jueves, 13 de junio de 2024

ENRIQUE PAPATINO y ENRIQUE DACAL TRAS LAS HUELLAS DE MACEDONIO.

 

El estreno de MACEDONIO, de Enrique Papatino y dirigida por Enrique Dacal, en el Teatro Payró, constituye una experiencia especial en varios sentidos. Los dos se suman a la lista de grandes escritores como Mallea, Girondo y Borges, que admiraron a un poeta hoy escasamente leído por las nuevas generaciones.

El texto de Papatino constituye una paráfrasis de lo dicho y escrito por Macedonio (”Toda la obra está  hablada en el lenguaje de  Macedonio porque no hay ninguna  palabra textual de él, salvo ese poema convertido en milonga o Cifra[1]. Tampoco es de Macedonio el texto que aparece entre comillas en el programa (“Hay sueños que sólo esperan nuestra decisión de soñarlos”), lo que puede considerarse una creativa apropiación borgeana. Su Macedonio no es ni el mítico de Borges, ni el de las biografías académicas, es absolutamente “teatral”: lucha contra los otros, y contra sí mismo; se debate entre lo que aparece como ambiguo y como certeza; debe optar entre el amor y la admiración que le profesan (la dueña de la pensión, Gómez, el poeta aspirante a editor). Todo lo que dice este Macedonio ficcional desde el escenario (salvo los versos “Amor, Amor…”) es el discurso que Papatino elige para recrearlo. Sin embargo, el espectador reconoce en dicho discurso, al poeta “real”, capaz de utilizar metáforas y comparaciones del ámbito cotidiano cuando se refiere al arte y la poesía. Cada uno de los segmentos de su texto propone un discurso   en el que confluye lo apelativo –el protagonista busca erosionar algunos supuestos ideológico sobre el escritor y su escritura-; lo programático –oposición a los dogmas, necesidad del misterio pero sin darle nombre, no explicar la poesía.

Julieta Capece es responsable de la escenografía y el vestuario. En un espacio despojado, dos objetos cobran especial significación la guitarra y los papeles al mostrar las estrechas implicancias entre la palabra y la música propuestas en el texto. El vestuario funciona como definitorio del protagonista en sus dos dimensiones -pública (el frac) y la privada (el pijama)- en las que Macedonio milita. Elijo conscientemente este término, ya que el escritor sostuvo hasta su muerte su actitud de rebeldía frente a las convenciones, e intento siempre comunicar con sus charlas aparentemente informales, su pensamiento sobre la vida, la muerte, el amor y el arte.  

El trabajo el actor sobre el personaje constituye en sí mismo una clase de actuación con sus juegos alternativos de ocultamientos y revelación. En su diálogo con Gómez (poeta que aspira a editar las obras de Macedonio) revela un cuerpo que se detiene en lo exterior, pero prosigue en su interior, y en el fluir del discurso su trabajo con el ritmo hace que se diluyan los confines precisos en la palabra y la música; su interacción con los objetos les infunde el valor simbólico que poseen y captura y dirige siempre la mirada del espectador.  

Para Dacal, Macedonio “desdeñaba la escritura y abandonaba aquello que escribía para que alguien lo descubriera. Creo que  esta era su manía y también su manera de buscar trascendencia”[2]. Este supuesto, impone una actuación muy compleja, ya que al tiempo que afirma convicciones, manifiesta contradicciones y apunta a lo ambiguo (“Nada abriga tanto como el papel escrito”).  En su puesta, todo son aciertos: la elección del autor, de sus colaboradores, de los actores Jorge Capussotti, Beatriz Dos Santos y Marcelo Sánchez, los dos últimos, perfectos en sus roles de ayudantes que se comprometen, y por eso mismo resultan rechazados/abandonados. Su conocimiento de la vida y obra del personaje protagónico, pero igualmente la admiración que siente por el poeta, se traduce en la concreción de una creación “circular” por su correspondencia con el número 10 (“retorno a la unidad tras la multiplicidad por lo que simboliza en muchas ocasiones el cielo y la perfección”, según Juan-Eduardo Cirlot)

Macedonio, Borges, Papatino, Dacal, Capussotti, figuras que en el espectáculo teatral se integran y confunden hasta el punto de casi no poder distinguirse y proponen a los receptores que a su vez sigan las huellas de quien fuera considerado por algunos como el “oráculo de la literatura argentina”.

 

www.goenescena.blogspot.com.ar

AÑO VII, n° 278

pzayaslima@gmail.com

 



[1] Así lo señala el director en su entrevista con Mónica López Ocón, Macedonio  Fernández otra vez entre nosotros” (https://www.tiempoar.com.ar) 7 de julio 2024.

[2] Ver nota  1.

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