martes, 26 de julio de 2022

BEYA DURMIENTE (DY BEYA)

 

En su tercera temporada en el Xirgu, la obra protagonizada por Carla Crespo sigue convocando a un numeroso y heterogéneo público. Basada en la nouvelle LE VISTE LA CARA A DIOS de Gabriela  Cabezón  Cámara, se sustenta en un  permanente juego de  cruces de discursos y  lenguajes escénicos que enriquecen la doble transposición, del cuento tradicional a la narrativa contemporánea (una narrativa que se nutre, a su vez un noticia policial) y de allí al espectáculo” performático-musical”.[1]

La narradora, consagrada en nuestro país y en el extranjero, fue objeto de numerosas entrevistas y sus obras de elogiosas críticas; me interesaron especialmente dos de ellas porque tienen  que ver directamente con el espectáculo que  esto aquí comentando. “Una novela gráfica inspirado en el secuestro impune de Marita Verón” publicada en EL PATAGÓNICO (12de marzo de 2013) aborda la lectura de “Beya (le viste la cara  Dios, la primera novela gráfica que edita  Eterna  Cadencia con textos de  Gabriela Cabezón Cámara y dibujos de  Iñaki  Echeverría” en la que se expone el “infierno de una mujer secuestrada en la calle, despojada de su identidad y  puesta al servicio de un proxeneta en un prostíbulo de Lanús” (https://www.elpatagónico.com/una-novela-grafica-inspirada-en-el-secuestro-impune-de Marita-Veron-n686750). Aquí se ofrecen tres datos que serán tenidos en cuenta en la puesta en escena: la impronta política que denuncia complicidades y encubrimientos, la vigencia de una sociedad en la que sigue pesando el dominio patriarcal, la importancia de combinar palabra e imagen visual.

En “Gabriela Cabezón Cámara la voz más singular de la nueva literatura argentina”, entrevista de Silvina Giaganti (9/2/2022) la narradora define su posición como creadora de mundos y de personajes que conectan la ficción con la no ficción: se trata de “hacer un uso de la voz del otro (…) Se escribe con lo que se escucha, con lo que se ha leído, con lo que está en el aire en la cultura en un momento”.  En Beya la métrica es base “pero también melodía porque es la música del texto.  Quería que tuviera una música popular, que lo que te está diciendo entre como te podría entra entrar una cumbia, así de directo” (elplanetaurbano.com/2022/02/Gabriela-cabezon-camara-la-voz-mas-singular-de-la-nueva-literatura-argentina). La voz del narrador se diluye en la voz del personaje construido con fuentes que combinan la oralidad y lo “letrado”, lo popular y lo culto, el pasado y el presente, lo público y lo privado; y propone una escritura en la que lo poético y lo musical ocupan un lugar central y apunta a la inmediatez de la recepción.

El cuento de hadas “La bella durmiente” (“La bella durmiente del bosque”) nacido de una tradición oral fue reescrito por diferentes autores con variantes, pero queda inalterable el hecho de una princesa que despierta de un maleficio que duró un siglo por la llegada de un príncipe.  Tanto la autora del texto como la responsable de la puesta en escena optan por la interpretación feminista:  la mujer está condenada a la pasividad y espera a un varón que la salve, y a la vez, el hombre necesita que la mujer sea “un ser bello, manejable” y que esté “adormecida” (es.wikipwsia.org/wiki/La­­_bella_durmiente).

El hecho policial fue ampliamente difundido por todos los medios y durante varios meses ocupó un lugar central en discusiones y mesas de debates. Finalmente, nunca terminó de esclarecerse. Una narradora lo rescata y le da una dimensión que trasciende el drama individual. Una directora apuesta por una versión escénica y un equipo de técnicos colabora para que una actriz, performer y dj. se exponga a sí misma y al personaje. Todo este entramado de pasajes concluye en un espectáculo en el que los artificios dejan aflorar espacios de pensamiento y las transfiguraciones operadas por el cuerpo de la protagonista potencian situaciones en las que la emoción se desborda y aflora un potente sujeto poético y a la vez político.

 Carla Crespo, sucesiva y simultáneamente, organiza un juego de roles. Con oficio y talento maneja los diferentes niveles de discurso: argumentativo, narrativo, apelativo e informativo; explora las posibilidades de la voz, desde el susurro al grito; potencia el lenguaje corporal, desde el gesto mínimo al movimiento desenfrenado; opera con perfección sobre la partitura musical organizando de acuerdo a la trama la melodía y el ritmo y los sonidos que alcanzan un nivel protagónico junto con las palabras. Su presentación /representación alcanza niveles de excelencia al transitar el pasaje de víctima a heroína y en ambos casos convertida en portadora y portavoz de la conciencia individual de su personaje, al tiempo que con pasión sobrecogedora obliga al espectador a lidiar con sus propias creencias y prejuicios.

Dos figuras centrales son Bárbara Togander (coach musical y colaboradora artística) y Julieta Potenze (directora de arte y diseñadora de la escenografía) con el aporte de eficaces soportes expresivos. La tarima que permite el desplazamiento ofrece dos espacios contrapuestos, uno que la encapsula  y otro que  funciona como arena  para la lucha y que se corresponden, respectivamente con un discurso sobre el dolor y la humillación, y un discurso de rebelión. El Diseño de iluminación de José A. Binetti y el Diseño de Vestuario de Gerónimo Lagos Agüero complementan a la perfección la partitura musical y rítmica operando como  perfectos vectores visuales que  guían la mirada del espectador sobre el cuerpo de la protagonista. Todos ellos logran que las imágenes elegidas sean de gran belleza, impacto y significación: un vestuario que muestra la vulnerabilidad pero también  la fortaleza, destaca la sensualidad de la protagonista  y también  puede construir un ámbito de religiosidad (ej., los tubos de luz que a modo de corona  iluminan la figura  de la prostituta al tiempo que citan  los rayos que suelen coronar la cabeza de la  Virgen  María).

La dirección de Victoria Roland sortea con éxito todas las dificultades que una textualidad originada fuera del campo específico del teatro ofrece, y apuesta a una revisión del imaginario que el espectador podría tener sobre el tema y a un replanteo crítico sobre la indeterminación genérica y la recepción. Su puesta en escena pone en jugo interesantes cuestiones tales como la difuminación de las fronteras entre lo musical y lo teatral, y el desmontaje (¿deconstrucción?) de estereotipos y tabúes culturales. En su espectáculo conviven integradas la cumbia popular, la ópera de culto, la música propia del ámbito religioso, simplifica la compleja dimensión que implica el nombre propio.

BEYA DURMIENTE se convierte así en un unipersonal inusual capaz de convocar y seducir a un público heterogéneo.

www.goenescena.blogspot.com

AÑO VI, n° 249

pzayaslima@gmail.com

 



[1] “Una actriz-dj nos llevará por un viaje poético musical y electrónico, que nos permitirá escuchar la voz de una mujer en situación de trata.  Desdoblándose para poder hablarse. Dj Beya intentará desentrañar los mecanismos para sobrevivir en ese antro contemporáneo de la violencia machita.  Una mujer se observa carne y se delira santa. Una mujer se escinde para volverse epifanía.  Una mujer se transforma en Houdini o en un Kill Bill del conurbano en clave de acto psico-performático de sublevación” (Programa de mano)