lunes, 9 de diciembre de 2019

SHAKESPEARE OTRA VEZ EN DANZA.


Ya al final de la temporada 2019, Alejandro Cervera, músico, régisseaur y coreógrafo argentino, al frente del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín presentó MACBETH sobre la obra homónima de Shakespeare. Esta excelente transposición del teatro a la danza resulta excelente en virtud de una conjunción de aspectos que corresponden al campo de la música, de la escenografía, del vestuario y de la iluminación.

Nuevamente la dirección musical y la música original de Zypce es factor determinante de la puesta en escena. A lo largo de las trece escenas diseñadas por el coreógrafo /director, los cuatro músicos (Arauco Yepes, Lautaro Molina Blasina, Luciano Staibe y Francisco Molinos) marcan a través de los más variados instrumentos de percusión el ritmo de las acciones (“La batalla”), o la atmósfera (“La tormenta”, “Presagios, oscuridad y muerte”), pero también la música opera desde lo melódico (“El banquete y el fantasma de Banquo). La partitura original propuesta por Zypce cita tanto lo popular como lo clásico, mostrando la universalidad de la tragedia.

Laura Copertino, responsable de la escenografía eligió pocos elementos pero que aúnan a su multifuncionalidad (bancos que pueden también ser muros) el valor simbólico del número 4 (cuatro bancos, cuatro puestos destinados a los cuatro músicos en escena). Recordemos que dicho número es símbolo de la tierra y de sus límites externos, para Platón es el número de la realización de la idea, y para el mundo renacentista las analogías de lo cuaternario se extendía de lo terrenal a las reales estrellas del firmamento. Precisamente Macbeth, como hombre del Renacimiento cree en las profecías brujas y en la de las estrellas, y entiende tanto el fatum como hado y como destino.

El vestuario de Julio Suárez permite identificar el punto de vista de la transposición de Cervera. El color apagado y uniforme de los soldados (inclusive de quienes los lideran), los cortesanos y los sicarios contribuye a homogeneizar el ámbito opresivo de la tragedia ,y resalta con el color que otorga al vestido de las brujas (lo demoníaco) y a la capa de Duncan (el poder)

En esta transposición la teatralidad es protagónica como la danza. Y la iluminación de Oscar Possemato contribuye a ella, subraya el significado de los desplazamientos y o inmovilidad de los cuerpos y contribuye a la narración escénica , en espacial en la escena novena, “El banquete y el fantasma de Banquo” y en las secuencias inicial y final con la espada y la corona respectivamente.

Cervera acierta en su trabajo transpositivo tanto en la condensación como en la elección de movimientos y líneas de desplazamientos que le permiten traducir y sintetizar las palabras y situaciones propuesta propuestas por el texto fuente. La técnica perfecta de los bailarines no llega nunca a opacar el campo propio de la interpretación; así Macbeth (Lautaro Dolz), Lady Macbeth (Carolina Capriati), Banquo (Darcio Goncales) y Joven Fleance ( Gonzalo Santander) aportan a los desafíos que el coreógrafo propone sus propias lecturas de los respectivos personajes. La elección de tres bellas jóvenes para encarnar a las tres brujas (Manuela Suárez Poch, Lucía Bargados, Daniela López) ejemplifica ese pensamiento shakesperiano, “lo bello es feo, lo feo es hermoso” y revelan el poder de la seducción, de las fuerzas ocultas que llevan a la muerte.

 “Si bien la ambición adquiere formas más sutiles y sofisticadas en las sociedades de nuestro tiempo, por momentos, la ferocidad y la brutalidad agazapadas dejan de esconderse y aparecen listas para dar el zarpazo. El gran mecanismo del poder y la pesadilla del asesinato son la esencia de Macbeth. Matar. No se puede dejar de matar hasta la propia muerte” (Alejandro Cervera, Programa de mano)

 Esta concepción de Alejandro Cervera, nos revela no sólo a Macbeth y a las ideas sostenidas por Shakespeare en esta y otros obras- sobre todo las históricas-, sino a muchos aspectos del Renacimiento en Inglaterra: el individualismo a ultranza que se define frente (o en contra de) el interés del otro, el cinismo, y el desprecio por la humanidad, la presencia de un mal universalizado, y sobre todo “el tiempo como ritmo”, y traduce a través de la danza contemporánea esa “aceleración de la serie de acontecimientos históricos” que el autor inglés ejemplificaba a través de “la aceleración progresiva del ritmo dramático“
[1].


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Año IV, N° 204
pzayaslima@gmail.com


[1] Ágnes  Heller,  EL HOMBRE DEL  RENACIMIENTO, Barcelona,  Ediciones Península, 1994.

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