la protagonista de esta obra. Resulta siempre difícil precisar, definir o e explicar que  lo que significa “un gran actor”, un “actor sobresaliente”, es decir, justificar desde la lógica de las palabras las impresiones personales en la efímera instancia de la recepción.  Sin embargo  me permito  afirmar que él muestra atributos que hacen a un gran actor: aquel  que captura a un personaje al tiempo que captura al público, oficio, ductilidad, carisma, dicción perfecta. Le basta un movimiento, un desplazamiento por delante, por detrás o por los costados del sillón del trono, el cambio de registro vocal y su manejo del vestuario (un bello y funcional vestuario de  Coral  Barcos que no busca tanto reproducir el “histórico” como citar la estética barroca), para recrear las diversas situaciones  y los seis personajes que el texto propone. Establece asimismo una singular relación cuerpo/luz (su diseño le pertenece): los distintos colores simbólicos (blanco, rojo, azul) guían la lectura de la historia en sus saltos temporales y delimitan los diferentes espacios en la que ella transcurre. El maquillaje  diseñado por Elisa  Dagustini  que subraya al mismo tiempo locura y teatralidad, permite que Pérez Costa exprese con una gesto o una mirada los más variados estados de ánimo: amor, deseo, soledad, angustia, violencia, autoridad, lubricidad, furor; y revela esa cualidad esencial del erotismo el poner en cuestión la vida interior, como lo señala Georges Bataille.

Su voz como prolongación del cuerpo diseña sin hiatos los  distintos  personajes. El autor  no sólo se focaliza en  la protagonista, su angustia y su delirio, su orgullo y su humillación como mujer y como reina, en un plano ficcional;  sino  que  ofrece  un enfoque histórico   con sus referencias a la corona española en la época de la conquista, y en sus relaciones con otros reinos europeos; y una aproximación desde lo sociopolítico propone una reflexión sobre género y poder, a partir del paralelismo y la confrontación entre lo que significa la pareja  Isabel-Fernando y Juana- Felipe.

Un texto de inusual belleza que cita la poesía barroca, una puesta que potencia  el valor rítmico y plástico de una adecuada partitura lumínica. Una actuación modélica. Ese puede ser un resumen de la versión sobre la vida atormentada de Juana la Loca ofrecida en el  Teatro La Mueca.

Pérez Costa es Juana la Loca, anuncia el programa. Me permito invertir los términos y afirmar que para el receptor  Juana la Loca “es” Pérez Costa.






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Año III, n° 181.
pzayaslima@gmail.com

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