domingo, 29 de abril de 2018

EL REÑIDERO, DEL TEATRO A LA DANZA.



En la primera mitad de la temporada 2018, el ballet contemporáneo del teatro San Martín ofreció una transposición de la obra de Sergio De Cecco bajo la coreografía y dirección de Alejandro Cervera y con música original de Zypce. El dramaturgo presenta su versión del mito clásico de Electra en 1964[1]
y lo recrea en un espacio y un tiempo que pertenece a una mitología local: el arrabal, sublimado a partir de algunos textos borgianos como el paradigmático Hombre de la esquina rosada. En mi Diccionario de Autores Teatrales incluyo declaraciones de De Cecco que no sólo facilitan la lectura de su texto, sino que permiten comprender mejor la propuesta de Cervera a 54 años del estreno de la obra teatral:

 
“Mi sueño inicial con El reñidero era que lo pudiera disfrutar cualquier espectador aunque no supiera nada de Sófocles, como si fuera un melodrama (…), lo concebí como un melodrama argentino que quise hacer popular (…) A la gente le gusta sobre todo, encontrarse con su propia historia. Descubrí esto cuando desentrañe la esencia del teatro popular”.


A la luz del texto fuente y de estas declaraciones, considero esclarecedor reflexionar sobre la explicación que el coreógrafo ofrece sobre algunos aspectos de su propuesta en el Programa de Mano:



“En varios aspectos del trabajo hay un tránsito, a veces temporal, a veces de espacios. Ya desde la primera escena, las relaciones de esta familia, los Morales se van armando y cargando con la intensidad de un destino irreversible”



La omnipresencia del lecho en el escenario, ya sea al fondo o en un lugar central subraya aspectos clave de la historia: lecho como espacio de eros y de tanatos (pulsión de muerte). Esa cama de hierro opera como un imán que atrae y atrapa a los personajes: sobre ella o a su alrededor se desplazan y entre chocan el padre, la hija, la madre y el amante.



“Los personajes están signados por la venganza, el deseo y la traición que aparecen en la Electra de Sófocles y luego en El reñidero de De Cecco, quien magistralmente inserta el drama de una Argentina de cuchilleros y punteros de estirpe borgiana. Yo me he permitido avanzar un poco más. Esa violencia sórdida y trágica aparece entonces enmarcada en resplandores que conocemos de la Argentina de hoy, violenta y un poco a la deriva”.


Lo mítico y su relación con el mito aparecen en el diseño del espacio que realiza a través del desplazamiento de los cuerpos de los bailarines y de la cama metálica objeto simbólico del amor y de la muerte. No desmitifica sino que transforma y su espectáculo revela la coexistencia de lo universal con la visión del mundo de de un autor argentino de los ´60 y un coreógrafo del siglo XXI.

En ese “avance” sobre el texto de De Cecco, Cervera amplía el campo sociológico sin abandonar el mundo de cada uno de los personajes (conflictos y peripecias) que aparecen expresados paralelamente a través de una actriz narradora.


“Está claro que el lenguaje es fuertemente teatral. Hay cinco protagónicos y un grupo de hombres y mujeres que, en realidad, son todos hombres de cuchillo”. 


La diferencia numérica, cinco personajes tomados de la tragedia griega original y de la obra argentina, frente a la veintena de cuchilleros, refuerza ese plus al que se refiere el coreógrafo. Lo argentino del pasado (el arrabal), pero también del presente (la violencia por momentos programada, por momentos caótica, el todos contra todos, los gestos amenazantes cara a la platea). Los desplazamientos circulares dominantes remiten al mito, lo cíclico, un principio que coincide con el fin; la disposición de las armas en una perfecta diagonal, cita de lo avieso, la traición, el disimulo. Todos ellos pueden compactar el tiempo y expandir el espacio: de hecho esto revela aspectos propios del mito y de los rituales.

 
“El sonido, la música, a cargo de Zypce, coloca a la obra en zonas muy diferenciadas, en un registro muy amplio”.


La presencia en vivo de los músicos Eliseo Tapia y Arauco Yepes resulta fundamental Desde un plano elevado no sólo contemplan lo que se desarrolla en escena, sino que al entrar en diálogo con un personajes, le guían (¿o desafían?) con sus propuestas rítmicas. La heterogeneidad de los temas elegidos por el propio Alejandro Cervera apunta representar lo clásico, lo contemporáneo, lo porteño y lo popular
[2]. La presencia de Zypce (música original) como coautor del espectáculo –junto con Sergio De Cecco y Alejandro Cervera subraya la importancia que aquí cobra el elemento sonoro, pero asimismo la línea estética seguida. Este músico desde los ´90 ha compuesto música para espectáculos de teatro y de ballet, considerado creativo y experimental, pero al mismo tiempo conocedor del tango (“capaz de cantar como Rivero”), encarna en sí mismo la capacidad de fusionar técnicas y géneros.


“En este montaje recordé mucho a mis maestras, Renate Schottelius y Ana Itelman. Por distintos motivos, ellas sobrevuelan en este Reñidero."



Tal vez de Ana “sobrevuelan”, el deseo de integrar la dinámica del tango al lenguaje coreográfico académico, la articulación de elementos dramáticos y teatrales, su trabajo con lo temporal y lo espacial; y de Renate, su opción por utilizar toda clase de músicas y fusionar las técnicas clásica y moderna para potenciar los contrastes dinámicos

Como De Cecco, Cervera, bucea en las raíces de lo popular, mantiene como soporte la estructura clásica (el mito), apunta al disfrute del espectador, tanto desde lo estético, como desde lo emocional. Cuando se trata de transposiciones (no importa cuáles sean los cambios de soporte que implican), la crítica suele interrogarse si se ha respetado o no el texto fuente. No creo que el concepto de respeto conlleve una carga valorativa (ni siquiera descriptiva). Por eso en esta nota me inclino por una mirada que revele que es lo que se incorpora, lo que se agrega o lo que lo modifica, y, sobre todo, lo enriquece.


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 Año III, n° 125

 pzayaslima@gmail.com



[1] Bajo el auspicio del  FNA se  había publicado en  1962, recibido el Premio Municipal en 1963. Su versión fílmica es de  1965 y es seleccionada para el  Festival de Cannes. Alcanza  el éxito también en  distintos países latinoamericanos y en  Rusia En los ´80 en calidad de libretista la incluye como texto para un programa televisivo unitario.
[2] “El Sargento  Cabral” (M. O. Campoamor), “El porteñito” (A. Villoldo), “Joaquina” (J.  Bergamino)” Trío N° 123” (J. Haydn), “No me quiero curar” (Pibes  Chorros) “Otra oportunidad” (Pala  Ancha),

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